Las enfermedades zoonósicas, que surgen de la estrecha relación que los humanos han establecido con las especies animales circundantes, representan una de las principales amenazas a la salud pública mundial. En este ámbito, los animales domésticos desempeñan un papel clave en la dinámica de transmisión debido a su abundancia y distribución global.
Y es que la probabilidad de intercambio de patógenos con reservorios silvestres y ambientales se ve incrementada por las especies domesticadas, que tienen posiciones centrales en las redes de transmisión interespecies. Por lo tanto, facilitan la adaptación gradual de los agentes infecciosos a una amplia gama de huéspedes, incluidos los humanos, actuando como intermediarios en la propagación de numerosas enfermedades zoonósicas emergentes.
Esto es particularmente cierto para los carnívoros domésticos, que comparten el 90% de sus patógenos con otros huéspedes. El perro (Canis lupus familiaris) alberga la mayor diversidad de agentes infecciosos zoonósicos entre todas las especies animales.
En este sentido, una revisión ha analizado un conjunto de datos bibliométricos a gran escala, que señala que los perros domésticos emergen como la especie hospedadora más frecuentemente citada en el contexto de las zoonosis, siendo mencionados en al menos el 10% de las publicaciones para casi una cuarta parte de los patógenos reconocidos como zoonósicos para los humanos.
Esta revisión examina las contribuciones de los perros de compañía y callejeros a diversas vías de transmisión zoonósica, destacando algunas discrepancias entre el enfoque de la investigación y los riesgos epidemiológicos reales.
Entre los agentes zoonósicos asociados con los perros, los helmintos están desproporcionadamente representados en la literatura en comparación con las bacterias y los virus.
PERROS DE COMPAÑÍA Y CALLEJEROS
Los autores apuntan que los perros que conviven en hogares y los callejeros exhiben distintos riesgos zoonósicos debido a las diferencias en los patrones de exposición e interacciones humanas. “Los perros callejeros están frecuentemente involucrados en enfermedades de transmisión ambiental, particularmente parásitos transmitidos por el suelo y el agua, debido a la defecación incontrolada y el comportamiento oportunista”, destacan.
Por el contrario, los perros de compañía representan mayores riesgos de transmisión directa, particularmente a través de mordeduras, infecciones por contacto cercano y bacterias resistentes a los antimicrobianos.
Es por ello por lo que, para los investigadores, desde una perspectiva de salud pública, la integración de los perros en los marcos de vigilancia ‘One Health’ “es crucial”. Concretamente, consideran que el monitoreo genómico rutinario de perros callejeros podría permitir la detección temprana de zoonosis emergentes, mientras que los programas de desparasitación a gran escala, la mejora de las infraestructuras sanitarias y el manejo responsable de las mascotas mitigarían los riesgos ambientales y de transmisión directa.
“Las zoonosis transmitidas por vectores requieren medidas de control diferenciadas, incluyendo tratamientos antiparasitarios para infecciones transmitidas por garrapatas y pulgas e intervenciones ambientales para patógenos transmitidos por mosquitos y flebótomos”, explican.
Los autores recuerdan que esta revisión se centra únicamente en perros callejeros y mascotas, debido a la falta de definiciones consistentes y la disponibilidad de datos para otras categorías caninas.
“Las investigaciones futuras deberían perfeccionar los estudios ecológicos y de comportamiento, así como los análisis de la interacción perro-huésped, para cuantificar mejor los riesgos zoonósicos asociados a cada ecotipo de perro y orientar estrategias de intervención específicas. Este enfoque permite una estratificación más precisa del riesgo zoonósico y contribuye a la prevención eficaz de enfermedades en la interfaz humano-animal-ambiente”, concluyen.