La escritora española Elísabet Benavent (Valencia, 1984) sonríe a pesar del cansancio. Acaba de llegar a Lima luego de unos días en Cusco, donde pudo contemplar Machu Picchu por primera vez: Me sentí minúscula, una mota de polvo en el universo”, relata mientras se acomoda suavemente su cabello rubio rojizo a través de Zoom. Ella está en Lima y yo en Madrid, un antojadizo intercambio de ciudades. Conversamos a fines de julio, en el marco de la Feria de Libro de Lima, donde fue una de las invitadas estelares. No es casual: en Perú, además de ser una escritora superventas, la adaptación de su obra Valeria es uno de los títulos más populares de Netflix. El fenómeno Benavent sigue creciendo a miles de kilómetros de Madrid. ¿Cuál es su secreto?

Llegó a Lima para la Feria Internacional del Libro y bajo el brazo trajo su reciente novela ‘El loco de Dios en el fin del mundo’. Perú21 entrevistó al prestigioso escritor español Javier Cercas. 

La conversación fluye ligera y constante, casi como un paseo por El Retiro, aquel gran parque madrileño que ha servido de escenario para sus historias. Benavent, que acumula más de 4.5 millones de ejemplares vendidos, mantiene una atención constante. Habla de viajes, de lecturas, de amigos, de su nueva novela Esnob, y también de lo que significa convivir con la expectativa: “El lector, además de darte el dinero que cuesta el libro, te está dando una cosa que no se le puede devolver: su tiempo”. Una frase que enmarca su mirada sobre la literatura. 

Donde su tono se vuelve más firme es en la defensa de la literatura romántica, un género que la crítica ha despreciado con frecuencia pero que ella reivindica como un territorio lleno de matices. “Esto no es el hermano pobre de la literatura, no es un género chico”, exclama con convicción. Su reivindicación va más allá del canon: es un recordatorio de que millones de lectores —la mayoría mujeres— encuentran en estas historias un espacio de libertad y de elección.

Benavent habla generosamente de Madrid como si fuera otro de sus personajes, de las conversaciones robadas en cafés, de las generaciones que empiezan a sacudir mandatos masculinos. Y lo hace con la misma naturalidad con la que lanza, entre risas, una de esas frases que quedan flotando más allá de la entrevista: “Me han dicho muchas veces ‘Gracias a Valeria me divorcié’”.

 

-Te hizo mucha ilusión viajar a Perú.
Era uno de los sueños de mi vida. Me obsesioné con Perú desde los 13 años a partir de un trabajo de la escuela. Tenía una profesora genial que nos pidió imaginar un viaje y a mí me tocó Perú. Tuvimos que organizar el viaje, el itinerario, qué íbamos a ver, prepararnos, incluso el viaje mismo. Y desde entonces me obsesioné con visitar Machu Picchu y con todo el país.

-Llegaste a Machu Picchu.
Tenía miedo porque cuando uno idealiza tanto un espacio puede ocurrir que llegas ahí y dices, «Jo, pues igual…” Pero no, no me pasó. (En Machu Picchu) me sentí minúscula, te sientes una mota de polvo en el universo. Me pareció espectacular y dos días después estuve en el Valle Sagrado, que también me impresionó muchísimo, el paisaje, las ciudades. La verdad que ha sido un viaje redondo.

-¿Sueles viajar con el ordenador?
Esta vez no. Esta vez me lo tomé como vacaciones porque voy a tener un verano un poco intenso. Tengo una fecha de entrega en septiembre y tengo que ultimar también correcciones de cara a la primavera del año que viene. Entonces, me tomé estos dos semanas sin ordenador, pero normalmente siempre viajo con él. De todas maneras, me traje el el Kindle Scribe para tomar notas en los vuelos, que son momentos donde no sabes qué hacer. Pues ahí la cabeza te funciona y cualquier idea hay que anotarla, no hay que dejar que la mente pueda olvidarla.

