En buena parte del paisaje desolado por los incendios durante el mes de agosto en el noroeste de la península aún queda una tarea ingente por delante. Además de acabar con los focos restantes, las administraciones se enfrentan a una carrera contrarreloj para evitar los daños que afectarán al paisaje a largo plazo, pero sobre todo el peligro para las personas como consecuencia de posibles inundaciones, contaminación del agua y desprendimientos del terreno.
El trabajo más inmediato y urgente, señala Federico Grillo, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales, es proteger a la gente en los pueblos donde el fuego destrozó las casas. “En estos lugares hay un riesgo de derrumbe de las fachadas o de parte de las viviendas”, advierte. “Estamos viendo imágenes en los medios de gente moviéndose por estos pueblos con gran peligro. Hay que precintar esa zona y esperar a que los estudien los técnicos”.