La reciente muerte de Terence Stamp nos lleva a repasar algunos aspectos de su misteriosa vida, como el del día que conoció a quien sería su única esposa, aunque tuvo una existencia llena de ocultas relaciones femeninas. El gran actor británico rodó en España una película a las órdenes de Pilar Miró, cuyo encuentro estuvo salpicado por la extrañeza de ella cuando se lo propusieron como protagonista.
Fue Terence Stamp un actor capaz de interpretar personajes de muy diversa catadura, aunque prevalecieron los villanos, u otros en los que predominaba el misterio. Su enigmática mirada era un arma que utilizaba para remarcar la idiosincrasia de esos tipos. Dase la circunstancia psicológica que también en su vida privada Terence se manifestaba como un ser introspectivo, poco amigo de contar a nadie sus pensamientos. Ni qué decir que nunca con los periodistas de mostró receptivo para hablar de sí mismo y mucho menos de sus múltiples amores, los que llevó a cabo a la chita callando.
Rodaba en Australia la película «Las aventuras de Priscilla», fechada en 1994 cuando en la localidad de Bondi tuvo necesidad de ir a una farmacia. Se prendó nada más entrar en ella de quien lo atendió solícita. Ella se llamaba Elizabeth O Rourke. El amor surgió entre ambos de una manera rápida, aunque los compromisos del galán, que lo obligaban a viajar de un país a otro, retrasaron la boda de la pareja, que tendría lugar en el año 2002.
Hasta que se encamó con la farmacéutica, ya decíamos que Terence Stamp llevó sus amores con absoluta discreción, al punto de que, siendo un actor muy conocido, tanto en Gran Bretaña y los Estados Unidos, y prácticamente en medio mundo, los reporteros no conseguían sorprenderlo con alguna de sus muchas parejas. Sólo se descubrió la convivencia que mantuvo con dos mujeres importantes. La primera, Julie Christie (la maravillosa Lara de «Doctor Zhivago») con quien rodó en 1967 «Lejos del mundanal ruido». Un filme en el que Terence incorporó la figura de un sádico sargento maltratador. La segunda de esas féminas sería una modelo llamada Jean Shrimpton, a quien por su delgadez apodaron «La Gamba». Al producirse la ruptura con ella, Terence se marchó a la India una larga temporada, a meditar con un maharishi, como hicieron algunos de los Beatles. Se pensó que la razón de ese viaje era por una posible depresión sentimental. La verdad era otra: no lo contrataron en el cine por un tiempo. Y el motivo por el que Jean «le dio puerta» fue al enterarse de que él se aprovechaba de ella llevándose un porcentaje de ciertos contratos publicitarios que firmaba en nombre de «La Gamba».
Terence Stamp era lo que vulgarmente se conoce como un tipo raro. Es posible que su carácter extraño, enigmático, se debiera a su educación infantil. Su padre era marino mercante, pasaba muchos meses fuera del hogar, tanto es así que el pequeño Terence fue criado y educado bien por su madre, su abuela y unas tías. Quizás ello influyó en ser un chico retraído.
Lo de ser actor fue una decisión algo tardía, pues antes de serlo fue publicista y asistente de un jugador de golf.
Sabiéndolo seductor de muchas mujeres sorprendió que en 1994 fuera protagonista en «Las aventuras de Priscilla, reina del desierto» en el papel de Bernadette, mujer transgénero de mediana edad. Cuando fue interrogado por los periodistas del por qué había aceptado aquel guion, confesó: «Tengo una especie de lado femenino más desarrollado en mi naturaleza y en esa película tuve la oportunidad de explorarlo a sabiendas». Declaraciones a la agencia Reuters que dieron pábulo a que fuera bisexual, lo que conociendo su oscuro y profuso historial amoroso carecía de veracidad.
Muy posiblemente sus escapadas fuera del hogar en busca de nuevos amores dieron al traste con su matrimonio, el único como decíamos que tuvo. Al divorciarse en 2008 de Elizabeth O Rourke, él contaba con sesenta y nueve años en tanto la farmacéutica tenía treinta y tres. En adelante, suponemos que el actor mantuvo otras relaciones, ninguna desde luego publicitada.
En 1991 es cuando vino a España para rodar «Beltenebros», con un argumento procedente del libro del mismo título original del académico Muñoz Molina. Se comentó entonces que, pese a su prestigio, Terence Stamp llevaba unos meses sin contratos. Es además cierto que Pilar Miró, directora de la película, no estuvo al principio de acuerdo en que el galán inglés fuera protagonista de la historia, asegurando que fue el productor, Andrés Vicente Gómez, quien se lo había impuesto.
El rodaje de «Beltenebros» estaba paralizado porque durante seis meses no se había encontrado al actor principal. Fue cuando el mentado productor de fue a Londres en busca de alguno. Resulta que al hotel que ocupaba llegó quien estaba al corriente de tal circunstancia y se presentaba para ver si era elegido. Se trataba de Terence Stamp.
Aun consciente de quién era Stamp, Pilar Miró lo trató al principio con desdén. Aguantó él los desaires de ésta. Quien para que hiciera la película le obligó a que engordara, que perdiera la tez morena de su piel, se cortara el pelo y se dejara crecer bigote. Con humildad, estoicismo y buen humor, Terence aceptó esas disposiciones. Ambos acabaron el rodaje mejor que al principio. Stamp dio una lección de disciplina y talento.
Era un hombre culto. Escribió tres libros superventas: una novela, una autobiografía y curiosamente otro dedicado a recetas de cocina.
Aquel actor que fuera en su juventud un «sex-symbol» acabaría siendo un actor de carácter. Su última película es de 2021, «Última noche en el Soho».