Jueves, 28 de agosto 2025, 23:39
Bajo la penumbra que dibujan el acero y el toro, surgió la luz de una verdad incontestable: la torería irreverente y entregada de David de Miranda. Hubo en su tarde una pulsión de desafío, de esas que nacen cuando la arena se vuelve un territorio hostil y el enemigo se niega a entregar su bravura. Con la quietud de quien entiende el tiempo y el espacio como aliados, el onubense convirtió la mansedumbre en obediencia, templando las embestidas huidizas hasta hacerlas propias, imponiendo su mando sin alzar la voz, con el compás sereno de los que torean desde dentro. Cada muletazo, cargado de poder y sentimiento, se sintió como una declaración de principios, como si en cada natural buscara grabar en el aire una lección de pureza y dominio.
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Segunda corrida de abono de la Feria de Almería.
Casi tres cuartos de entrada. -
Toros:
Jiménez Fortes (salmón y oro), ovación, tras estocada y tres descabello, con un aviso, y ovación, tras pinchazo y estocada; Juan Ortega (teja y oro), ovación, tras estocada y dos descabellos; y David de Miranda (sangre de toro y oro), dos orejas, tras gran estocada, y oreja, tras estocada. -
Ganadería:
Vellosino (1º, 6º) y de Álvaro Núñez (2º, 3º, 4º y 5º bis). De juego dispar. El mejor el primero de la tarde. -
Presidencia:
Francisco Javier Torres actuó como presidente, con Ramón Magaña como asesor artístico y Miguel Martínez como asesor veterinario.
La tarde se abrió en canal con el brillo de sus bernadinas ajustadas, con el capote convertido en bandera en los quites por saltilleras, con la figura erguida que sostiene la verdad del toreo cuando el viento arrecia y el tiempo se detiene. Nada quedó en el albero que no llevara su sello, porque De Miranda no se conformó con pasar el toro: lo conquistó. En medio de la tarde espesa, cuando las sombras aún pesaban sobre la plaza, fue su luz la que atravesó el polvo y el rumor de los tendidos, una luz que no sólo iluminó su faena, sino que recordó que el toreo, cuando se entrega sin reservas, siempre encuentra el camino de la emoción.
El acero o el toro
A Jiménez Fortes le dio la espalda la espada porque cuajó una lucida faena. Con pausa y temple, Jiménez Fortes ‘acarició’ a su primero, que salió algo despistado y sin ganas de pelea, con buenos lances a la verónica en los que fue sacándolo a los medios cuajándolo. Tras tres buenos pares de banderillas, con la franela también impuso el gusto como modo de lidiar al de ‘Tartana’, al que le costó seguir el engaño. El malagueño lo intentó con fortuna por el pitón derecho, con el de Vellosino como si llevara un hilo comunicador con la muleta.
Derechazo de Jiménez Fortes, a un primero toro al que no le cortó orejas por su fallo a espadas.
Baltasar Gálvez
Pasajes de mano baja, poniéndole la muleta, todo muy medido. Tras un ‘engaño’ en la embestida, al natural, se acomodó en el centro del ruedo para enjaretar una faena muy limpia y templada. Profundo, Jiménez Fortes fue echando méritos al esportón, con más tandas con la ‘siniestra’, instrumentado otra tanda de toreo al natural de peso. Lucido con los adornos, el malagueño insistió en exprimir al burel con la mano baja en lances pintureros bien rematados. Cerró sin ayuda hasta cuadrarlo.
Con la presión del triunfo, Jiménez Fortes se encontró con un cuarto andarín, al que logró meterlo en vereda casi en la raya de picadores. El malagueño no pudo lucirse mucho con el percal. Con la franela, se mostró firme y muy dispuesto para, rodilla enterrando las rodillas en el albero, ir metiendo al burel en la ‘vía de embestir’, aunque sin conseguir la transmisión porque a la faena le faltó ligazón por la mala condición del animal. Pese a ello, Fortes consiguió sacarle muletazos a regañadientes, con más interés que resultado. Sin emoción, sacó muletazos sueltos que no llegaron a los tendidos.
