«La ciudad nos genera conflictos, anhelos, ilusiones y desilusiones. Por eso, más que una carta de amor a la ciudad, la película es una carta para intentar ver cómo podemos seguir. Sería como una terapia de pareja con la ciudad, para encontrar aquellas cosas que merecen la pena», reflexiona Juan Cavestany en relación a Madrid, Ext., una película sinfónica rebosante de belleza y sensibilidad que recorre ese Madrid que no sale en las tarjetas postales y retrata a esos madrileños que no aparecen en los anuncios.
«Es un experimento que intenta aproximarse a la ciudad de una manera posible y, por tanto, con una gran subjetividad. Otro director podría haber ido a los sitios de moda, a los restaurantes más guays, pero yo me he acercado a aquellos lugares que me han atraído siempre. Cosas sobre las que tenía la intuición de que podrían conformar algún tipo de relato. No un relato con tensión dramática, porque no es una película de ficción ni mucho menos, pero sí con una búsqueda consciente de un significado, de un sentido. En todo caso —aclara Cavestany—, tampoco ha habido una intención de evitar ciertas vistas porque eso hubiera resultado extraño. Por ello, también aparecen las Cuatro Torres, Torre de Madrid, Torres Blancas e incluso la Puerta del Sol —que sale pero al mismo tiempo no sale— pero contextualizadas de una determinada manera», explica el realizador madrileño que, desde el primer momento, concibió este experimento como una película sinfónica, motivo por el cual contactó con el músico Guillermo Galván.
El director Juan Cavestany, con gorra, durante el rodaje de ‘Madrid, Ext.’. / Cedida
«Juan y yo nos conocemos desde hace tiempo, porque nos había hecho el vídeo de La deriva para Vetusta Morla —recuerda Galván, guitarrista también de la banda tricantina—. Cuando me propuso hacer la música, le repetí lo mismo que dijo él cuando le comentamos que queríamos que hiciera el vídeo: ‘¿Por qué me llamas a mí? ¿Quieres que te arruine la carrera?'», bromea Galván, que no dudó aceptar la propuesta, no tanto por la seguridad que tenía en sí mismo como compositor como por la confianza en Cavestany. «Sabía que Juan no iba a ir con medias tintas y tenía la convicción de que juntos íbamos a conseguir encontrar cómo hacer la película. Además, para lo bueno y para lo malo, no había nadie detrás del proyecto. No había una tele, no había una fecha de entrega, íbamos a tener tiempo y eso, hoy en día, es un regalo. No sé si volveré a tener la oportunidad de hacer un proyecto como este, tan libre, tan maravilloso y sin fecha de entrega».
Fotograma de ‘Madrid, Ext.’. / Cedida
Música urbana
Antes de comenzar a componer, Galván se preguntó a qué sonaba Madrid y cuáles de los sonidos cotidianos de la ciudad podían incluirse en una partitura de esas características. «Pensamos en el sonido del afilador, los ruidos de los bares, de las cucharas, de los vasos, las campanas de la Almudena, los semáforos… Cosas que podían ser modificadas y trabajadas con las herramientas de 2025 y, a partir de ahí, hicimos ejercicio de intercambio. Juan me pedía: ‘mándame 8 o 9 minutos para ir montando’. Se los mandaba y él me los reenviaba de vuelta con imágenes. Íbamos ajustando de manera muy arcaica, sin código de tiempo, simplemente adaptando la música a las imágenes o las imágenes a la música».
Si Madrid, Ext. no era una visión convencional de la ciudad, su banda sonora tampoco podía caer en el tópico o funcionar como un mero aditivo. «No queríamos rebasar esa línea que separa una película sinfónica de un videoclip, tampoco que la música subrayase demasiado ciertas cosas, o que el montaje estuviera demasiado pegado a lo rítmico», apunta Cavestany, y Galván continúa: «también intentamos huir de aquello que sonara folclórico madrileño, porque no era una película que tuviera que ver ni con la nostalgia ni con lo madrileño. Es más bien un recorrido por un Madrid muy particular, un Madrid que muestra la relación de la gente con sus trabajos, el orgullo de tener tu nombre en tu cartel. En definitiva, una película en la que, aunque haya mucha piedra y mucha arquitectura, también hay mucha coralidad y la gente está retratada con mucha verdad».
