Miércoles, 27 de agosto 2025, 09:42
El pasado 22 de agosto, Diego Urdiales logró su cuarta puerta grande en Bilbao, una de esas plazas que entienden, respetan y sienten el concepto del toreo del riojano. Esta última salida a hombros ha sido, una vez más, un golpe sobre la mesa de un diestro que paga caro el precio de la independencia y de la fidelidad a sus principios. El triunfo en Vista Alegre fue, sin duda, una sinfonía de sensaciones en las que se dieron la mano la hondura, el sentimiento, la quietud y la pureza.
Lo de Urdiales en Bilbao fue algo épico, alejado del estoicismo y atrincherado en la resiliencia. Aquello no fue impostado: la tarde de Bilbao fue la tarde en la que triunfó el toreo.
LA FAENA
«Mi propósito es ser mejor toreo cada año. Si fue la mejor o no, no lo sé. Pero sí una de las mejores»
– ¿Cómo se encuentra?
– Estoy feliz, contento y, sobre todo, orgulloso. Cuando uno ahonda en sus sentimientos, en este caso en mi profesión, siente orgullo de poder expresarlos delante de la cara del toro. El otro día en Bilbao surgió, y así fue. Estoy muy contento.
– ¿Vio las condiciones del toro ya de salida?
– Garcigrande es una ganadería extraordinaria y, en su salida, fue lo habitual en este hierro: muchas veces los animales no se definen al principio. En el capote intuí cosas que me gustaban, pero no sabía qué fondo iba a sacar hasta que comencé la faena.
– Cuando terminó la faena, ¿sabía que el premio iba a ser de dos orejas?
– Tenía muy clara la faena que había hecho. Sentí mucho toda la actuación, me emocioné profundamente y fui capaz de transmitirlo al público. Conectamos y me llegaba la emoción de la gente que, como yo, también estaba conmovida. El presidente de Bilbao, Matías González, es un excelente aficionado y no tuvo dudas.
LOS DESPACHOS
«Siempre he estado centrado en lo verdaderamente importante, lo que está en mi mano»
– ¿Cómo define el momento en que vio asomar los dos pañuelos en el palco presidencial?
– El colofón a mi actuación fue ese triunfo. Pero, antes incluso de ver la concesión de las orejas, ya estaba muy satisfecho con lo que había hecho. Es algo indescriptible. Lógicamente, cuando asomaron los dos pañuelos, junto a la reacción del público, me embargó una felicidad enorme.
– ¿Es su mejor faena en Bilbao?
– Todas son diferentes y corresponden a momentos distintos de mi carrera. Mi propósito, creo que lo consigo, es ser mejor torero cada año. Eso es lo que me preocupa. Si fue la mejor o no, no sabría decirle. Pero lo que está claro es que es de las mejores de mi vida.
– Una semana antes firmó una faena bellísima en Alfaro, una plaza que le da buen bajío.
– Alfaro es una de mis plazas, sin ninguna duda. Hay mucha sensibilidad, un ambiente diferente. Es un marco que me invita a torear y a sentir. Todo lo que he vivido allí ha sido maravilloso. Además, tengo grandes amigos a los que quiero mucho y poder compartir todo esto con ellos en su plaza es una maravilla.
– Después pasó por Málaga y fue obligado a dar dos vueltas al ruedo tras su primero.
– Más allá de las orejas, fue una tarde preciosa. Desde el primer toro, con el capote, disfruté muchísimo. Luego, en la faena de muleta, di una dimensión muy importante con un toro muy exigente. A mi segundo le pude hacer cosas muy bonitas mientras duró, que no fue mucho. En conjunto, fue una tarde muy bonita. Maté los dos toros de manera extraordinaria y el público estuvo entregado conmigo. Eso es lo más importante.
– Y ahora que ha tomado perspectiva respecto a esos tres días, ¿ha digerido todo?
– Cuando el toreo se siente de esta manera, cuando la emoción te recorre el cuerpo con tanta intensidad, se necesita tiempo para asimilarlo todo y volver a la normalidad. Soy consciente de lo que ha pasado, pero, sobre todo, de la dificultad que conlleva llegar a esos momentos en los que uno no se cambia por nadie.
– ¿Y ahora cómo se siente?
– Bien, toreando de salón aún tengo emociones muy fuertes. Tener esas sensaciones en el día a día es muy complicado. Tiene que pasar un tiempo. Digamos que estoy recuperándome de las emociones tan intensas de estos días.
– Esta temporada, con los líos de los despachos, muchos aficionados se han preguntado dónde estaba después de Arnedo o de su actuación memorable en Sevilla.
– No es la primera vez que sucede algo así. En esta situación me he centrado en torear, en intentar buscar cada día el toreo que me llena y en mantener el nivel necesario para estar delante del toro como quiero estar. Siempre he estado centrado en lo verdaderamente importante y en lo que está en mi mano. Lo que no está, no lo puedo controlar.
– En los últimos días le han brindado toros Pablo Aguado, Talavante o Fortes. ¿Cómo se siente al notar la admiración de sus compañeros?
– Son toreros extraordinarios y tengo la suerte de que, además, me une a ellos una bonita amistad. Es un privilegio. Me siento muy afortunado de ser compañero y amigo suyo. Entre nosotros hay una relación de admiración mutua.
– ¿Ya está pensando en la siguiente tarde?
– Sigo con mi día a día, asimilando todo lo que he vivido. Sentir lo que sentí delante del toro es muy bonito, es maravilloso. Procuro centrarme en lo realmente importante. Durante mi trayectoria he dedicado tiempo a cosas en las que no debía pensar, que hacen daño y te sacan de tu sitio. Ahora solo quiero disfrutarlo, recuperarme de ese torrente de sentimientos de los últimos días y seguir adelante. Porque el privilegio de experimentar sensaciones tan bonitas delante de un toro y, a la vez, emocionar a la gente, es algo que solo podemos hacer los toreros. Somos unos privilegiados.
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