La primera alarma saltó cuando Valentin Paret-Peintre, compañero de Mikel Landa en Soudal Quick-Step, se bajó en la cuarta etapa de La Vuelta 2025 por «enfermedad». Ese mismo día, Carlos García Pierna (Burgos Burpellet BH) se retiraba por un virus.

A las 48 horas, un compañero de Paret-Peintre, Pepijn Reinderink, también se iba a casa, también enfermo. Después, Simon Carr (Cofidis), al que acompañó este sábado camino de Zaragoza su compañero Oliver Knight.

Luca Vergallito (Alpecin-Deceuninck) se iba a casa sin llegar a Cerler, mientras en Burgos se sucedían las retiradas: Daniel Cavia -este viernes-, Eric Fagúndez -el sábado- y un Mario Aparicio al que fuentes consultadas por Eurosport España sitúan «en las últimas» y amenazan con dejar a uno de los invitados a la carrera con cuatro integrantes para las dos últimas semanas.

En duda está también el origen real de otros dos abandonos: Koen Bouwman (Jayco AlUla) y Arjen Livyns (Lotto), que se fue también de la prueba con molestias estomacales y fiebre.

¿PERO POR QUÉ EL CICLISMO ES TAN SENSIBLE A VIRUS Y ENFERMEDADES RESPIRATORIAS?

La realidad es que esta situación se lleva viviendo en el ciclismo mucho antes de la pandemia del covid y responde a dos factores principales, que en realidad son uno: el hecho de que los corredores compiten siempre unos cerca de otros... y la convivencia estrecha, en espacios cerrados y compartiendo habitación, de los compañeros de equipo.

Hasta hace pocos años, era lo normal que varios conjuntos se juntasen en el mismo comedor para la cena o el desayuno, o que los corredores fuesen en habitación doble. En los últimos años, los equipos más pudientes han procurado tener salones independentes para comer -o bien hacerlo en sus propios camiones cocina-, aislar a los corredores en habitaciones individuales ante cualquier mínima sospecha o, de modo más extremo y con mejores medios, hacer que siempre duerman solos.

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