Sonríe y sonríe Alexandra Eala (Filipinas, 2005) porque el tenis es un juego que se le da estupendamente bien. Con 20 años ya ha pisado los cuatro Grand Slams y se ha codeado con una élite que la mira de reojo porque el crecimiento … es imparable. En marzo se encendieron los focos para ella, y puso su nombres en boca de todos al alcanzar las semifinales del WTA 1.000 de Miami tras una soberbia puesta en escena contra Iga Swiatek, con quien se fotografió dos años antes en su graduación y con quien volvió a cruzarse en Madrid, y aunque ganó un set, la experiencia de la polaca prevaleció esta vez. En el US Open, otro hito para el zurrón, primera victoria en un Grand Slam –y primera para su país– a lo grande, con remontada de 1-5 ante Clara Tauson (14 del mundo).

Los entendidos sabían que esto estaba a punto de llegar. Un prodigio llegado de Filipinas que emprendió el vuelo desde el trampolín que supone la academia de Rafael Nadal en Manacor. Allí aterrizó la joven cuando tenía 12 años y desde allí ha visto consolidar sus pasos hacia las alturas el balear, pendiente de su evolución y de felicitarla cuando cumple retos, como en esa victoria ante la polaca en abril. «Estamos muy orgullosos de ti. Qué torneo más increíble. ¡Vamos a seguir soñando!», escribió el campeón de 22 Grand Slams. También la observa Toni Nadal, que la acompañó en Miami, y los entrenadores que guían su camino; especialmente Joan Bosch, que tuteló en su momento la carrera de Carlos Moyà. El resultado está siendo el esperado. «Lleva unos años con nosotros y, en todo este tiempo, nunca una queja de nadie, ni de su familia ni de ella misma. Ha demostrado que tiene un gran potencial. A poco que asiente el juego, puede estar entre las mejores. Tiene una bola plana muy complicada», analizaba Toni Nadal.

Han creído en ella y ella responde con buenos resultados y madurez paulatina en el juego y en su exposición ante las cámaras, que aumenta conforme crece su ranking y su presencia en las rondas importantes. Ya apuntaba su nombre en categorías infantiles, campeona del prestigioso torneo de promesas Les Petit As. En su primer año como profesional, en 2020, cuando solo tenía 14, levantó dos títulos de Grand Slam júnior (Australia y Roland Garros) en dobles; con 15 llegó el primer título individual, ITF de Manacor, y en 2022 fue campeona en individual en el US Open. Para 2024, primera victoria de un WTA 1.000, en la Caja Mágica de Madrid. Este 2025, empezó en el puesto 139 y se catapultó hasta el 70 al traducir en semifinales la invitación al torneo de Miami.

«Es un diez de niña. Se nota que vive por y para el tenis. Pasó un 2024 complicado porque estaba muy cerquita de hacer un buen resultado, pero siempre se quedaba a las puertas. Nunca bajó la cabeza, que eso es un espíritu Nadal. Lo siguió intentando y al final ha tenido sus resultados. Ahí se ve dónde está su fuerza de voluntad y el asumir un sacrificio para llegar donde está», explica a ABC Anabel Medina, que la sigue de cerca en la Academia Nadal.

Era casi lo normal que Eala se dedicara al deporte. Su madre fue nadadora profesional y ahora es directora financiera de Globe Telecome. Su tía forma parte de la asociación de baloncesto de su país. Su hermano Michael también le dio a la raqueta en el circuito universitario de Estados Unidos. Ahora ella gana todos los partidos.

El aprendizaje continúa. De las alegrías, como ganar por primera vez un 6-0 en hierba (a Bronzetti), y de las tristezas: perdió su primera final WTA 500, en Eastbourne, lágrimas desatadas porque desaprovechó cuatro bolas de partido ante Joynt (19 años). «Esto es solo mi primera final», avisaba. En Nueva York, de vuelta a las alegrías: primer triunfo en un grande en su currículo. Todo suma para el viaje a las alturas.