El pasado 30 de julio, un potente terremoto sacudió la península de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia. Con una magnitud de 8,8, este evento sísmico se sitúa entre los diez más intensos jamás registrados desde que existen estimaciones instrumentales. Pero lo más impactante no ha sido solo su fuerza inmediata, sino los efectos prolongados que sigue generando en todo el planeta. Jordi Díaz Cusí, investigador en sismologia experimental del Instituto de Geociencias de Barcelona (Geo3Bcn – CSIC), señala en un artículo de ‘The Conversation’ que podemos decir que el planeta se «hincha» y «deshincha» cada 20,5 minutos como resultado de la energía liberada por el terremoto de Kamchatka.

Una ruptura colosal en las entrañas de la Tierra

El seísmo se originó por una ruptura de aproximadamente 600 kilómetros en una falla geológica. El deslizamiento de las placas tectónicas alcanzó desplazamientos superiores a los 10 metros, liberando una inmensa cantidad de energía que no solo sacudió el suelo ruso, sino que también puso en movimiento a la Tierra entera.

Un español señala cómo el planeta se «hincha» y «deshincha» cada 20 minutos: las secuelas del terremoto de Kamchatka

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Vibraciones globales: una sinfonía sísmica que no se detiene

En estaciones sísmicas tan alejadas como la de San Pablo, en Toledo (España), los sismógrafos continúan detectando ondas sísmicas generadas por aquel evento más de veinte días después de su ocurrencia. Cusí explica que estas ondas provocan una sutil, pero constante, oscilación del planeta, que se dilata. Se trata de un fenómeno conocido como el modo 0S0.

Ondas que viajan alrededor del mundo

Tras un terremoto de gran magnitud, las ondas sísmicas generadas recorren el globo varias veces antes de atenuarse. En el caso del sismo de Kamchatka, se han registrado hasta cuatro recorridos completos en ambos sentidos, lo que significa que estas ondas han viajado más de 150.000 kilómetros —una distancia superior a un tercio del trayecto entre la Tierra y la Luna.

En estaciones sísmicas como la de San Pablo, en Toledo, estos ecos lejanos permiten trazar con precisión cómo se propagan las ondas. Algunas lo hacen directamente por el hemisferio norte, mientras que otras toman el camino inverso, pasando por el sur. En todos los casos, las ondas de mayor amplitud suelen ser las que viajan más cerca de la superficie terrestre.

Una Tierra en resonancia

Cuando un terremoto tan potente sacude el planeta, la energía liberada no desaparece de inmediato. La Tierra entra en un estado de resonancia, similar al de una campana que continúa vibrando tras haber sido golpeada. Estas vibraciones, detectables mediante sismómetros altamente sensibles, ofrecen una valiosa oportunidad para estudiar la estructura interna del planeta.

El modo 0S0, en particular, es un tipo de oscilación global que afecta al radio terrestre. Cada 20,5 minutos, el planeta entero se expande y contrae ligeramente, como si estuviera respirando.

Más allá del evento: ciencia en cada onda

Lejos de ser una simple curiosidad geológica, estos fenómenos ofrecen información crucial sobre el interior de la Tierra. Cada vibración, cada rebote de onda registrado por la red sísmica global, actúa como una radiografía natural que permite a los científicos profundizar en el conocimiento de las capas más inaccesibles del planeta.

La sacudida de Kamchatka, por tanto, no solo dejó una marca en la superficie terrestre, sino que también puso en marcha una serie de procesos que siguen revelando la complejidad y sensibilidad del sistema planetario en el que vivimos.

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