Alicia Fernández de Arcaya

Lunes, 28 de julio 2025, 07:38

Desde hace ocho veranos, ‘Un patio de cuentos’ cita a lectores riojanos y autores de relato corto en el patio de la Biblioteca de La Rioja para celebrar esta forma de escritura. Un género breve por definición, minoritario entre los clubs de lectura, que aquí se aprovecha para estimular la participación, sobre todo, cuando no se puede asegurar la repartición de grandes lotes de novelas.

El resultado es mágico. Los miércoles, esporádicos curiosos y miembros permanentes del club ‘El color de la mirada’ afirman la lectura como un acto que puede tomar forma de comunidad. La mayoría del tiempo escuchan al escritor invitado y a Ángel María Matute, responsable de estos encuentros, desentrañar los libros, pero también los asistentes comparten su propia visión de la obra, creando nuevos significados sobre la narración original.

  • ‘Niñas sucias’ (Los Aciertos & Pepitas), de Elena Correa (Tenerife, 1989), participante en el ciclo ‘Un patio de cuentos’ el pasado miércoles 23 de julio

  • ‘Fricciones’ (Narrativa del Acantilado), de Pablo Martín Sánchez (Reus, 1977); 6 de agosto

  • ‘Cada lunes de aguas’ (Premio Ignacio Aldecoa), de Juan Montiel (Antequera, 1973); 20 de agosto

  • ‘Las iras’ (Galaxia Gutenberg), de Pilar Adón (Madrid, 1971); abrió el ciclo el 9 de julio

«Cada vez viene más gente, muchos usuarios de la Biblioteca se sienten atraídos por la actividad cuando nos observan desde las galerías. Poco a poco hemos construido un ambiente de respeto, una entidad de seriedad con una programación que se materializa con los autores presentes y participantes apasionados», relata Ángel.

Todo un ejercicio de teoría literaria que se convierte en una reflexión colectiva sobre la vida y la sociedad en la que se desarrolla. Este último miércoles, la protagonista fue Elena Correa, veterinaria y escritora que ha publicado su primer libro, ‘Niñas sucias’, en la editorial riojana Los Aciertos & Pepitas.

Un corpus de doce relatos en los que niñas canarias se rebelan contra la superioridad de las niñas rubias, las extranjeras, las veraneantes; y mujeres adultas, domesticadas por las expectativas sociales, viven la imposición de ser madres, sufren la soledad de las grandes ciudades y las grietas de un modelo económico basado en el turismo.

Los cuentos dialogan entre ellos construyendo una doble reivindicación de la tierra canaria y la feminidad libre. Todo ello, en una narración que entrelaza lo real y lo fantástico, con toques de terror, para exponer las violencias que atraviesan la vida de las mujeres desde la infancia.

Gracias a la obra de Correa, las asistentes de ‘Un patio de cuentos’ superaron tabúes como el de la madre que no ha elegido y no desea serlo, plantearon los cuidados como una condena para muchas mujeres que atienden a hijos, padres y nietos, y denunciaron la brutalidad con la que se trata el cuerpo de las mujeres, incluso por ellas mismas.

«Como escritora fue muy especial lo que ocurrió el miércoles. Se notó que había mucha experiencia en la lectura de relatos, se hizo un análisis bonito de mi obra que me resultó muy enriquecedor. Me alegra que un club así dure tanto tiempo», celebró Correa.

«Leemos muchas cosas en las noticias que no somos capaces de sentir y asimilar»

La escritura gótica es la nueva corriente literaria que entremezcla fantasía y realidad para provocar extrañeza respecto a los problemas sociales y a la crueldad normalizada de la vida cotidiana. Elena Correa contribuye al género con ‘Niñas sucias’, donde rompe los esquemas tradicionales de la literatura reivindicativa para «narrar determinadas violencias quitándoles la parte de realidad que ya conocemos y que ha dejado de sorprendernos, aunque sean brutales». Sus niñas protagonistas saltan sobre estiércol, andan descuidadas y juegan a lo salvaje. Los de Correa son relatos que deconstruyen el idilio de la infancia y sacan a la luz su lado más macabro. Cuando escribe sobre la edad adulta, busca dar un nuevo enfoque a la salud mental, la violencia machista o la maternidad. «Leemos muchas cosas en las noticias que no somos capaces de sentir y asimilar», explica.

Estas cuestiones se desarrollan en un tierra mellada por el turismo, donde el habitante está obligado a ver al otro, al visitante, como un desconocido al que servir. «Muchas ciudades son ya parques temáticos, escaparates inhabitables hechos por y para el consumo. Necesitamos buscar el equilibrio para sobrevivir».

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