Además de proponer un recorrido por sus espacios urbanos, Madrid, Ext. presenta una galería de personajes diversos, a los que Cavestany retrata con una cercanía que los hace aparecer ante el espectador como vecinos de toda la vida. «Aunque solo salgan en un plano de tres segundos, Juan estuvo con esas personas mucho tiempo. Había contactado con ellos antes de rodar, a veces había pasado la tarde en su casa… Esa misma gente rodada de otra manera hubiera sido una cosa muy diferente, pero Juan los ha mirado con mucho respeto y eso es algo muy difícil de conseguir«, defiende Galván sobre un elenco anónimo compuesto por, entre otros, un zapatero, un relojero, un vendedor de muelles, varios camareros, parejas maduras que bailan, una neurocirujana o una arquitecta. Personas que participan en la cinta con una simple mirada o relatando fragmentos de sus vidas, y que comparten una característica común: la gran mayoría son individuos de mediana edad. Lo único que se echa a faltar en una película a la que no le falta de nada, son los jóvenes.
«Podría decir: ‘no, sí que hay jóvenes. Mira ese plano, ese tiene 20 años’, pero no es con eso con lo que te quedas. La razón de esa ausencia puede ser que yo tengo ya 58 años y la gente de 49 ya me parece joven. Y la de 40, ni te digo. En todo caso, el casting no es el de “los colores de Benetton”. Hay un sesgo que creo que tiene que ver con algo cinematográfico, estético, que hace que me parezcan visualmente más interesantes las personas de cierta edad. Puede que sea porque, cuando uno se va haciendo mayor, es cuando va adquiriendo cierto peso, mientras que la gente joven está todavía sin hacer», reflexiona Cavestany, y Galván aporta su personal explicación a esas ausencias: «en mi caso, sí que veo a esa gente joven en la película, pero la veo justamente porque no están. Son esos jóvenes que ayudan a quitar esos carteles de las tiendas que cierran, o los que dicen: ‘mi madre ya no tiene su trabajo y ya no pintamos nada aquí’. No están en la película porque son los mismos que no están en la ciudad, porque han tenido que irse fuera».
El músico Guillermo Galván, miembro de Vetusta Morla, es autor de la banda sonora. / Jerónimo Álvarez
Del Doré a los barrios
Madrid, Ext. ha contado para su producción con una ayuda del Ayuntamiento de Madrid, lo que podría hacer pensar que una película con su sensibilidad y belleza habría limado toda posible crítica a la gestión municipal y a problemas que afectan cotidianamente a sus ciudadanos como los de vivienda, la preeminencia del automóvil o hasta el frecuente cierre de parques en determinadas condiciones meteorológiocas. Responde Cabestany: «Es cierto que ha habido una ayuda a la producción del Ayuntamiento y también lo es que la película se va a proyectar en un encuentro sobre paisaje urbano que este año se celebra en Madrid. A pesar de ello, tengo dudas de que sea esta la película que el Ayuntamiento quiera enseñar, porque no estoy seguro de que el Ayuntamiento quiera que Madrid se parezca a esto. Como dice una de las personas en la película, se está apostando por un Madrid para otros. Un Madrid apátrida, global, de dinero. Un Madrid donde puedas sentirte como en Miami y, aunque no soy una persona de reivindicaciones, ese es un lamento que sí creo que tenemos derecho a hacer. En todo caso, es una película ambigua en lo que respecta a la ciudad, está llena de contradicciones y, además, no las evita. Por eso, como decía antes, creo que lo que plantea la película es pararnos a pensar en qué Madrid queremos».
Fotograma de ‘Madrid, Ext.’. / Cedida
Madrid, Ext., que se preestrena este jueves a las 20:30 en el Cine Doré, llegará a las salas comerciales el viernes 29, fecha también de la publicación de la banda sonora en plataformas digitales, como paso previo a su lanzamiento en vinilo doble. Cumplidos esos compromisos, comenzará un particular periplo de exhibición en el que, de nuevo, tendrán un papel muy importante la ciudad, los barrios y sus moradores.
«La hemos presentado a los festivales que nos tocaba presentar, que fueron Berlín, Locarno y San Sebastián, y no la seleccionaron. Reconozco que, en su momento, fue un bajón, pero eso nos ayudó a darnos cuenta de que la película se tiene que ver de otra manera. La vamos a llevar a los lugares donde se hizo, como el huerto urbano de Manoteras, el Hospital de la Princesa, el Colegio de Arquitectos, a algún museo, a los centros culturales, a los barrios… Entiendo que el título y su naturaleza marcan muchísimo, así que el dilema ahora es ver si esta película tiene vida fuera de Madrid o es solo para madrileños», se cuestiona Cavestany. Galván aporta una respuesta: «Aunque para los madrileños pueda ser un ejercicio de reconocimiento, todas las ciudades están viviendo lo que cuenta la película. En ese sentido, creo que Madrid, Ext. es la historia de todas las ciudades».