 

Elísabet Benavent fue una de las invitadas estelares de la Feria del Libro de Lima 2025. 

 

-¿Sobre qué suelen ser ese tipo de pensamientos?
Fijate que me dio por pensar qué tipo de turista quiero ser. Y yo quiero ser una turista responsable, que no deje una huella. No quiero ser un ruido visual dentro del paisaje, no quiero gastar recursos de manera exagerada. España también es un país muy turístico y a uno le da por pensar cuando va a sitios de importancia histórica el ir de puntillas, que su visita no se note. Que se quede el recuerdo pero ser lo más responsable posible.

-Llegaste a Lima para la FIL. ¿Cómo le sirven las ferias de libros a los escritores?
Lo primero es que creo que expanden tu mundo; es que cuanto más conoces, más pequeño eres tú. También sirve para conocer a otros autores o al equipo que hay detrás de la editorial. Y, sobre todo, el contacto con los lectores. Porque uno saca un libro al mercado, pero ese libro no está completo. Es la mirada del otro el que la completa. Y hay cierta idiosincrasia en la mirada de cada de cada uno dependiendo de su contexto. Entonces, cuanta más gente puedas conocer, más rico va a ser el feedback que vas a  tener.

-¿Cómo hace un autor para no perder la capacidad de sorpresa? 
Creo que va mucho con la naturaleza de cada uno. Hay gente que es más tendente a la sorpresa, a maravillarse. Yo estoy muy agradecida de no haber perdido esa parte de ilusión casi infantil. Yo me sigo sorprendiendo un montón. Fíjate, el día antes de conocer Machu Picchu prácticamente no pude ni dormir, estaba emocionada como una niña cuando se va a la feria (…) En contra de lo que podría pensar la gente, yo cuanto más viajo, más me sorprendo.  El ojo se maravilla de cuán grande es el mundo y todas estas cosas. También me entra mucha frustración porque pienso en lo grande que es el mundo, lo corta que es la vida y las cosas que me van a quedar por ver. Cuando entro en una librería me frustro mucho porque pienso en una frase que me dijo mi hermana cuando yo era: «Tantos libros, tan poca vida”.

-Mencionaste en una entrevista reciente que actualmente «eres quien quieres ser». ¿En qué momento caes en la cuenta de la libertad que otorga la literatura? 
Yo no soy una lectora de nacimiento, por decirlo de alguna manera. Tuve la grandísima suerte de tener una persona que guió mis pasos en la lectura, que en este caso fue mi hermana mayor, que ella sí es una lectora de nacimiento. Ella a los 7 años pidió una enciclopedia de mitología. Y yo no sé si es que tengo un alma rebelde o qué, pero por el caso de que me impusieran libros en el colegio ya no me apetecía leerlos. Y mi hermana siempre me dio un abanico de dónde elegir. Yo creo que la curiosidad es el motor del aprendizaje y el primer paso a la hora de crear un criterio como lector. Y en este caso mi hermana supo despertar mi curiosidad y acertó muchísimo ofreciéndome sus libros. El primero que me abrió los ojos fue La historia interminable, de Michael Ende. Y a partir de ahí ya seguí sus recomendaciones, pero no es hasta que yo tengo una vida adulta que me doy cuenta del poder de la lectura y de la capacidad que tiene la ficción para salvarnos de casi de cualquier realidad.

-¿De dónde se nutre una escritora?
De muchísimos sitios. Uno tiene que estar siempre con los ojos muy abiertos, con los oídos muy abiertos y con la boca muy cerrada. Tiene que ver, escuchar y callar. Uno se nutre de los amigos, de las canciones, una frase de una canción te puede llevar a algo. De las conversaciones en los restaurantes y en las cafeterías. Yo soy una gran ladrona de conversaciones. Te nutres de las cosas que lees, las películas que ves, las inquietudes. Casi siempre las historias nacen de una inquietud. La creatividad se despierta en cuanto pones en duda las cosas que dabas por ciertas.

