Barcelona»Nueve orangutanes maldorman en la bodega de un barco. Maldormen con gemidos y algún estremecimiento mientras la droga que les han inyectado empieza a desvanecerse, también con gestos lentos limitados por los barrotes de las jaulas donde están encerrados. Una jaula para todos y esta noche muerta para todos». Así comienza Una canción de lluvia, la undécima novela de Joan-Lluís Lluís (Perpiñán, 1963). Cuenta la fábula vital de una orangutana, bautizada con el nombre de Ella-Calla, desde la jaula donde la han privada temporalmente de libertad en la isla de Borneo y hasta el bosque donde pueda reencontrar a sus parientes.
Una canción de lluvia comienza con unas palabras de Víctor Catalán que dicen: «Quizás sí que lo era, pecado, matar a un grillo, y quizá pecado mayor que otros que le habían parecido pecados muy grandes».
— Pienso, sin lugar a dudas, que matar a un grillo es un pecado. Cualquier animal tiene el mismo derecho a vivir que yo. Es cierto que a veces se establece una relación de fuerzas que hace que nos deshagamos de algunos, pero no es porque tengamos un derecho superior.
En el epílogo admites que es la novela que más trabajo te ha costado.
— He dedicado cuatro años enteros. Cuando recibí el primer ejemplar deUna canción de lluvia y vi que era un objeto tan pequeño, pensé: «Oh, han hecho un resumen».
¿Por qué escogiste a los orangutanes como protagonistas casi absolutos del libro?
— La semilla de la historia viene de una visita al Zoo de Barcelona junto a mis hijos cuando eran pequeños. Los zoos no me gustan, pero no tuve más remedio que llevárselos. Fue allí que intercambié una mirada con un gorila a poca distancia. Me quedé mucho tiempo pensando en lo que había visto el gorila y si había llegado a tener la premisa de un pensamiento en relación a mí. Esto nunca lo sabremos. Existe una parte de inconocido de los animales que no nos es alcanzable. Al cabo de un tiempo me cayó en mis manos una foto de un orangután macho en lo alto de un árbol, y me pareció tener una majestuosidad absolutamente excepcional.
¿Fue éste el punto de partida de la novela?
— Más o menos. Pensé de inmediato que aquel orangután era el rey de Príamo. Mi intención inicial era escribir una adaptación delOdisea con un orangután haciendo de Ulises. Empecé a buscar analogías entre algunas de las escenas homéricas y lo que yo quería hacer –tenía el cíclope, las sirenas, el incendio de Troya– y fui leyendo muchos libros recientes sobre primates para estar al día de las últimas investigaciones sobre ellos.
Pero entonces hubo un giro de guión insospechado…
— Sí. Leí un breve que explicaba, en pocas líneas, un hecho real terrible, y entonces mi novela dejó de existir para dar paso a la que he terminado escribiendo.
Pienso, sin lugar a dudas, que matar a un grillo es un pecado ”
¿Qué podemos decir del libro para no aplastar la guitarra al lector?
— Buena pregunta. Una canción de lluvia tiene que ver con el maltrato de una orangutana, Ella-Calla, algo impensable pero que ocurrió de verdad.
Cuentas la historia en tercera persona, pero siempre muy cerca de Ella-Calla: incluso cuando debe interactuar con humanos, nosotros como lectores empatizamos con ella.
— Una elección que podía haber hecho era escribir una novela documental, un true crime, pero ni lo uno ni lo otro me interesan. El otro extremo habría sido humanizar a los animales al máximo, al estilo de Walt Disney. Me quedé en un término medio: mis orangutanes debían mantener la animalidad.
Seguimos el periplo de Ella-Calla durante las 150 páginas de la novela: es la única que se marcha, sus compañeros se quedan dentro de las jaulas como estaquirotes.
— Me fue muy bien elegir una hembra. Un macho alfa es literariamente poco interesante…
Saber ganarte la libertad tiene un precio ”
La protagonista no tarda en huir del barco en el que está encarcelada. La inteligencia le permite irse, pero también le pasa factura, porque lo que va a encontrar fuera es peor de lo que podría esperar.
