«Porque Madrid, en realidad, no es nada especial. No tiene un gran río. Ni apenas rascacielos. Ni canales, ni lagos. Ni gloriosas ruinas. Ni mar. A Madrid le faltan muchas cosas. Pero tiene la gente por las calles. El rincón inesperado. La variedad. El contraste. La animación constante. Y sus costumbres. Vale la pena levantarse temprano —por una sola vez— para vivir un día la vida de Madrid»; son palabras anónimas de un folleto divulgativo de la segunda mitad del siglo XX, al parecer falsamente atribuidas a Miguel Mihura en los mentideros de la Red de Redes, que bien podrían servir para ubicar, enmarcar o dar contexto a la última película del siempre sorprendente Juan Cavestany. No importa que tengan más de cien años; la ciudad sigue en continúa evolución, desgastándose y erosionándose, construyéndose y enriqueciéndose, como nosotros, caminantes, lo hacemos deambulando por sus plazas, parques y callejones. Cavestany ha decidido retratarlo como peatón, viajero y nómada, y lo ha acompañado de una evocadora y magnífica banda sonora de Guille Galván, compositor, poeta e integrante del grupo Vetusta Morla, donde es letrista y guitarrista. Ambos han hecho un ensayo fílmico más que un documental al uso, una declinación cañí de aquel ‘Berlín, sinfonía de una gran ciudad’, el documental mudo dirigido por Walter Ruttmann en 1927, a su vez inspirado en ‘Kino-Nedelia’ (1918) de Dziga Vertov, solo que valiéndose de una música que proporciona cadencia, hondura, significado y no poca poesía a sus imágenes y testimonios.

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La palabra ‘sinfonía’ quizá resulte la más adecuada para definir lo que han urdido Cavestany y Galván con esta deslumbrante peripecia que semeja, en su tránsito, el recorrido a trompicones por una ciudad fantasma que conserva destellos de viveza y resistencia. Un ‘Gente en sitios’ (2013) peripatético donde su autor asiste a los estragos del tiempo en tiempos de la postpandemia. Un ‘Hoy como ayer’ (M. Ozores, 1956) exento del veneno de la nostalgia. Un ‘Lo viejo y lo nuevo. La línea general’ (S. M. Einsestein, G. Aleksandrov, 1929) desideologizado y sin rumbo concreto. Un ‘Koyaanisqatsi’ (G. Reggio, 1982) estremecedor y, con todo, menos abstracto de lo que podría pensarse. Un artefacto, a grandes rasgos, que disecciona ese paso del tiempo como motor de conversión, generación y destrucción entendida como reciclaje. Como Werner Zerzog recorriendo campamentos y estaciones de la Antártida o la francesa Cueva Chauvet, el cineasta visita pequeños comercios, zapaterías, videoclubes en sus últimos compases, mercerías semisepultadas y barrios desérticos llenos de esos rincones recónditos y conversa con sus responsables y sobrevivientes como un intrépido espeleólogo sacudido por el asombro. Los dos maestros nos acompañan en este personal viaje por la ciudad hechizada, por su parte más castiza y popular, por aquella más afectada por el ritmo avasallador del cambio, con un espíritu que lo acerca a los títulos documentales de Manuel Summers, de la imprescindible ‘Juguetes rotos’ (1966) a la trilogía humorística ´To er mundo e güeno’ (1982-1983), acariciando, a su vez, obras de contenido lirismo y vocación más intimista, como ‘Paradiso’ (O. A. Razzak, 2013), sobre el cierre de la última sala X, el cine Duque de Alba, o el cortometraje ‘Dinosaurios en 3D’ (J. Beiro, 2012), expedición por salas de cine monumentales convertidas en tiendas o gimnasios o directamente abandonadas a su suerte, así como a la reciente ‘Cemento’ (S. Fernández, 2022), otra sinfonía a la ciudad, esta vez con música de José Sánchez-Sanz.

