«Si la directiva y los aficionados creen que no soy el hombre adecuado, me iré sin discutir y sin compensación económica». Las palabras de Rúben Amorim tras caer en la final de la Europa League frente al Tottenham pueden ser premonitorias. El Manchester United no levanta cabeza y ni la inversión multimillonaria realizada este verano salvará a un entrenador luso cada vez más disctutido en Old Trafford. «No voy a dimitir, confío en mi trabajo», dijo entonces en San Mamés. La situación es ahora bien distinta.

Adiós humillante

Con la temporada todavía gateando, los ‘red devils’ no dejan de sumar decepciones. El estreno de campaña ha sido frustrante, con un punto de seis posibles en la Premier League, y una eliminación dolorosa en la EFL Cup (Carabao) a manos del Grimsby Town, conjunto de League Two, cuarta categoría inglesa. «Estoy en shock, porque estamos en un momento de hacer muchos cambios. Necesitamos luchar contra un montón de cosas, pero en estos momentos tenemos que dar la cara. Si no lo hacemos, está claro que algo tiene que cambiar y no van a ser los 22 jugadores de nuevo», aseveraba el ex preparador del Sporting CP después del tropiezo en Grimsby. Mensaje claro y contundente del portugués a sus futbolistas.

Y es que Amorim sospecha que algo se está cocinando en el vestuario. Los jugadores no asimilan los conceptos que intenta implantar desde hace prácticamente un año, cuando asumió el cargo en el Manchester United tras la destitución de Erik ten Hag. La humillación sufrida en la EFL Cup no deja de alimentar los rumores de una salida inmediata del entrenador. La desilusión se ha apoderado de Amorim, que llegó a Old Trafford con la maleta cargada de buenas intenciones y se ha ido desesperando con el transcurrir de los meses: «Mis jugadores me han mandado un mensaje muy claro. No importa si remontas el 2-0 o no. Es cómo hemos estado durante el partido»

Una renovación a medias

Rúben Amorim arrancaba el curso con ambición. Él había moldeado un verano convulso, con muchos cambios en el vestuario y salidas dolorosas como la de Marcus Rashford, pero su lista de peticiones se ha cumplido a medias. El United se ha gastado 225 millones de euros aunque la propiedad encabezada por el magnate Jim Ratcliffe sólo le ha firmado delanteros -Matheus Cunha, Benjamin Sesko y Bryan Mbeumo-.

La plantilla está descompensada. La nómina de centrocampistas es corta, la defensa hace aguas sin Leandro Martínez, lesionado de larga duración, y en la portería hay un agujero descomunal, con André Onana quedando retratado prácticamente a cada partido. Todos los focos apuntan ya a Amorim.