En un mundo en el que casi todo parece conquistado, donde las hazañas humanas quedan relegadas a los libros de historia, todavía existen quienes se empeñan en desafiar los límites de lo posible. Como la proeza recién realizada de los hermanos MacLean, tres jóvenes de Edimburgo que, con apenas un bote de fibra de carbono y la fuerza de sus brazos, cruzaron a remo el océano Pacífico en 139 días, sin escalas ni asistencia. El pasado sábado tocaron tierra firme en Cairns, en el estado australiano de Queensland, con un logro que ya figura en los registros como la travesía más rápida jamás completada bajo estas condiciones.

El recibimiento no estuvo exento de emoción. Más de medio centenar de familiares, amigos y curiosos los esperaban en el puerto deportivo, al son de una gaita que resonaba como himno de victoria. Con las banderas de Escocia, Australia y Reino Unido ondeando al viento, los hermanos se fundieron en un abrazo con su madre, Sheila, tras meses en mar abierto. «Después de 139 días en el mar, estamos encantados de volver a tierra firme y reunirnos con nuestros familiares y amigos», señalaron en sus redes sociales.

Una odisea marcada por el hambre y las tormentas

El viaje comenzó en Lima, Perú, el pasado 12 de abril, con un objetivo ambicioso: recorrer 14.484 kilómetros de aguas indomables hasta Australia. A bordo de su embarcación de 280 kilos, bautizada como ‘Rose Emily’, se turnaban en guardias de dos horas de remo mientras el otro descansaba, un ritmo inhumano que pronto les pasó factura. Llevaban consigo 500 kilos de provisiones, entre ellos 75 kilos de avena y raciones hipercalóricas que se convirtieron en su único sustento. Sin embargo, hacia el final de la expedición, la comida comenzó a escasear. «Pensamos seriamente que nos quedaríamos sin comida», relató Jamie, el hermano mediano, de 31 años.

Los contratiempos no se hicieron esperar. Ewan, el mayor, confesó que «nunca había hecho algo tan difícil. Hubo innumerables obstáculos que superar, algunos de los cuales nos dejaron perdidos, pero siempre nos apoyamos unos a otros». Hubo noches de tormentas violentas en las que el barco parecía un cascarón a punto de partirse. Asimismo, en medio de una de esas noches, Lachlan, el más joven, cayó por la borda. Unos segundos de reacción le salvaron la vida gracias a las cuerdas de seguridad, un episodio que definió como «un instante de puro pánico».

La solidaridad como motor

El plan original era llegar a Sídney el 2 de agosto, pero las inclemencias del tiempo les obligaron a desviarse hacia Cairns. Durante las últimas dos semanas, las tormentas no dieron tregua. «Nuestras expectativas se vieron frustradas cuando pensábamos que íbamos a llegar y luego nos azotaron tormenta tras tormenta, simplemente arrastrándonos hacia el norte», explicó Jamie a la cadena pública australiana ‘ABC’.

Pese al desgaste físico y mental, la travesía tenía un propósito mayor. A través de la Fundación MacLean, los hermanos se propusieron recaudar fondos para proyectos de agua potable en Madagascar. Su objetivo era reunir 1,15 millones de euros y, tras la hazaña, ya han logrado más de 808.000. Esta no era su primera experiencia solidaria, en 2020, los tres hermanos cruzaron el Atlántico convirtiéndose en el trío más rápido y joven en lograrlo, reunieron 230.000 euros para distintas causas benéficas en el proceso.

Su empeño no pasó desapercibido. Desde Hollywood, el actor Mark Wahlberg los calificó de «guerreros», mientras que el bajista de los Red Hot Chili Peppers, Flea, y el actor Ewan McGregor también aplaudieron su tenacidad. La hazaña de los hermanos MacLean fue reconocida como una de las expediciones a remo más exigentes y remotas jamás emprendidas, superando el récord de 160 días que el ruso Fyodor Konyukhov había establecido en 2014.

Una gesta para la historia

El Rose Emily no solo fue un barco, sino el escenario de la mayor prueba física y mental de sus vidas. Durante casi cinco meses, los MacLean compartieron tormentas, hambre, agotamiento y miedo, pero también la certeza de que cada palada los acercaba a un fin que trascendía lo personal. Su llegada a Cairns no fue solo un triunfo deportivo, sino un testimonio de cómo la fraternidad, la voluntad y la solidaridad pueden remar contra cualquier corriente.

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