La vorágine no remite pero John Boyne (Dublín, 1971), autor de la celebérrima ‘El niño con el pijama de rayas’, además de figura prominente de … la comunidad LGTBIQ+ en el ámbito anglosajón, se mantiene firme y no pierde la tranquilidad. Hoy sale a la venta su novela ‘Una escalera hacia el cielo’ (Salamandra) y se ha prestado a responder a EL CORREO un cuestionario por email. Lo que no desea es hablar por teléfono y tampoco venir a España para promocionar su libro. La polémica con la comunidad trans motivada por su alineamiento público con los postulados de J. K. Rowling en un artículo de opinión, que se publicó en julio y nada tiene que ver con la temática de su novela, ha levantado tanta polvareda en Reino Unido que ahora evita charlar con nadie que no sea su familia.

Lo cual no significa que esté aislado ni que quiera que la traducción al castellano de ‘Una escalera hacia el cielo’ pase sin pena ni gloria. «He sacado mis mejores libros en los últimos tiempos. Ahora no tengo previsto bajar la calidad», deja claro cuando se le recuerda que Kazuo Ishiguro asegura que la mejor etapa de un escritor termina al llegar a los 60 años. Siempre se ha sentido orgulloso de su trabajo, especialmente de esta nueva novela de 432 páginas, que cuenta la historia de un escritor sin talento ni moral. Un psicópata capaz de todo por alcanzar la inmortalidad literaria. Como en la mayor parte de su obra, el dolor de los más débiles flota en el ambiente. Se respira y se mete hasta la pituitaria desde el primer capítulo.

Boyne es un autor que ha abordado lo mismo el Holocausto que los abusos sexuales. Le interesa y hasta obsesiona distinguir el bien del mal, lo correcto y lo errado, sobre todo cuando el asunto le toca de cerca. Y la diversidad sexual es uno de esos temas en los que opina sin vacilar: «Todos los seres humanos deben tener los mismos derechos. Eso sí, en el caso de colisión tienen que prevalecer los derechos de las mujeres que lo son por nacimiento. También creo que los niños no deben someterse a experimentación médica. Por estas opiniones válidas y legales, que he tenido siempre, estoy sufriendo el acoso de extremistas que afortunadamente no representan a toda la comunidad trans. Hay gente horrorizada con los disparates de activistas que, en su mayoría, ni siquiera son trans». Y en cuanto a J. K. Rowling, se reafirma en lo que ya escribió en su artículo publicado el 27 de julio en ‘The Irish Independent’. «No la considero una radical. Simplemente está intentando proteger a las mujeres y mantener espacios seguros para ellas».

Premio LGTBIQ+

En las últimas semanas no solo se le ha eliminado de la lista de candidatos al Polari, un galardón literario del colectivo LGTBIQ+ de Reino Unido. La indignación por haberlo nominado ha llevado incluso a la suspensión de la actual edición del premio. Las protestas de otros postulantes, la dimisión de dos jueces y la carta abierta de más de 800 escritores y profesionales del sector no dejaron otra alternativa a los organizadores del Polari. Entre los firmantes más conocidos de la misiva colectiva y condenatoria, organizada por Niamh Ní Mhaoileoin y Emma van Straaten (que han publicado su primer libro esta temporada), destaca Alice Oseman, que se define como asexual y es autora de ‘Heartstopper’, una novela gráfica sobre identidad e inclusión.

«No podemos dejar que nos callen. Las instituciones culturales deben oponerse a las tácticas de acoso e intimidación adoptadas por los activistas. Pueden tener razón y pueden tener algo importante que decir, pero silenciar a los escritores o los artistas no es la manera de hacerlo. Eso es censura. Si actúan así es porque no creen en la libertad de expresión y pensamiento». Boyne ejerce esas libertades desde que empezó a escribir sistemáticamente a los 13 años. «La literatura me lo ha dado todo en la vida», advierte un hombre que como lector tiene debilidad por «los libros que cuestionan tu criterio, que te hacen ver el mundo de una forma distinta a la que estás acostumbrado».

Esa necesidad de ir más allá de lo conocido le llevó a profundizar en la realidad trans y publicar en 2019 ‘Mi hermano se llama Jessica’, una novela que lo puso en el punto de mira. No solo se le acusó de apropiación indebida por no ser transgénero, sino que también se le reprochó el uso del género masculino en el título y haberse centrado en la percepción de la familia de Jessica y no tanto en la transición de la protagonista. «Nunca me he arrepentido de esa novela. Sé que ha ayudado a muchos jóvenes. Es un libro lleno de compasión y empatía. Si los críticos se tomaran la molestia de leerlo, igual se daban cuenta».

A la espera de que se aquieten las aguas, se siente arropado pero no quiere desvelar el nombre de los colegas, editores y periodistas que le apoyan. «Si lo hago, serían el blanco de ataques. Sería injusto ponerlos en esa situación. Hay gente capaz de destruir tu vida si no sigues sus reglas».