«Espero no parecer ingenuo, pero no temía repercusiones. Confiaba en que, en manos de Olivier y del guión, esta historia se contaría de forma inteligente, con matices y cuidado». Jude Law, que ha pasado por el Lido para presentar El mago del Kremlin, con voz tranquila aclara inmediatamente en la rueda de prensa lo que muchos se preguntaban: no tenía miedo de interpretar a Vladimir Putin. Nadie quería buscar un revuelo mediático: «No buscamos la polémica por la polémica. Es un personaje de una historia más amplia. No pretendíamos definir nada sobre nadie».
La película de Olivier Assayas, presentada a concurso en el Festival de Venecia 2025, está basada en la novela de Giuliano da Empoli, que obtuvo el Gran Premio del Romano de la Academia Francesa. No se trata de un biopic, sino de una narración a medio camino entre la realidad y la ficción que cuenta el ascenso y la consolidación del poder ruso postsoviético. La historia se ve a través de Vadim Baranov, interpretado por Paul Dano, un asesor político inspirado en Vladislav Surkov, el arquitecto propagandístico del Kremlin.
Assayas, que rueda por primera vez en inglés, explica que no quería contar la historia de un hombre, sino la de un sistema, la historia de la «transformación de la política en el curso de nuestras vidas». Y continúa: «La película trata sobre todo de cómo se inventó la política moderna. Parte de ese mal surgió del ascenso al poder de Vladimir Putin en Rusia. Hemos hecho una película sobre en qué se ha convertido la política y sobre la aterradora y peligrosa situación en la que todos nos sentimos envueltos. Esto se aplica a muchos líderes autoritarios». Para la película, Assayas eligió Riga (Letonia) como escenario, ya que rodar en Rusia era imposible.
Para Law, Putin era «un papel enorme, un Everest que escalar». Su interpretación no es una imitación: el actor construye un personaje que evita las caricaturas y más bien da la medida de un líder silencioso y calculador, experto en utilizar el lenguaje del poder. «Olivier y yo hablamos de que no debía ser una interpretación de Putin y él no quería que me escondiera tras una máscara protésica. Intentamos buscar un parecido conmigo», explica Law. «Es increíble lo que puede hacer una peluca bien hecha».
Junto a Dano están Alicia Vikander en el papel de Ksenia, Tom Sturridge, Will Keen y Jeffrey Wright. El guión lleva también la firma de Emmanuel Carrère, que trabajó con Assayas en la adaptación del libro.
Paul Dano recibió el encargo de entrar en la mente del hombre que manipula todo, incluso la oposición, para consolidar el poder del zar. Lo hizo, explica, sin maniqueísmos: «No creo que sea necesario buscar un lado positivo, sino que hay que estar dispuesto a descubrir el sentido del personaje. Si uno se limitara a etiquetar a un personaje como Baranov de villano, sería una simplificación excesiva que haría más mal que bien. Tenemos que preguntarnos: ¿por qué?».
Para Wright, El mago del Kremlin no sólo trata de Rusia, sino también de su país en la actualidad. «Esta película trata de un lugar concreto, pero tiene implicaciones globales para todos nosotros. Hay una historia rusa específica y una historia estadounidense específica. Sí, hemos tenido impulsos hacia el fascismo, la autocracia y todo tipo de pecados. Pero lo que tuvimos desde el principio, incluso dentro de los pecados originales y esa realidad grotesca, fue la idea de que podíamos ser mejores», explica el actor. «Si eso se pierde, como está ocurriendo ahora, nos convertimos en lo que vemos en la película».
Este año en el Festival, el tema del poder autoritario no se limita a la película de Assayas. Figuras como Gadafi –evocado por el documental Mi padre y Gadafi, de Jihan K– y Ceaușescu, en el centro de Milk Teeth, de Mihai Mincan, ambientada en los últimos días de la dictadura rumana, aparecen en pantalla de diferentes formas. Con Duse, Pietro Marcello traslada en cambio al espectador a la Italia de principios del siglo XX, cuando los aires del fascismo empezaban a hacerse sentir. Un signo de los tiempos: en una época de democracias atacadas, el cine vuelve a los tiranos de la historia para mostrar cómo el poder sigue alimentándose de narrativas y manipulaciones.