Viernes, 29 de agosto 2025, 23:55
Diego Ventura se alzó como el auténtico prestidigitador del rejoneo, dueño absoluto de los tiempos y del temple, dibujando una faena en la vetusta plaza de toros de Almería, al cuarto de la tarde, que rozó la perfección. Con un toreo de seda, mágico y preciso, ejecutado a la limón por un auténtico domador y una cuadra fiable de sobra, convirtió cada embestida en un lienzo de arte, llevando al público a la euforia con una doma impecable y un manejo que desbordó elegancia, fuerza y emoción, dejando en el ruedo la esencia más pura de su genialidad. Y encima haciéndolo con potros que serán los Nazarí, Morante, Fino, Gitano o Dólar de las venideras temporadas, con Lío dando paso a los Bronce o Brillante.
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Plaza de toros de Almería:
3ª de la Feria de la Virgen del Mar. Casi lleno en tarde agradable en lo climatológico.
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Rejoneador:
Diego Ventura (tabaco), una oreja, tras pinchazo y un rejón, dos orejas, tras pinchazo y un rejón.
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Toreros:
Alejandro Talavante (nazareno y oro), silencio, tras estocada y dos descabellos, y pitos, tras pinchazo, y Pablo Aguado (verde helecho y oro), 2 pinchazos, estocada y descabello, y dos orejas, tras certera estocada.
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Ganaderías:
Dos de Guiomar Cortés Moura, con buen juego, especialmente el segundo de Diego Ventura, y cuatro del hierro de El Pilar, con poco lucimiento, con embestidas muy dispares. Además, los lidiados en segundo y tercer lugar se lastimaron, mientras el quinto tuvo un comportamiento muy brusco, sin dejarse torear.
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Presidencia:
Francisco Javier Torres actuó como presidente con Ramón Magaña como asesor artístico y Miguel Martínez como veterinario. Iván García y Rafael Rosa, de la cuadrilla de Pablo Aguado, se desmonteraron en su primer toro. Ventura y Aguado salieron a hombros.
De la explosión del rejoneo se pasó a una tarde fría en la que Alejandro Talavante volvió a dejar destellos de su clase, pero sin alcanzar el brillo esperado, recordando que lo breve, si no es intenso, no siempre es bueno. En cambio, la insistencia de Pablo Aguado encontró recompensa en el sexto, con una faena cargada de torería y temple, donde cada muletazo tuvo sabor y cadencia, conquistando definitivamente a los tendidos. Tal vez el premio fue excesivo, pero el sevillano hizo cosas ‘buenas’ con el que cerró la feria, desterrando su ‘mal fario’ en Almería. Todo en una tarde de éxtasis, duelo y entrega en el epílogo de feria.
Éxtasis
Con Guadalquivir empezó la última tarde de la Feria. Diego Ventura, a sus lomos, templó al de Guiomar, ‘doblándose por bajo’, pegado a las tablas, para poner el primer rejón ante un toro al que le faltó fijeza. Aun así, le colocó un segundo rejón en el que dejó al toro galopar para frenar la montura, con mando del caballero sevillano. Con Quirico destoreó y lidió a dos pistas, encelando al burel pegado a las tablas, con el pecho, dejándose llevar para clavar banderillas. Toreó Diego Ventura, con los tendidos metidos en el bolsillo, luciéndose con banderillas para las que también utilizó a Lío, quebrando al toro en la misma cara. Lo enceló, con buena doma, para lidiarlo con la cola como muleta, llevándolo al hilo, con otra exhibición al colocarlas.
Brillante, un lusitano bayo, hizo una exhibición con las banderillas cortas, con un carrusel en el que hizo girar al astado alrededor de la cabalgadura con la que trató de dar muerte con un pinchazo y un rejón entero, que sirvió para poner fin a una faena de calado.
