¿Por qué cada canción de un disco tiene que contar una historia individual? ¿Por qué hay que dividir los álbumes en compartimentos estancos? La respuesta es muy sencilla y vale para las dos preguntas: no hay que hacerlo. Una banda puede contar una historia completa y única dividida en diferentes temas. Bienvenidos al género de la ópera rock.
Desde los años 60, el rock empezó a atreverse con narrativas más ambiciosas, más complejas. El género ya no era un mero divertimento juvenil, era una forma de arte, de expresión, moldeada por autores legendarios.
Y dentro de la gran variedad que ofrece la música, algunos rockeros se preguntaron por qué no podían contar una historia en un disco, y no diez o doce, compuesta por fragmentos en forma de canciones independientes pero unidas entre sí por un hilo invisible como en un collar de perlas.
Y así surgió la ópera rock. Y algunos de los nombres más ilustres de todos los tiempos han cultivado este género hasta elevarlo a la categoría de culto, en algunos casos. Vivió tiempos de esplendor en los 70, pero en los últimos años, bandas modernas lo han revitalizado. Esta es la historia de la ópera rock contada en cinco partes.
Los fantasmas de la ópera (rock)
The Who ya se había iniciado en el género con Tommy a finales de los 60, pero con Quadrophenia consiguieron una culminación más madura y emocional. Pete Townshend compuso las líneas maestras de esta obra que cuenta la historia de Jimmy, un joven mod que se convierte en fan de la banda.
La ópera rock se presenta aquí con claridad. El hilo narrativo es continuo, con personajes bien definidos y motivos musicales recurrentes. Con ambición estructural y dramática, Quadrophenia sea quizá el paradigma de este subgénero de composición total y única de una historia contada a través del rock.
Pero tuvo que llegar el gran David Bowie para aportar glamur al género. Con su toque espacial característico, el Hombre de las Estrellas nos dejó The rise and fallo f Ziggy Stardust and the spiders from Mars. Aunque aquí la narrativa continua no sea tan explícita, la creación de Ziggy cumple con los arquetipos.
Bowie expandió el género y no lo limitó a tan solo una historia, sino a un solo personaje que recorre el álbum, en este caso, en una nave espacial.
Pocos años después llegó Meat Loaf para dar rienda suelta a su dramatismo en Bat out of hell. El cantante mezcla melodrama, barroquismo y su potentísima y peculiar voz para embarcar al oyente en un huracán de emociones intensas y amores imposibles.
Aunque no sigue una línea narrativa única, sus temáticas centrales, como la hipérbole de verso y su teatralidad, le acercan en un género en el que se desenvuelve como pez en el agua. La versión más grandilocuente del rock nos la dio Meat Loaf en su obra maestra.
Se acababan los 70 y con ellos la edad dorada de la ópera rock, no sin antes que el género emitiera su canto de cisne. Pink Floyd. The wall. Poco más que añadir. Tan cercana a la narración continua estaba una de las obras cumbre de la banda inglesa que hasta tuvo adaptación cinematográfica.
The wall, con su combinación de rock progresivo y psicodelia, con su polifonía casi sinfónica, es la demostración de que el género de la ópera rock no depende tanto del estilo, sino más por la cohesión de su concepto.
Como John Wayne en sus más crepusculares wésterns, la música parecía mirar a la ópera rock como quien mira un atardecer. La luz naranja del final de algo se cernía sobre el género. No obstante, Green Day eligió resistir y en apenas cinco años publicó dos: American idiot y 21st century breakdown.
Del primero todo se sabe ya, pero el segundo haya quizá pasado más desapercibido. La apuesta musical de los californianos fue, aquí, más ambiciosa, con temas que se alejaban mucho de su tradicional pop punk, para contar una historia de amor.