La artrosis afecta a casi una cuarta parte de los adultos y es una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. Una las partes del cuerpo donde se manifiesta con más frecuencia es la rodilla, limitando notablemente la capacidad de movimientos en las personas que padecen esta enfermedad.
La artrosis de rodilla se produce cuando el cartílago articular, que recubre al fémur, la tibia y el peroné, se deteriora de forma progresiva. La Fundación Española de Reumatología (SER) precisa que «se caracteriza por el deterioro paulatino de este cartílago y conduce a la aparición de dolor con la actividad física, incapacidad variable para caminar y permanecer de pie, así como a deformidad progresiva de la rodilla».
La enfermedad es «propia de personas mayores», pero la entidad advierte de que «puede aparecer antes de los 50 años, siendo excepcional en jóvenes«. Además, actualmente no existe un tratamiento capaz de revertir el daño, por lo que su tratamiento se centra en reducir el dolor y mejorar la calidad de vida de los pacientes con medidas físicas, fármacos y cirugía.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en The Lancet Rheumatology sugiere que una intervención tan sencilla como modificar la forma de caminar puede ofrecer beneficios comparables a los de ciertos medicamentos, además de frenar la progresión de la enfermedad.
Un leve ajuste de ángulo puede cambiarlo todo
Investigadores de la Universidad de Utah (EEUU) han explorado el reentrenamiento de la marcha como alternativa no farmacológica. En un ensayo clínico de un año con 68 pacientes, comprobaron que ajustar el ángulo del pie al caminar podía reducir la carga sobre la rodilla y aliviar el dolor.
«Sabemos que en las personas con artrosis, las cargas más elevadas en la rodilla aceleran la progresión, y que cambiar el ángulo del pie puede reducir la carga de la rodilla», explica en un comunicado Scott Uhlrich, autor principal del trabajo. «La idea de una intervención biomecánica no es nueva, pero no ha habido estudios aleatorizados y controlados con placebo que demuestren que es un tratamiento eficaz«, añade.
Los participantes del ensayo fueron sometidos a resonancias magnéticas y a un análisis biomecánico de su forma de andar. Los resultados mostraron que un ajuste de entre 5 y 10 grados, hacia dentro o hacia fuera, podía disminuir significativamente la tensión en el comportamiento medial de la rodilla, el área que soporta mayor peso. Quienes recibieron la intervención reportaron una notable reducción del dolor y mostraron en las pruebas de imagen una degradación más lenta del cartílago.
«Con las resonancias magnéticas, también observamos una degradación más lenta de un marcador de la salud del cartílago en el grupo de intervención, lo cual fue bastante emocionante», señala Uhlrich. El efecto analgésico se situó «entre lo que cabría esperar de un medicamento de venta libre, como el ibuprofeno, y un narcótico, como la oxicodona«.
El vacío terapéutico que se puede llenar
Una ventaja clave de este método es su viabilidad a largo plazo. «Especialmente para las personas en sus 30, 40 o 50 años, la artrosis podría significar décadas de tratamiento del dolor antes de que se les recomiende una sustitución articular«, recuerda el investigador. «Esta intervención podría ayudar a llenar ese gran vacío terapéutico«, apostilla.
No obstante, antes de que esta estrategia pueda aplicarse de forma habitual en la práctica clínica, será necesario perfeccionar el procedimiento de reeducación de la marcha. Los investigadores confían en que, en un futuro, esta intervención pueda ser recomendada por un fisioterapeuta en una sesión regular y que el entrenamiento se realice en la vida diaria, por ejemplo, mientras los pacientes caminan por su propio barrio.
Asimismo, los científicos trabajan en simplificar el proceso mediante sensores móviles, como el vídeo de un smartphone o un «zapato inteligente», con el objetivo de que esta técnica pueda aplicarse fácilmente en la práctica clínica.