Martes, 2 de septiembre 2025, 14:33
«Los extremos ideológicos rechazan a Alatriste, y esa es su razón de ser». Lo dice con una malévola sonrisa Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1950), que recupera a su oscuro soldado de fortuna 14 años después de su última aventura y 30 años después de su creación con Misión en París (Alfaguara), la octava entrega de su célebre serie sobre el Siglo de Oro.
«Era el momento. Me han presionado e insultado por no continuar con Alatriste. No sé cuánto me queda de vida literaria y si haré el noveno episodio», dijo en una multitudinaria presentación en un gran hotel, tras haber vendido siete millones de ejemplares de las siete aventuras anteriores y regresar al mercado como el rey indiscutible del cotarro editorial con una edición de 180.000 ejemplares.
La serie nació, recordó, de «la rabia de que el Siglo de Oro, el más importante de nuestra historia, se redujera a cuatro tópicos en los libros escolares». Lo descubrió cuando su hija Carlota, entonces de 12 años, apenas encontraba unas líneas sobre aquella época en su libro de texto. «Era un tiempo en que España era lo que hoy es Estados Unidos: los amos del mundo, para bien y para mal», relató.
El escritor quiso recrear ese periodo «con sus luces y sombras, grandeza y miseria, esplendor y decadencia». «Es divertido y muy español que el libro se haya acogido con rechazo por la extrema derecha y por la extrema izquierda: esa es su razón de ser», se ufana Pérez-Reverte. «Que el nacionalcatólico y el radical de izquierda tengan la misma opinión de él me confirma que tenía razón», aventura el exreportero de guerra, narrador y académico.
«Era así cuando España era lo que hoy es Estados Unidos. Cuando éramos los amos del mundo para bien y para mal», apunta el escritor, que quiso recrear ese tiempo «con su grandeza y su miseria, su oscuridad y luminosidad. Un mundo que fascina y espanta».
«Los libros de Alatriste quieren contar un tiempo y un mundo con sus luces y sombras, oscuro y luminoso, insisto, un mundo glorioso e infame, en el que fuimos crueles y magnánimos, brillantes y grises… Esos dos siglos fascinantes de Lope, Calderón, Quevedo o Velázquez», enumera. «Hay que asumirlo y conocerlo bien, sin negar una cosa ni otra», agrega. «Esa doble crítica de los extremos ideológicos me confirma que era necesario hacer un libro así, contando sin complejo ninguno cómo, de manera dura y cruel a veces, hicimos cosas terribles y fabulosas. España es eso y Alatriste es un símbolo», resume.
El soldado de fortuna creado hace 30 años viaja al París de los mosqueteros, enviado para una peligrosa misión por el conde-duque de Olivares y acompañado por Quevedo. «Tiene lo mejor y lo peor de nosotros, que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, y eso es lo que quiero contar», insiste su creador. «Es un héroe muy español con lo mejor y lo peor de nosotros». «La palabra España, tan abusada por el franquismo que se la apropió, ha tenido muy mala prensa, tanto que la hizo malsonante. El grave error de la izquierda es que en vez de depurarla, la arrinconó. Quedó en manos de la extrema derecha y la izquierda, por su propia estupidez, la relegó», plantea el escritor.
Confronta a los soldados españoles con los mosqueteros de Dumas, pero con la intención de «huir del pastiche». «Ha sido muy divertido», reconoce Pérez-Reverte, que entró «con miedo» a la redacción de esta octava entrega ante la posibilidad de haber perdido el tono tras protagonizar el Big-Bang de la novela histórica, alumbrando un personaje junto al que ha envejecido.
Presenta esta vez «un Alatriste más amargo, desesperado y con más remordimientos, en el que se reconoce mucho más mi huella», admite. «Es un héroe oscuro, con recuerdos muy oscuros, como yo. Ambos hemos hecho cosas de las que no estamos orgullosos y los fantasmas le asaltan como me asaltan a mí. Esta vez se beneficia de mis propios remordimientos», reconoce.
Recuerda que Diego Alatriste es «un asesino, violento, que mata por dinero», pero que es también «generoso y leal a un rey en el que no cree», un Felipe IV al que desprecia, pero al que guarda lealtad. «Tiene grandeza, dignidad, lealtad, honor y valor. Ha perdido los grandes valores, palabras como honor, patria, bandera y rey, en los que ya no cree, como yo».
Un mercenario que «explica el presente antes que el pasado: por qué España es lo que es ahora y quiero que el lector entienda esa lucidez». Asegura así que Alatriste es el antecesor de ese héroe callado y silencioso que sigue existiendo entre nosotros. «España es eso: por más que estemos engañados, puteados, manipulados, antes, ahora y siempre en nuestra historia, cuando aparece una dana, una pandemia o los fuegos más destructores siempre hay ese español que reniega y se levanta para ir a coger su manguera, su jeringuilla o su pala para el barro». «Siempre estuvieron y estarán esos héroes que cambian todo, Alatriste es eso. Reconociendo lo oscuro, las sombras, la tragedia, el engaño, la mentira, la corrupción… todo lo que hubo y hay, todavía queda gente así, héroes anónimos capaces de hacer grandes cosas».
«Por eso, escribir de Alatriste me reconcilia con España», resume el escritor. «Hay cosas que no me gustan, que me indignan cuando veo los periódicos o el Telediario, pero pienso en esos héroes silenciosos, en esa gente, y pienso que a veces no está tan mal ser español», insiste, elogiando al médico, al bombero, al voluntario y su impagable labor. «Eso es lo que reconcilia con España», reitera.
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