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La ciudad de las mil caras

No hay en la película una intención de denuncia, ni siquiera una voluntad abiertamente crítica, mucho menos propagandística, aunque sí soledad, desencanto y una pizca de sincero dolor, amortiguado por la empatía; más aún cuando trata de comprender su contradicción de raíz, cuando acaricia la posibilidad de lo utópico. Es una reflexión, un paseo rocoso y temerario, la anatomía de un instante congelado, la imposibilidad de detener lo irreversible. Es también el Edgar Neville de títulos como ‘Mi calle’ (1960) y el de sus cuentos y relatos. Llama, si acaso, la atención que el director no se detenga en el Madrid más sórdido y oculto: el de los ‘peep-shows’, los ‘sex-shops’, los ‘afters’ y garitos de intercambio, el más afectado por la crisis, la deshumanización y el avance de las tecnologías, el que ha dejado más cadáveres flotantes. Quizá eso diera para otra película bien distinta, quizá erosionara el tono de esta, más luminoso, pese a todo, apaciguado y reflexivo; tal vez, su previsible oscuridad, no casara del todo bien, más que probable, con la partitura de Galván.

En los comienzos de su filmografía, Juan Cavestany experimentó con un tipo de comedia caricaturesca, ácida y cruel que no acabó de encontrar una respuesta positiva en el público; son los años de las excelentes ‘El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo’ (2004), codirigida con Enrique López Lavigne, y ‘Gente de mala calidad’ (2008). Un público que acabaría reconciliándose con un formato similar a través de la serie ‘Vergüenza’ (2017-2020), creada junto a Álvaro Fernández Armero y coproducida por López Lavigne y, poco después, con ‘Sentimos las molestias’ (2022). Entretanto, Cavestany busca otros cauces en formatos más agradecidos con las propuestas contraculturales, como el teatro o el cine de guerrilla; son los años en los que firma ‘Dispongo de barcos’ (2010), cuya heterodoxia retoma en la citada ‘Gente en sitios’, en la película colectiva ‘Esa sensación’ (2016), codirigida por Pablo Hernando y Julián Génisson, sospechosos habituales; o en la inquietante ‘Un efecto óptico’ (2020). Lo curioso de ‘Madrid, Ext.’ es que, siendo su propuesta más experimental desde ‘El señor’ (2012) y, al mismo tiempo, el complemento inevitable de aquel ‘Madrid, Int.’ (2020), rodado durante la cuarentena del COVID19, mostrando asimismo el otro lado, el posterior, de la desoladora pandemia, resulta coherente en grado sumo con el amplio corpus del cine de su autor: con sus cortos y sus comedias, con proyectos experimentales y sus obras de teatro, con sus series y peripecias más populares. Palpita en sus imágenes una manera única de mirar lo cotidiano, de buscarle el deslumbre más simbólico y reconocible, de entremezclar lo heroico y lo patético con la belleza de la gesta individual en el marasmo colectivo. Proezas anecdóticas, insignificantes, a veces hasta ridículas, pero que conforman aquello que nos alimenta, nos define y da sentido a la existencia; la vida, en suma, con sus luces y sombras, lágrimas y sonrisas, faustosas derrotas y minúsculos triunfos.

Para descubrir ese Madrid secreto que jamás encontraremos en una guía turística

Lo mejor: la microhistoria del videoclub y su propietaria.

Lo peor: tal vez precise de ese tipo de espectador atento y cómplice, en peligro de extinción.

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La Vida Studio

Ficha técnica

Dirección: Juan Cavestany País: España Año: 2025 Fecha de estreno: 29‑08‑2025 Género: Documental Guion: Juan Cavestany Música: Guille Galván Duración: 93 min.

Sinopsis: Ensayo fílmico acerca Madrid y el paso del tiempo, de sus transformaciones y sus contradicciones. Es un homenaje a la ciudad a modo de gran archivo visual y sonoro de sus habitantes y localizaciones donde se cruza comercio y fauna, arquitectura y señoras, mercerías y poetas, constructores y destructores de la capital.

Headshot of Pablo Vázquez

Perdedor con encanto que solo gana cuando se equivoca. Disidente por defecto. Ferris Bueller de Hacendado. Escritor de medio pelo, guionista mal y fan del Nestea. Hooligan de Adam Sandler. Suele vérsele por el Instagram @muypococool, donde expone sus orgullos y vergüenzas. Insiste en no responsabilizarse de lo que piensa y escribe.