Lunes, 1 de septiembre 2025, 00:10

¿Cuándo un personaje de ficción puede llevar al ostracismo a su autor? Generalmente, cuando su impacto cultural trasciende la obra original de éste y los ciudadanos lo reconocen e identifican de forma instantánea, incluso sin conocer la identidad del creador, gracias a la calidad del producto cultural que lo contiene, a su exposición en la trama, a la conexión emocional que crea con los lectores y, sobre todo, al impulso global propiciado por una publicidad y divulgación acertada. Este es el caso de ‘Tarzán de los monos’ y de Edgar Rice Burroughs, conocido el primero en todo el planeta gracias al cine y minusvalorado el segundo a causa de la fama de su creación literaria.

A los 150 años de su nacimiento, que se cumplen este lunes de septiembre, el escritor de Chicago, exitoso al tener millones de lectores y, obviamente, a sus contrastadas aptitudes para la narración que lo convirtió en un escritor muy prolífico, está lejos de figurar en el cenotafio de las letras en el que se encuentran las grandes figuras de la literatura estadounidense: Herman Melville, Nathaniel Hawthorne, Mark Twain, William Faulkner, F. Scott Fitzgerald, John Steinbeck, etc. No lo ha conseguido a pesar de ser uno de los escritores más leídos y fecundos.

La divulgación y las ganancias de la industria editorial, de las que Burroughs va sobrado, no garantizan el reconocimiento académico a pesar de que se posean indiscutibles cualidades para la narración. Si a ello se suma que el ‘Tarzán de los monos’ cinematográfico (desde la primera versión de 1918 hasta las restantes) es mucho más blando y moderado que el creado por el autor estadounidense, caracterizado por su mayor complejidad y retorcimiento, podemos entender el abismo que separa al personaje en su doble faceta y el éxito en la gran pantalla de una figura mucho más agradable y plana.

El primer acercamiento a Tarzán (‘Tarzán de los monos’) se convirtió en una Serie de 24 novelas de aventuras dedicadas al personaje y escritas entre 1912 y 1965 (‘El regreso de Tarzán’, ‘El hijo de Tarzán’, ‘Historias de la jungla’, etc,). Sin embargo, y a pesar de la fascinación del personaje y la absorción de su propio autor por el mismo, Burroughs fue mucho más que el creador de uno de los iconos más famosos del mundo.

Autor de una obra amplia que incluye numerosos volúmenes dedicados a la ciencia ficción, género que lo definió como escritor; novelas acerca del viejo oeste, relatos históricos y numerosos textos extemporáneos e improcedentes, su inspiración nació de una agitada vida en la que fue soldado en el Séptimo Regimiento de Caballería en Fort Grant, buscó oro en California, fue cowboy, vendedor, contable, y corresponsal de guerra, completada con numerosas lecturas de revistas de aventuras, las denominadas «pulp fictions».

La segunda Serie más extensa y famosa de Burroughs fue la ‘Serie Marciana’ (‘Una princesa en Marte’, ‘Dioses de Marte’ y otras nueve más), seguida de la ‘Serie de Venus’ (‘Piratas de Venus’, ‘Perdidos en Venus’, etc.), de la de ‘Pellucidar’ (‘En el corazón de la Tierra’, ‘Regreso a la Edad de Piedra’, etc.), de la de ‘Caspak’ (‘La tierra olvidada por el tiempo’, ‘La gente del tiempo perdido’, etc.), de la de la ‘Luna’ y de otras obras de ciencia ficción como ‘El continente perdido’, ‘Los hombres monstruo’ y ‘Más allá de las estrellas’. A la par escribía novelas de aventuras en la jungla como ‘El eterno salvaje’, del Oeste como ‘El jefe de la guerra’, históricas como ‘Yo, bárbaro’ y otros numerosos trabajos literarios.

La obra de Burroughs incluye copiosos textos, cerca de 90 libros, numerosos artículos de prensa y otras muchas publicaciones. El contador de historias fue también un gran innovador y empresario, gestionó su propia obra, creó su editorial y administró las ventas y la publicidad de la misma. La audacia visionaria del escritor estadounidense se plasmó en una clara conexión con los lectores de su tiempo y con un gran atractivo para las generaciones actuales. Comunión conseguida también con una prosa dinámica y resolutiva; con relatos y descripciones que transportaban a los lectores a mundos totalmente nuevos; con una desbordante imaginación sin límites; con entretenimiento vinculado a valores como el amor, la bondad, la justicia, la lealtad, la nobleza y el respeto a la naturaleza y, finalmente, con iluminaciones y sueños que anticiparon ideas científicas y sociales vanguardistas para su tiempo.

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