 

 

-Has contado que para escribir tu última novela, Snob, tuviste muchas conversaciones con tus amigos. ¿Cómo hablar del machismo, la masculinidad tóxica y temas relacionados en estos días? 
Es un tema bastante candente en las conversaciones con los amigos y con las amigas, sobre todo en los últimos tiempos. Como el telón de fondo de Snob es una una app para ligar, hablé mucho con mis amigos sobre cómo ha cambiado nuestra vida y nuestra manera de relacionarnos con las nuevas tecnologías. Y a partir de ahí hablamos de los perfiles de cada uno dentro de estas plataformas. Y sí, es verdad que considero que a las mujeres se nos sigue exigiendo más, se nos exige estar muy por encima de todo, saber hacerlo todo, no quejarnos, estar calladas, decir que sí y agradar constantemente. Creo que el hombre ya se está empezando a dar cuenta de cierto privilegio de género y del peso que hay en la figura de la mujer.

-Hay una esperanza de que las cosas cambien, entonces.
Soy optimista. Las próximas generaciones tendrán menos techos con los que pelearse. Yo por lo menos me siento muy bien rodeada, todos mis amigos son conscientes de la presión que ejerce el hombre en cuanto a su masculinidad, la ponen en duda y están abandonando esas cosas de “los hombres no lloran”, “compórtate como un hombre”, “pelea como un chico”. Muchas veces nos enriquecemos mutuamente en conversaciones super abiertas.

-Elísabet, ¿te consideras una mujer intimidante?
No, qué va. No soy intimidante ni para mis gatos cuando hacen una fechoría y les tengo que gritar. Sí me ha pasado que he conocido gente que no ha querido conocerme más porque ha considerado que mi carrera les empequeñecía. Esto me lo dijo alguna vez una persona.

-¿Y cómo lo tomaste?
Mira, a mí me va muy bien en el trabajo, me siento muy agradecida. Hay una frase que me repito constantemente: «Yo sé dónde estoy hoy, no sé dónde voy a estar mañana». Uno tiene que pisar con mucho cuidado porque en este tipo de carrera uno está walking on ice constantemente (…) Para mí el romanticismo es no necesitar, es elegir y no todo el mundo lo entiende de la misma manera. Creo que ese es un buen resumen.

-¿Te cansa hablar en defensa de la literatura romántica? 
No me va a cansar nunca. Yo lo voy a llevar siempre por bandera porque creo que sigue haciendo falta. Hace falta levantar un poco la voz y decir que no somos menos que nadie, esto no es el hermano pobre de la literatura, no es un género chico y, sobre todo, sus lectores no son menos lectores por el hecho de leernos a nosotras. La literatura romántica es un género riquísimo en en subgéneros. Está el romantasy, está el romance histórico, el romance contemporáneo, la comedia romántica… Hay tantísimas ramas dentro que pensar que es un género pobre me parece no haberse asomado demasiado. Y encima relacionar al lector con una falta de categoría intelectual me parece de un esnobismo cultural tremendo. A mí me parece que el prejuicio habla de la persona que lo tiene, no del objeto del prejuicio.

-¿Cuál es la peor pregunta que te han hecho sobre el tema?
Se huele cierto paternalismo en algunas entrevistas. La que peor me sentó fue una entrevista en la que primero se me pregunto por qué mis personajes femeninos hablaban como hombres. Y luego me preguntaron qué opinaba mi padre de mi carrera.

-Eso no le preguntarían necesariamente a un escritor hombre. 
Eso es lo que contesté. Tampoco le preguntarían a un hombre, como sí lo hacen constantemente con las escritoras en general (sobre todas a las de novela romántica), si lo escrito es autobiográfico. Se tiende a pensar que la autora de romance habla de lo particular para llegar a la universalidad, mientras que el hombre puede manejar las cosas desde la universalidad para llegar a lo individual del lector. Como si las mujeres estuviésemos carentes de ese ejercicio imaginativo de la ficción.