Ni en el ruedo ni el sorteo
Como a Fortes, a Juan Ortega también le jugó una mala pasada la espada, perdiendo con el estoque la opción de tocar pelo a su primero. El sevillano, que por la mañana había recogido el premio como triunfador de la pasada Feria, compuso una faena con su firma, falta de epílogo, eso sí. Lucido con el capote, ante un toro que humilló y acudió pronto al engaño, soltaba la cara e intentaba deslucir la faena. La muleta tuvo ángel en sus manos. Con la diestra fue haciendo el primer capítulo de su particular letanía, siendo dueño del ruedo ante un castaño que trataba de puntear el engaño. La virtud de sevillano estuvo en enseñar sin permitir el toque, componiendo series por el pitón derecho, consiguiendo pasajes largos.
Juan Ortega torea a su primero con la derecha.
Baltasar Gálvez
Por el pitón izquierdo, el animal no se dejó mucho. Mermado de la mano derecha, influyó en la embestida. Ortega, que dio tiempo, embelesó al burel que acudió al engaño para cuajarlo por la derecha, con muletazos muy pausados, arrastrando las bandas e imponiendo sus formas. Que no confirmó con el estoque.
El quinto bis, porque el quinto fue devuelto ya con las banderillas puestas, Ortega se encontró un enemigo que salió avisando, desarmando al diestro y a un subalterno con su incierta embestida. Con un tercio de varas alborotado, El sevillano se encontró con un toro con el peligro entre los pitones. Con la intención de tocar la muleta en cada encuentro, convirtió la lidia en un despropósito que Ortega se encargó, como no podía ser de otra forma, acortando la faena.
Ganas de triunfar
David de Miranda tuvo un difícil enemigo, que no se dejó y que huyó de los engaños hasta pasar el segundo tercio, por su mansedumbre. Con el capote y con riesgo, el onubense lo hizo todo. Si no había transmisión, la puso él para conseguir lucirse con un quite por saltilleras, tras un tercio difícil en banderillas por la condición del animal. Rodilla en tierra, en la línea de picadores, De Miranda no rectificó y obligó al de Álvaro Núñez a embestir con ganas, cuajando una faena muy intensa, de mucho dominio, en la que no puso la muleta sólo para hacerle pasar al burel, sino que también logró llevarlo al terreno que el diestro quiso.
Erguido, su actuación ganó en torería y poderío, con buenas tandas por el pitón izquierdo, por el que logró sacar series de naturales de mucho mérito. Dominador y alborotado a la vez, David de Miranda no se dejó nada. Pases cambiados y bernardinas tan ceñidas que no había lugar ni para que pasara el viento, que de vez en cuando soplaba para hacer más llevadera la tarde.
Con el que cerraba plaza empleó la misma verdad del toreo con el que pasaportó a su primer enemigo. Compuesto y firme en cada capotazo, De Miranda se fue creciendo para llegar intacto a la muleta y con el toro ‘ileso’. Sitiado en los medios, se valió de una serie de buenos estatuarios para ‘enganchar’ al burel. El onubense le puso sabiduría para marcar los tiempos de desgaste del animal, no demasiado presto a la pelea. Pese a esa condición, cuajó una buena serie por el pitón derecho, con la velocidad precisa y el resultado deseado. Educando al animal, le fue tapando más que quitar defectos porque por la izquierda no terminaba de entregarse.
La insistencia le permitió sacar pasajes de toreo al natural, con mucha exposición y riesgo. Aspectos que también los tuvo el burel por el derecho, sabiendo lo que dejaba en cada pase. Sin rectificar, cuajó otra faena de mucha firmeza, cerrando con apretadas manoletinas.
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