Por si había alguna duda, Jonas Vingegaard exalta su liderazgo en la Vuelta a España, decreta su hegemonía e impone una única ley. La suya. Es un ciclista en constante reafirmación, como si necesitase compararse en el espejo con las glorias de Tadej Pogacar, … que se exhibe en el Tour, el Giro, Flandes, Lieja y cualquier escenario en el que surja una cuesta. Vingegaard está en esas. No quiere cálculo, especulación, arte rácano… Pretende ganar la Vuelta a todo volumen. En la suave subida de Valdezcaray, en un diluvio sobre la montaña riojana, el nórdico aporta una hermosa sorpresa. Ataca de lejos, al principio del puerto, a lo Pogacar, y atrapa su segunda etapa. Es el patrón.
«No había nada previsto, pero me sentía muy durante todo el día y pedí a mi equipo que me lanzase», aclara el favorito. El plan se ejecutó mientras el diluvio caía en la zona de Ezcaray, sus veraneantes aún felices, turistas de montaña. En el giro de izquierda con destino a la cumbre, el estadounidense Jorgenson acelera durante un minuto, pone en fila al pelotón y Vingegaard vuela.
Es el derrote del ganador de los Tours de 2022 y 2023. Hachazo seco, el medidor de watios a reventar y un séquito de perseguidores con la lengua fuera. Aguanta Ciccone durante unos minutos, después cede. Es encomiable la actitud del Lidl-Trek en la Vuelta, trabajo sin descanso para sus líderes, que no terminan de acertar con la portería. Hoy Vingegaard tenía dinamita en las piernas y canceló cualquier pronóstico.
«No he mirado aún los datos, no sé si ha sido mi mejor día de la temporada, pero seguro que no ha sido el peor», aclara cordial y educado en la sala de prensa.
Por detrás persigue Joao Almeida, una constante en su vida, ritmo diésel, sin la pegada de los grandes, ciclista eficaz, profesional. Arrastra a su espalda a un séquito diverso, en el que se incrustan dos jóvenes españoles con ganas de ser alguien, Markel Beloki (el hijo de Joseba) y Raúl García Pierna (hijo de otro ciclista, Félix García Casas).
Pero al portugués Almeida no solo le escuece el ataque voraz de Vingegaard, su nivel superior. «Eché en falta a mis compañeros. Nadie estuvo conmigo al final», lamenta entre respuestas y monosílabos. No están dos ganadores de etapa, Juan Ayuso y Jay Vine, y otro habitual de las subidas, Marc Soler.
Vingegaard acelera a por todo, exprime sus pulmones, también quiere el maillot rojo de Torstein Traeen, que todavía aguanta (37 segundos de ventaja). «Me sentía bien, le he hecho caso a mi instinto», cierra el vencedor.