Hasta él acepta que ha entrado en otra dimensión. A los 28 años, Jaume Munar (Santanyí, 1997) se ha redescubierto en un tenista más capaz, con mayor ilusión, mejor técnicamente y con una madurez que lo ha impulsado donde el talento y la competitividad … no le habían llevado a principio de la veintena:dentro de los 40 mejores del mundo y en sus primeros octavos de un Grand Slam. Y en el USOpen, donde hace un año era el 84 del mundo, no había pasado de la primera ronda desde 2018. Un nuevo Munar que vive su mejor momento.

Hubo que atravesar un proceso largo, de creérselo todo (finalista de Roland Garros júnior), enseguida en el top 100, a asimilar que había «deficiencias a nivel tenístico» aunque las supliera con carácter y capacidad competitiva; 52 del mundo en 2019 fue su techo. Cuando empezó a ver que la ilusión se perdía, que se acumulaban las lesiones, que se estancaba, la reinvención. Dejó la Academia Rafa Nadal y a Tomeu Salvá, pero siguió con Javier Fernández, se instaló en Andorra y encontró la motivación por «luchar por algo más».

Cambió la derecha, el revés, el saque; avanzó un paso para añadir agresividad y mantener la garra; ganó físico y confianza; dejó de castigarse tanto, las derrotas no pesaban tanto, se liberó. Conjuntó mano y emociones, bajó al circuito challenger para tomar impulso en 2024 y en este 2025 empezó a recoger frutos.

Quizá no en títulos todavía, pero sí en satisfacción personal, en victorias de prestigio, en disfrutar, en unos octavos en Roma, en estrenar estos octavos en el USOpen tras batir a Faria, a Diallo, a Bergs (6-1, 6-4 y 6-4). A aceptar el desafío de Lorenzo Musetti hoy, por qué no. «Tengo 28 años, pero me lo tomo como un inicio». Sin tanta presión, con más ilusión. El mejor Munar.