— Yo no he visto ese punto en términos de inteligencia, sino de libertad. Saber ganarte la libertad tiene precio. Los otros orangutanes se quedan atónitos, lo que hace que tengan una conclusión más tranquila y rápida que la de ella. Cuando escribo no me interesan mucho las lecciones filosóficas, poéticas y morales, pero en una historia así necesariamente están. De eso me he dado cuenta cuando ya tenía el libro terminado.
Aunque la libertad tenga un precio, ¿merece la pena arriesgarse por llegar?
— Ignoro si vale la pena o no. Es una pregunta para la que cada uno debe encontrar su propia respuesta. Esta novela me ha hecho sufrir más que otras que escrito.
¿Por lo que le ocurre a la protagonista?
— En parte sí, porque Ella-Calla sufre la maldad humana. No hay otra explicación racional por lo que le toca vivir. La ganancia económica que consiguen con la orangutana es ridícula. Hay otro punto que me ha hecho sufrir, y era como conseguía hacer que esa maldad fuera aguantable a través de la literatura. En primer lugar, para escribirla, pero también pensando en el lector, para que pudiera leerla. Siempre guardo todas las versiones de mis novelas, y esta vez me he superado: hay 38.
¿Cómo fue evolucionando la novela durante las versiones?
— Las primeras versiones eran de una enorme crudeza. Contaba todo lo que ocurría en Ella-Calla. Y me sentía muy mal cada vez que revisaba la novela. Un día pensé que la palabra mágica que podía salvarme era la elipsis. Gracias a este recurso, no escondo nada de lo que ocurre en Ella-Calla, pero me salvo de tener que escribirlo.
La historia está ambientada en Borneo. Será la primera vez que una novela escrita en catalán incorpora esta isla.
— Trabajo sin ninguna estrategia. Mis novelas carecen de un tronco inicial, son más bien rizomáticas: hay varios tallos que se juntan y acaban avanzando. Borneo me iba bien porque es una isla y así la orangutana tiene un perímetro cerrado y no puede vagar demasiado. Pudo coger gorilas, chimpancés, bonobos u orangutanes. Escogí estos últimos porque no son agresivos, tienen una vida social compleja y practican una empatía muy elaborada, sobre todo las hembras.
A ella le toca recibir la agresividad y depravación humanas.
— Sí. Algo tan miserable como el que explica esta novela sólo puede ser real. He insistido mucho en la editorial para que expliquen a la contracubierta que en Una canción de lluvia hay algo real. Me sentiría profundamente avergonzado de que alguien pensara que me lo he inventado.
Por suerte, no todos los humanos que aparecen en la novela son tan malvados como los que maltratan a Ella-Calla.
— Me di cuenta de que necesitaba un personaje que contrarrestara el mal que estaba contando. Fue así que el personaje de la vieja, que al principio era sólo una silueta que pasaba, cogió mayor importancia. Su bondad es frágil, humilde, casi impotente. Me sirve para contar que el ser humano no es malo en sí. Puede elegir.
En tus novelas, los protagonistas suelen distinguirse de la sociedad porque dan importancia a la cultura. También Ella-Calla y los orangutanes se dejan guiar por un sustrato mítico singular…
— Es muy improbable que los orangutanes tengan una mitología, pero fue un ejercicio extremadamente placentero inventármela. E hice que entre ellos se comuniquen por telepatía, y que sepan cantar de una manera especial… El ser humano ha pecado para simplificar en exceso los comportamientos animales: los consideran seres de instinto. Sabemos que esto es una mentira podrida. Esta idea viene probablemente del Antiguo Testamento, y al productivismo le va bien transmitir la idea de que los animales no sufren en las granjas. Según este punto de vista, están ahí.
En vez de minimizar el sufrimiento de los animales, tú empatizas tanto que es inevitable pensar que hace años que los observas y aprecias. ¿Hubo experiencia fundacional alguna que cambiara el punto de vista que tenías sobre ellos?
— Nunca he estado cercano de animales. Mis hijos sí tuvieron una tortuga, pero en cuanto pude me la llevé a un centro para que se ocuparan de ello. Esta tortuga me fue útil porque me di cuenta de que era un animal salvaje. Si la dejabas fuera de la jaula, quería huir, pero no lo conseguía porque era lenta, como todas las tortugas. Algo que ha sido fundamental para mí fue hacerme vegetariano.