-Con 24 títulos publicados, ¿te gusta cargar con el rótulo de “más de 4.5 millones de libros vendidos”? 
No, a mí los números si me dan algo es vértigo.

-Bajo este gran epíteto, ¿cuál crees que es la responsabilidad de un autor? 
Tomarse su trabajo muy en serio, no acomodarse. No pensar “bueno, las cosas me están yendo bien, entonces voy a repetir una fórmula que me ha funcionado”. Creo que un autor tiene que ponerse las cosas incómodas, esa es su responsabilidad, el compromiso que se tiene con el lector. El lector, además de darte el dinero que cuesta el libro, te está dando una cosa que no se le puede devolver: su tiempo. Hay una responsabilidad con eso.

 

 

Netflix llevó a las pantallas el trabajo de Benavent. La serie ‘Valeria’ es una de las series españolas más vistas de la plataforma.

 

-Hablemos sobre Valeria. ¿Cuál es el comentario más llamativo que te han dicho sobre esta obra?
Pues me han dicho muchas veces «Gracias a Valeria me divorcié». Y es una cosa que siempre me ha dado mucho miedo porque digo «no te fíes, esto es solo ficción” (risas). Yo creo que lo que hay detrás de ese comentario es una voz femenina siendo valiente, eligiéndose a sí misma y que se siente respaldada por sus amigas. No creo que nadie decida divorciarse por leer Valeria o ver la serie de Valeria… espero (risas)

-¿Qué te motivó a  ingresar como productora de la adaptación televisiva?
Me permitió estar mucho más dentro del proyecto e ir aprendiendo poco a poco para en un futuro ejercerlo de una manera mucho más activa. Ya en la segunda temporada de Valeria respaldo como asesora creativa, además de productora ejecutiva, pero mi trabajo en realidad es el de asesora creativa con voz y voto.Tengo la suerte en ese momento de encontrarme con la productora y con la guionista, que de alguna manera me toman bajo su protección. Me abrazan y me enseñan a un poco lo que lo que tengo que hacer, lo que se espera.  Entonces, he podido hablar temas de vestuario, de escenografía y, sobre todo, de los guiones que eran lo que más me interesaba a mí.

-Pensando en la serie, ¿fue también una suerte de homenaje a Madrid?
Sí, una de las de las cosas que teníamos clarísimo siempre fue que Madrid es casi la quinta protagonista de esta obra. Es una amiga más, es el escenario que las acompaña. Yo voy en sintonía con esto porque Madrid es la ciudad que me ha visto crecer como adulta. Para nosotros era muy importante enseñarla, sobre todo con unos ojos amables, más allá del turismo masivo.

-Para cerrar, volvamos al Perú. ¿Este país es una plaza romántica?
Es superromántico. Son cien escenarios en uno: puedes escoger cualquier horizonte. Tienes montañas, tienes selva, tienes mar… lo tienes todo… Sería el escenario increíble para un romance aventurero. Además, para mí el amor está muy relacionado con el estómago, y en Perú se come y bebe muy bien.

 

AUTOFICHA

“Soy Elísabet Benavent o ‘Beta Coqueta’, escritora de novelas románticas, como la saga En los zapatos de Valeria, que ha sido llevada a Netflix. Tengo más de 24 títulos publicados y mi novela más reciente es Snob, una radiografía de las relaciones humanas mordaz e irónica”.

“Tenía miedo de llegar a Cusco porque cuando uno idealiza tanto un espacio puede ocurrir que llegas ahí y dices: ‘Jo, pues igual…’. Pero no, no me pasó. (En Machu Picchu) me sentí minúscula; te sientes una mota de polvo en el universo. Y dos días después estuve en el Valle Sagrado”.

Por: Pablo Vil. 

 

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