Ya ha oscurecido en Flushing Meadows y en la pista central, el público contiene la respiración: Coco Gauff, su chica, campeona hace dos años, sirve para cerrar el duelo contra Ajla Tomljanovic y los asistentes temen que se repita el episodio: ella y las dobles faltas. Hasta ese instante, 6-5 y 30-30 a su favor, la estadounidense ha cometido ya 10 —dos de ellas con 5-4— y un resbalón más podría ser determinante. Silencio, sudores fríos, vértigos. Los fantasmas bailan alrededor de la norteamericana. Sin embargo, al final aguanta el tipo y expulsa una profunda bocanada de alivio, acompañada de un grito que rubrica la sufrida victoria lograda contra la australiana, tras 2h 57m: 6-4, 6-7(2) y 7-5.
“Ha sido realmente duro”, concede la ganadora, tercera del mundo y con dos grandes en su expediente. En junio conquistó el segundo de ellos, Roland Garros, pero a partir del verano su servicio, de por sí deficiente, comenzó a hacer aguas. Sin ir más lejos, en Montreal firmó el récord negativo de la temporada con las 23 que cometió ante su compatriota Danielle Collins, aunque, paradójicamente, aquella tarde venció. Sin embargo, la luz roja se activó y la joven de Florida reaccionó con vistas al US Open, consciente de que en caso de mantener la misma dinámica, sus opciones de triunfar otra vez en casa serían escasas si no nulas.
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Gauff promedia casi siete dobles faltas por partido en este curso y lidera el apartado con 330 en 48 encuentros. Una sangría que el ejercicio anterior ascendió a 430 en 71. Así que optó por el golpe de timón, un volantazo inmediato. “No quería seguir perdiendo el tiempo, simplemente sentí que era la mejor decisión. Estoy mirando a largo plazo. A ver qué pasa”. Había prescindido de su preparador, Matt Daly, y contratado al especialista en biomecánica Gavin MacMillan, el mismo al que recurrió en su día la número uno del mundo, Aryna Sabalenka, para pulir la maniobra y acabar con la tortura de los segundos saques.
Reputados especialistas y profesionales del tenis advierten deficiencias estructurales en la ejecución de Gauff, e incluso algunas como Lindsay Daveport, ganadora de tres grandes, perciben un retroceso que responde directamente el miedo. En unas declaraciones recogidas por Tennis Channel, la exnúmero uno (1998) explicaba: “Ha habido años en los que hacía primeros muy agresivos, pero este ha dado un paso atrás; quizá porque quiere evitar los segundos. Cuando empieza a fallar está inseguro y empieza a retraerse. Si es capaz de cometer solo dos, tres o cuatro, como las grandes jugadoras, tendrá mucha más confianza en los otros aspectos de su juego”.
Gauff, en otro instante del partido.Kevin Lamarque (REUTERS)
En contraste con los analistas, la tenista asocia más la rémora a lo mental y a la competición que a lo estrictamente técnico, y la compara con la de la gimnasta Simone Biles y sus twisties —desconexiones entre cuerpo y mente que generan bloqueos—. “En los entrenamientos puedo meter 40 seguidos, pero en los partidos no meto uno”, lamentaba hace cuatro años, cuando las dobles faltas ya se habían convertido en una constante de su juego. De entonces aquí, la tara persiste y ahora todos los ojos apuntan hacia ella, quien pese a todos los problemas ha conseguido sacar adelante compromisos que se le habían complicado sobremanera.
“Honestamente, esto es mentalmente agotador, pero estoy intentándolo”, expone tras reducir con suspense a Tomljanovic. “Hoy [por este martes] no ha sido el mejor día, pero con 30 iguales [en el último juego], el saque ha funcionado. He mejorado con respecto a la semana pasada en Cincinnati. Solo intento mejorar con cada partido”, concluye, sabiendo que el próximo día se encontrará con la croata Donna Vekic, freno de Jessica Bouzas (3-6, 7-5 y 6-3). A buen seguro, los aficionados de la Arthur Ashe volverán a contener la respiración cuando su jugadora suspenda la bola en el aire.