Pablo Ibar acaba de cumplir 31 años encerrado en la cárcel acusado de ser el autor de un triple asesinato que defiende que nunca cometió. Fue condenado a cadena perpetua en 2019 por la muerte a tiros de un hombre y dos mujeres en el conocido como crimen de Miramar. La principal prueba de este laberinto judicial es una grabación de 22 minutos de las cámaras de seguridad del chalet cerca de Miami donde tuvo lugar el asesinato. Pero ahora el caso puede dar un giro radical gracias a la existencia de esas imágenes.
Unos meses más tarde de que el Tribunal del Cuarto Distrito de la Corte de Apelaciones de Florida denegara el recurso de reposición solicitado por la defensa de Pablo Ibar en junio de 2023, Nicolás García recibió un chivatazo anónimo. Alguien le dijo que conocía a la persona que había cometido los crímenes de Miramar. García, miembro de la asociación Pablo Ibar Juicio Justo, buscó fotos suyas en las redes sociales y les encontró un gran parecido con el asesino que aparece en el vídeo. “Era muy llamativa la forma de las cejas y de su nariz”, recuerda. Además, tenía antecedentes penales. Una vez descartado que estuviera ya en prisión en el momento del crimen, García se puso a investigar.
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Ahora la defensa de Pablo Ibar ha presentado esa nueva prueba ante la Justicia con la esperanza de que se reabra el juicio y se anule la cadena perpetua que pesa sobre él. El hermano de Pablo, Michael, le ha trasladado la noticia, que le ha dado ánimo, según nos ha contado. “Mi hermano está feliz. Preocupado todavía, por todas las trampas que han hecho contra él”, asegura, pero siente como una gran victoria el haber podido llevar esta información a la Corte.
Antes de eso se encontraba “muy deprimido”, dice Michael Ibar, con quien habla regularmente por teléfono. “Es un hombre fuerte, ha tenido sus momentos bajos, pero sigue hacia delante y esto le ha dado más aire y confianza”. Además, agradece el apoyo de la gente en España que confía en su inocencia.
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En sus más de tres décadas preso, entre las que ha pasado 16 en el corredor de la muerte, Pablo Ibar ha estado en todo tipo de penales. Ahora está encerrado en la correccional de South Bay, en Florida. “Es una cárcel algo masificada, como todas en Florida”, cuenta Andrés Krakenberger, portavoz de la asociación Pablo Ibar Juicio Justo. “Después de 16 años en régimen de aislamiento en el corredor de la muerte, tuvo que rápidamente acostumbrarse a una realidad nueva, a compartir celda con más gente”. Celdas en las que muchas veces escasea la seguridad. De hecho, en la prisión anterior a esta, un compañero fue acuchillado.
Un testigo y una camiseta manchada
El objetivo de su defensa es reabrir el juicio con el nuevo testimonio clave que han aportado: una declaración jurada de una persona que dice conocer a los autores reales de aquel triple asesinato. Su testigo tardó 31 años en enterarse de que las personas a las que denuncia seguían en activo cometiendo otros delitos y de que Pablo llevaba todo ese tiempo pagando injustamente por su crimen.
Ese testigo se encuentra desde hace varios años reinsertado en la sociedad y reside en un tercer país que no es ni Estados Unidos ni España, según cuenta Krakenberger. Su relato cobra bastante fiabilidad, en opinión de la defensa. Desde que recibieron un chivatazo falso en 2011 sobre un supuesto autor del crimen que se encontraba en prisión en el momento de los hechos, esta vez han realizado todas las comprobaciones.
La defensa de Ibar desmonta además otra de las pruebas que se tuvo en cuenta para fijar la cadena perpetua, la camiseta que se encontró tirada en el jardín del chalet aquella noche. Krakenberger asegura que es solo ahora cuando consideran que es la misma camiseta que aparece en el vídeo y con la que el asesino se limpia la cara ensangrentada. “Esa camiseta está absolutamente pringada de ADN de las tres víctimas y de dos personas de sexo masculino sin identificar”, defiende.
También se hallaron en la prenda coincidencias con el ADN de Pablo, pero la defensa insiste en que son “mínimas manchitas de ADN que tienen una coincidencia parcial, que no total”, e insiste en que la persona que se limpia el sudor “debería dejar esa esa camiseta absolutamente pringada de su ADN y de pelos suyos, que también los hay, pero que tampoco concuerdan con el cabello de Pablo”. Los expertos que han consultado han sentenciado que se trata de una contaminación probablemente no intencionada debido a la falta de avances científicos en los años 90 en esta materia.
Toda esta información deberá ser puesta ahora en conocimiento de un Juez que será quien decida, primero, si admite la solicitud del testigo de mantener confidencial su nombre y el de los denunciados por motivos de seguridad, y luego si hace una vista oral o no. Krakenberger entiende que entonces la Fiscalía argumentará en contra. “No prevemos a priori que esto vaya a ser fácil, desgraciadamente, vista la experiencia anterior”, lamenta.