La Vuelta está hecha a imagen y semejanza de Cerler. La localidad oscense que da nombre a una cima más mítica que dura está dividida … en dos barrios. Un casco antiguo muy cuidado y una segunda parte de apartamentos y hoteles para turistas. Dos realidades distintas. Como en la carrera. Por un lado se lucha por la etapa, hasta que Juan Ayuso exhibe su talento y la rompe, y por otro se toman posiciones para la general, que sigue con pocos cambios y cortas diferencias. 25 segundos del segundo al décimo. Los favoritos van con la calculadora. Vingegaard cree que le van saliendo las cuentas.
Ayuso rompió ayer las suyas y saca su genio. No quiere oír a nadie. Esa es su celebración. El alicantino se tapa los oídos. Había mucho ruido. A su alrededor y probablemente también en su interior. Run run. Mala relación con Almeida, futuro incierto, el palo del Giro, cambio de agente… Ayuso prefiere no oír. Hizo suya la escapada, la que formó él en el Cantó, el primer puerto, y rompió en Cerler con un primer ataque en la zona dura, a 12 kilómetros de meta. Se le enganchó el italiano Frigo. Al segundo, dos mil metros más allá, ya solo oía los cambios de piñón de su bici.
El ‘dale Juan’ de los aficionados resuena durante la subida. Es el ciclista español con más pegada desde la retirada de Valverde, que ahora es seleccionador y cuenta con él para el Mundial de Ruanda. «¿Cuánto tiempo llevo?», preguntaba al cámara el de Jávea. De su cuello cuelga una medalla de oro del Sagrado Corazón de Jesús que le regalaron sus abuelos cuando nació en Barcelona, en 2002. Vivió hasta los cinco años en Atlanta, luego a Madrid y a Jávea, de dónde dice que es si le preguntan.
Enseguida llegó el coche de su equipo, el insaciable UAE, que quiere llegar a las cien victorias en solo una temporada. 76 y subiendo. En el último kilómetro, Ayuso aprieta el puño, se gira y celebra con sus directores, los que le pidieron ir a La Vuelta aunque no estuviera en su mejor forma. En meta pide silencio. El ruido se acalla con victorias así. «He tirado de mucho orgullo», reconoce.
Llevaba desde 2007 la Vuelta sin visitar Cerler y muchas cosas han cambiado. El asfalto, los inviernos de mucha nieve, el ciclismo, la densidad de población… Ahora solo están censadas 120 personas y un ratón. El más famoso del mundo. El Ratoncito Pérez habita en la calle De la Fuente desde 2018, cuando Ayuso se escapaba del instituto para ver la Volta a la Comunitat Valenciana. Su carrera ciclista ha sido como pasar del colegio a la universidad. Idolatraba a Contador y quiere seguir los pasos de Pogacar. Sueña con el Tour, su territorio. Y el de Vingegaard, el calculador.
«Si hubiéramos querido, podríamos haber luchado por la victoria, pero queremos guardar el equipo para la segunda y la tercera semana», justifica el danés. Defiende la estrategia de correr como si ya tuvieran la carrera sentenciada. Con Roglic les salía bien. Todo calculado. Les ayuda el Bahrein, el equipo del sorprendente líder. Torstein Traeen mantiene el liderato con frialdad escandinava. Llegó a la meta y se abrió una Coca-Cola y un táper como si nada. Landa, que se dejó otro minuto, se tiró al suelo derrengado.
Cerler destapó que en cuanto la carrera se endurece, hay tres ciclistas superiores al resto. El mencionado Vingegaard, el italiano Ciccone y el luso Joao Almeida. El portugués optó por romper la siesta del Visma, que más que controlar la subida medía las pulsaciones. Mandó a Marc Soler acelerar para luego atacar él. Una prueba. Ciccone y Vingegaard responden con nota. Bernal, muy justo, como Kuss. El resto, parece un punto por debajo. Era un tanteo, como en Pal. A meta fueron todos juntos. Menos Tiberi y Gaudu, que llegaron a 14 minutos de Ayuso.
En la salida de Andorra La Vella, atascada por los autobuses de los equipos, un ciclista del Visma encendió a Ayuso, que ayer había asumido con naturalidad que él no venía a La Vuelta a pelear por ganar. Le dijo que no le dejarían entrar en la fuga. Le tocaron la fibra. El orgullo. En cuanto se adentraron en las primeras rampas del ato del Cantó, el alicantino salió como un resorte. Zafarrancho de combate. «Tuve que inmolarme. La primera hora de carrera la hice solo y sufrí un montón». Se le notaba en el puerto final. Se retorcía encima de la bicicleta. Sentía ir lento. Pero todo estaba en su cabeza.
La suerte estaba echada al paso por Sort. Fuga de doce con cuatro minutos de ventaja y su compañero Vine a su lado. El australiano le permitió descansar, le dio apoyo, físico y moral, y le preparó el terreno. Atrás quedaron Frigo, segundo como el año pasado en Yunquera, Raúl García Pierna, tercero, y sin rastros de fatiga del Tour; Tejada, Howson, Sepulveda, Vermaerke, Rolland, Quinn, Nicolau y el genial Pedersen, que sigue asegurándose el maillot de los puntos, su objetivo, a la espera de ver si mañana en Zaragoza puede lograr el triunfo que se le resiste. Por detrás, un pelotón tranquilo. Tardan casi 29 minutos en coronar Cerler. En 1996, Oliverio Rincón lo hizo en 28. Es de las pocas marcas que resisten al paso del tiempo. De una generación de récord.