En una parcela en pendiente y abierta al horizonte mediterráneo de la Costa Blanca, Pascual Giner Arquitectura y el estudio de interiorismo Auñón Cabrera han dado forma a una vivienda concebida como segunda residencia para una pareja holandesa. El encargo consistió en crear un refugio de vacaciones que combinara “serenidad, materiales nobles y una integración total con el paisaje”. Dicho y hecho.
Oleh Kardash Horlay
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El proyecto se levanta con una geometría de planos horizontales que acompañan la topografía del terreno. Esta estrategia genera una secuencia escalonada de tres niveles y un total de 234 m² construidos, distribuidos en planta baja (122,76 m²), planta alta (75,07 m²) y un nivel inferior de 36,08 m² destinado a garaje y espacios auxiliares. A la superficie interior se suman más de 236 m² de exterior, con porches, terrazas y una piscina de 36 m² que funciona como prolongación natural de la casa hacia el paisaje.
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La voluntad de integración se refleja en la continuidad del pavimento, que recorre todo el interior y se prolonga hacia las terrazas, diluyendo la frontera entre lo doméstico y el entorno natural. Esa relación se refuerza con aberturas precisas que alternan la amplitud de las vistas panorámicas con rincones protegidos, equilibrando privacidad y conexión con el mar.
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La materialidad se convierte en el hilo conductor de la propuesta. Los muros de travertino, densos y tectónicos, anclan la vivienda al terreno y dialogan con la calidez de la madera de roble, presente en revestimientos y en mobiliario diseñado a medida. La combinación de ambos materiales transmite continuidad, textura y sobriedad, y evita la necesidad de recurrir a elementos decorativos superfluos. «La vivienda no aspira a imponer una imagen, sino a construir una experiencia de habitar desde la materia, la luz y la geometría», señalan desde el estudio.
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En la planta baja se concentran los espacios de uso diurno. La cocina, el comedor y el salón se organizan en una secuencia continua, marcada por líneas depuradas, la ausencia de falsos techos y mobiliario de carpintería a medida. La iluminación integrada, siempre indirecta, resalta texturas sin robar protagonismo a la arquitectura. La planta superior acoge las estancias privadas, donde la madera de roble se combina con tonos neutros y textiles naturales. La misma coherencia material se repite en los baños, donde el travertino envuelve paredes y suelos, y la luz natural se filtra de manera controlada para reforzar la sensación de recogimiento. En el nivel inferior, el garaje y los trasteros completan la funcionalidad de la vivienda sin interferir en la experiencia principal del habitar.
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El proyecto presta especial atención a la relación entre interior y exterior. Las terrazas actúan como estancias adicionales que extienden la vida cotidiana hacia fuera, con un mobiliario que responde a la misma paleta de materiales nobles. El porche principal, protegido pero abierto al mar, establece un punto intermedio donde la vivienda se funde con el paisaje.
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La piscina, de 36 m², es otro de los elementos protagonistas. Su presencia refuerza la continuidad visual del pavimento y refleja el cielo mediterráneo, completando la idea de una arquitectura que ha buscado en todo momento mimetizarse con el entorno.
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