¿Hace mucho que te hiciste?
— Sí. Unos 45 años. El vegetarianismo me ha obligado a pensar bastante sobre los animales, aunque sea para resistir a todos los humos y olor y aromas que se desprenden en los platos de los vecinos. Ellos lo encuentran placentero, pero a mí me dan ganas de vomitar.
¿Es más fácil ser vegetariano ahora que cuando lo hiciste?
— Ahora es mucho más fácil. Cuando era joven y decía que era vegetariano mucha gente me respondía: «Ah, ¿eres de una secta?» A veces también me decían: «Las zanahorias también sufren». La respuesta es que no sufren porque no tienen sistema nervioso.
LOS VIAJES DE JOAN-LLUÍS LLUÍS
1.
‘Los ojos de arena’ (La Magrana, 1993; reeditada en Club Editor en 2023)
Luis debutó cuando tenía 30 años con una novela que ponía sobre la mesa uno de los grandes tabúes en Francia: la guerra de Argelia. El punto de partida eran siete árabes y un cabileño caminando por la montaña. Son los fedainos de la guerra, un grupo de hombres unidos por el sueño de la independencia. Van con la mula cargada de armas y se cuentan historias, cuando un pelotón de soldados franceses comandados por un joven oficial les cierra el paso. «Me he dado cuenta de que el presente me aburre mucho, no tengo ganas de hablar del mundo tal y como es. No tengo ganas de hacer aparecer internet en una novela, qué pereza», aseguraba el autor en el 2022.
2.
‘El día del oso’ (La Magrana, 2004; reeditada en Club Editor en 2022)
Después de novelas como Cereza (La Granada, 1996), El crimen del escritor cansado (La Magrana, 1999) y ensayos como Conversación con mi perro sobre Francia y los franceses (La Magrana, 2002), Lluís dio a conocer una historia ambientada en el Prats de Molló actual e impregnada del folclore local que tuvo una gran repercusión entre los lectores y mereció el premio Crexells. El Prats de Molló donde vuelve la protagonista del libro después del suicidio de su madre es un pueblo dominado por el miedo y la obediencia al ejército francés, el mismo ejército que se apoderó del pueblo en el siglo XVII.
3.
‘Las crónicas del dios cojo’ (Proa, 2013)
Después deAguafang (La Magrana, 2008), Joan-Lluís Lluís dio un triple salto mortal con Las crónicas del dios cojo, donde contó la historia del dios griego Hefesto a lo largo de treinta siglos dentro de un volcán siciliano. «Mientras leía sobre el siglo IV, una de mis debilidades, empecé a pensar que los humanos habían asesinado a los dioses, dejándoles morir de hambre. Encontraba, también, un vínculo entre todas estas deidades y los superhéroes de cómic del siglo XX. La sensación era peculiar», admitía el autor durante la promoción de la novela.
4
‘El navegante’ (Proa, 2016)
Después de un pequeño prólogo ambientado en Nouméa –Nueva Caledonia– en 1935, El navegante da un salto atrás en el tiempo y se instala en la ciudad de Perpiñán de mediados del siglo XIX. El protagonista de la historia, Assiscle Xatot, tiene un don: es capaz de hablar con una facilidad extraordinaria cualquier lengua con la que entre en contacto. Esta habilidad le llevará a vivir una serie de aventuras insospechadas que le llevarán hasta la otra punta del mundo. «El navegante es una declaración de amor a la diversidad lingüística de la humanidad», afirmaba Joan-Lluís Lluís en el 2016.
5.
‘Junilo en las tierras de los bárbaros’ (Club Editor, 2021)
La penúltima novela de Luis narra la vida de una chica del siglo I d. C. que emprende una odisea hasta los confines del Imperio Romano acompañada de tres esclavos a los que se irán añadiendo más prófugos. Su objetivo es encontrar al poeta que le ha enamorado con sus versos, Ovidi, y que pasa en los últimos años de la vida exiliado. «Todos los personajes de la novela, incluso los más analfabetos, se alimentan de literatura –asegura el autor–. Los humanos somos animales de ficción. Nuestra historia es la de cómo encontramos comida, cómo no morimos de frío, cómo resistimos a gente hostil… y cómo nos contamos todo esto».