Laura Garcés

Martes, 26 de agosto 2025, 00:46

«Salvar libros, que pasen de buenas manos a otras buenas manos». Que el viaje de la lectura no se detenga y las páginas en las que se sustenta no se pierdan. Es la esencia de El Club de los Libros Libres, la propuesta de un valenciano, Rafael Soriano, que pese a todo y frente a los tiempos que corren ha alcanzado los cinco años de vida, un tiempo en el que se han rescatado 200.000 libros de segunda mano desde una peculiar biblioteca popular que se descubre en la Malvarrosa regalando la imagen de una gran montaña de libros muy cerca del mar. Tan alta es la montaña que Rafael Soriano ya anda buscando local donde poder guardar todo cuanto llega.

¿En la era de las nuevas tecnologías cómo ha sido posible rescatar tanto libro? La clave se encierra en 11 euros, sí, sí, como lo están leyendo. El interesado en formar parte del particular club se convierte en socio abonando esa cantidad por el periodo de un año. «Los interesados en el proyecto dejan aquí sus libros, los que iban a tirar los traen y entonces ya son libros libres», explica Rafael Soriano.

Una socia del club a la caza de algún ejemplar.

Una socia del club a la caza de algún ejemplar.

J. L. Bort

Una vez liberados de la condena a la desaparición, quien ya es socio se los puede llevar a su casa, puede tenerlos todo el tiempo que quiera; los lee, los estudia y si alguno ya no le interesa lo puede devolver, pero si es especial para esa persona, se lo debe quedar». No hay límite para dejar, ni tampoco para tomar lecturas. Cuantas se desee. El compromiso no es otro que conseguir que «el libro no se destruya».

Bajo estas directrices alimentadas en el concepto de que «el libro no tiene precio, tiene valor», el Club de los Libros Libres ya ha registrado 5.000 socios a lo largo de cinco años de vida. Y los hay en muchos países. Soriano consulta la libreta de registro y va cantando el nombre de destinos tan diversos como las distintas provincias de España y más allá de las fronteras patrias: Albania, Luxemburgo, Australia, Alemania, Austria, Italia, Francia…

Rafael Soriano, promotor de la inicitiva, en la puerta del local.

Rafael Soriano, promotor de la inicitiva, en la puerta del local.

J. L. Bort

El club goza de un acuerdo con Correos que permite enviar libros de manera económica. Así, se puede pedir un título a través de la web. Si está, «llamo al socio por teléfono para que venga a recogerlo o se lo envío por correo». Si el título buscado no se encuentra en la librería de la Malvarrosa, pero sí en cualquier otro lugar, el socio que lo posee lo puede remitir al interesado a través de Correos. Con todo este entramado urdido con los mimbres del amor a la lectura ya se han movilizado 87.000 ejemplares.

Mientras Rafael relata la historia de una propuesta que nació sólo unos días antes de la pandemia y tuvo que luchar contra unos inicios realmente difíciles, los socios no dejan de entrar. Unos dejan mercancía, otros se la llevan tras mantener amistosa conversación con el gerente de la casa, un amante de los libros que dedicó su vida a trabajos informáticos. Y como cuenta Soriano, algunos disfrutan de «un milagro». Sí, de un hallazgo inesperado porque allí no se buscan los títulos «se encuentran». En esas idas y venidas llega una señora, Trinidad Ballester, que excavando en la alta montaña ha tropieza con un libro que ella misma escribió en 1988. Trinidad es médico y el libro un manual: ‘Primeros Auxilios’. Se ha llevado una alegría de las que Rafael asegura que saltan muchas veces desde el interior de las páginas salvadas.

No faltan géneros, ni temas. Los hay actuales y también antiguos. Para todos los gustos. Sólo en el local de la Malvarrosa, Rafael Soriano guarda 30.000 ejemplares. Tiene muchos más guardados en distintos almacenes. Y más que necesita. Esa es ahora su inquietud principal: encontrar un local donde seguir guardando todas las páginas salvadas y las que está dispuesto a seguir salvando de la mano de los socios. Ya habrán adivinado que huele a libro –a papel– tras atravesar una puerta pintada de verde sobre la que se lee el nombre del club y bajo cuyas ventanas está escrito un mensaje que obliga a detenerse: «Aquí los libros buscan a las personas». Una aventura apasionante.

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