En el cuarto de la tarde, Diego Ventura lo enceló a su enemigo a lomos de Chiado, con temple y ritmo, respondiendo el toro ‘adosado’ a la cola de la cabalgadura. Con Nivaldo, Ventura se lució con un doble quiebro para clavar la primera banderilla. Encelado el segundo de Guiomar, Nivaldo llegó incluso a hacerle una ‘hermosina’ –cambio de grupa en la cara del toro– y pisando terrenos delicados. Si decía Sabina que torear era bailar con los pies, Quitasueños bailó con el toro, que hizo honor a su nombre, Rumbita, acudiendo a los toques que ejecutó el potro que montó el sevillano, que se convirtió en una muleta que se movió a la distancia, haciendo una faena limpia.
Lo anterior fue como si actuase un telonero porque el tramo final de faena fue como para que el público saltar de sus asientos como si estuviese en un concierto. Clásico y emocionante como si el coso de la Avenida de Vilches fuese la Sala Dorada de la Musikverein de Viena. Bronce y Brillante fueron de la Filarmónica. El primero, sin cabezada, fue protagonista porque el que puso en pie a los tendidos con una actuación soberbia, de manejo de Diego Ventura y de obediencia, sin ser mandado, del toro, al que, en una acción de continuidad, ejecutó con un primer pinchazo y un rejón en todo lo alto.
El duelo
Con mucho temple, Alejandro Talavante recibió a su primer enemigo, al que le faltó desplazarse un poco más, pero que humilló en el primer tramo de la lidia. Corto, pero intenso manejo del percal para lidiar por verónicas con una esplendorosa media. El pacense trabajó con oficio para ligarle, con mucho tacto en el movimiento de la muleta, haciéndole tragar. La embestida, incierta y buscando la prensa, impidió que salieran tandas ligadas de naturales, con alguno de destacada plasticidad.
Talavante no tuvo suerte en el lote; Aguado se vació con el que cerró plaza.
Baltasar Gálvez
El pacense empleó la técnica sobre el albero para sacarle una buena tanda de naturales, menos vertical el diestro, más ‘dócil’ el toro, que se rompió la mano izquierda y no dejó que Talavante compusiera la faena esperada, justo cuando el toro empezaba a ‘tragar’.
El jabonero quinto mostró titubeos en el encuentro con el capote del diestro. Poco más pudo hacer, salvo abreviar, porque no hubo lugar para nada más. El pacense no perdió el tiempo; nada había que sacar.
A base de insistir
Pablo Aguado no tuvo facilidades en el inicio de faena del tercero de la tarde, que no mejoró por la invalidez del de El Pilar, con lances a la verónica para iniciar la faena. Sin embargo, Alambisco no quiso colaborar, perdiendo las manos y los cuartos traseros de forma constante. Luego, con la franela, todo se quedó en predisposición del diestro y nula respuesta del cornúpeta, que nunca se entregó ni siquiera hizo por llegar a las llamadas del diestro, que optó por aligerar la faena.
Suave fue la lidia al último toro de la feria, con suavidad y temple en la ejecución de las artes, con chicuelinas al paso para llevar al animal al caballo, donde recibió una buena puya, pese a las protestas del público. Aguado se lució bien componiendo con gusto un quite por delantales, poniendo muchas ganas, al que le puso una b uena media como firma.
Con la muleta, le fue ganando terreno a base de trincherazos y un pase de la firma que terminó con el de El Pilar en el centro del ruedo y con Aguado creyendo. Muletazos largos y de continuidad para que el animal no pensara. Bajándole la mano y templándolo, el diestro sevillano cuajó una buena serie. Pensando que esa era la forma, insistió con la derecha, conduciendo muy bien la embestida y cuajando en intensidad los derechazos. Al natural, logró ponerle la muleta a media altura, pero ligando naturales, en faena con sabor añejo. Variado, utilizó el ‘cartucho de pescao’ a lo Pepe Luis Vázquez para encadenar naturales enroscados de gran belleza. El epílogo lo firmó a dos manos con ayudados por alto y trincherilla muy plásticos.
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