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Cuando sentimos dolor de cabeza, el principio de un resfriado o una molestia muscular, nuestra reacción inmediata suele ser correr hasta el cajón de los medicamentos y autosuministrarnos una dosis de paracetamol o ibuprofeno. Esta no es solo una experiencia individual, sino una verdad colectiva: según datos del Observatorio del Medicamento de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles, los analgésicos —un grupo que también incluye a los conocidos nolotil (Metamizol) y aspirina— se encuentran en la cúspide del mercado farmacéutico en el país, como en el mundo entero.

Su popularidad en los hogares a lo largo de décadas ha provocado que las familias no vean en ellos un riesgo: son efectivos, ya que alivian rápidamente cualquier molestia, y pueden adquirirse en la farmacia sin receta (aunque preferentemente bajo la supervisión de un especialista) y a buen precio. Sin embargo, ahora un nuevo estudio ha demostrado que estos productos básicos del botiquín están alimentando silenciosamente una de las mayores amenazas para la salud mundial: la resistencia a los antibióticos.

La investigación, publicada en Nature, se ha llevado a cabo en la Universidad de Australia del Sur (UNISA), y sus resultados podrían ofrecer respaldo científico a las preocupaciones manifestadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual señala que «la resistencia bacteriana fue directamente responsable de 1,27 millones de muertes globales en 2019«.

«La resistencia a los antibióticos ya no se trata solo de antibióticos»

Desde su primera comercialización a mediados de la década de 1940, los antibióticos han constituido quizá el descubrimiento médico más importante de la historia: estos fármacos hacen que enfermedades que en el pasado eran mortales, ahora puedan curarse. No obstante, su «uso indebido y excesivo», destaca la OMS, ha ido impulsando el desarrollo de patógenos resistentes a ellos. Y esto es algo que se sabe hace décadas.

Condiciones en la Tierra primitiva

Pero, ¿qué ocurre cuando se mezcla el consumo de antibióticos con otros medicamentos? Al evaluar la interacción de los populares analgésicos, paracetamol e ibuprofeno, con el antibiótico ciprofloxacina para tratar la bacteria E. coli, causante de infecciones intestinales, los investigadores hallaron que los dos fármacos «aumentaron significativamente las mutaciones bacterianas», subraya el comunicado de la UNISA. «Cuando las bacterias fueron expuestas a la ciprofloxacina junto con el ibuprofeno y el paracetamol, desarrollaron más mutaciones genéticas que con el antibiótico solo, lo que las ayudó a crecer más rápido y volverse altamente resistentes».

Un problema que podría afectar, sobre todo, a la tercera edad

Aunque todavía se requieren más estudios, el hallazgo podría tener grandes implicaciones para la salud, especialmente en relación a la polifarmacia, como se conoce en el sector médico al uso simultáneo de múltiples medicamentos. Este fenómeno es muy común en hogares donde habitan personas de la tercera edad, a quienes no solo se les recetan antibióticos, sino también fármacos para el dolor, el sueño o la presión arterial. 

Y en ese sentido, la investigación evaluó otros medicamentos utilizados en residencias de ancianos, como el diclofenaco (usado comúnmente para la artritis), la furosemida (para la presión alta) o la metformina (para los niveles altos de azúcar), y concluyó que «la resistencia a los antibióticos es un desafío más complejo de lo que se creía anteriormente».

Ante cualquier duda sobre el consumo de fármacos, incluso de aquellos que no requieren receta para su compra, se recomienda acudir a su médico o farmacéutico.