Día de luto para el mundo de la noche malagueña. Emilio Benéitez, propietario del histórico Emily Bar, ha fallecido este miércoles dejando un enorme vacío … en la ciudad. Ubicado en la avenida de Príes, en la zona Este de la capital, el local ha sido durante varias décadas el punto de encuentro de toda una generación de malagueños.
El empresario ha fallecido a los 76 años de edad. Al parecer arrastraba desde hace tiempo una enfermedad de la que no ha logrado recuperarse. Su cuerpo se vela en la tanatosala número 9 del Parque Cementerio de Málaga (Parcemasa), y el funeral se oficiará a las 11.30 horas de este jueves.
Emilio, que se consideraba un ciudadano del mundo, llegó a Málaga en el año 1981 desde Quebec para abrir su propio bar, que llevaba el nombre de la hija que dejó en Canadá. El negocio será recordado por la enorme cantidad de fotografías de cine antiguo que poblaban sus paredes y por la combinación de música jazz, swing, blues y rock.
Quienes lo frecuentaban recuerdan que no era un bar al uso, sino un lugar para tomarse una copa de forma relajada y conversar. También, cómo no, el enorme encanto de Emilio -aunque no era muy simpático- y el papel fundamental que jugaba como barman y maestro de ceremonias. «Era un local en el que todos éramos amigos y donde nadie juzgaba al de al lado», recuerdan. Esos mismos hoy le lloran por la inesperada pérdida. «Parecía que se estaba recuperando», lamentan.
Añaden que era el empresario «un icono de las noches malagueñas» y que Emilio, que vivía en la planta de arriba del bar, siempre será recordado por su elegancia al vestir. «iba vestido de forma impecable, como un gentleman» o más concretamente «como un personaje del XIX».
Emily Bar se ubicaba en el número 30 de la calle Príes, frente al Cementerio Inglés, y hasta él acudían gente de todas las edades. Su ambiente cálido y su decoración lograban que todo el mundo se sintiera como en casa. En su interior había infinidad de fotografías de actores, pintores, poetas, además de recortes de periódico, pinturas y grabados. A Emilio le gustaba la charla alrededor de una copa, por lo que de vez en cuando incluso acudían grupos para leer poesía o tocar música en vivo.
Visita en los años 50
Emilio conoció Málaga en los años 50 durante una excursión del Frente de Juventudes. Él mismo relataba a este periódico hace algunos años que estuvo acampado en la playa del Pez Espada y que ya entonces comprobó que «Málaga respiraba de otra manera; tenía un aire hemingwayano, olía a azahar y a brea».
Antes de recalar definitivamente en la ciudad, estudió Psicología en Bélgica, trabajó en el hotel el Palais d’Orsay de París y en el hotel La Bastogne de Quebec. Aunque quería seguir viajando hasta Australia, se asentó en la ciudad canadiense, donde también montó el bar Le Jules et Jim, inspirado por Truffaut. Volvió con 33 años, aunque a tenor de la experiencia acumulada, ya había vivido prácticamente dos vidas.