Martes, 2 de septiembre 2025, 01:30
No sé si es aventurado sostener que la novela murciana disfruta de un inesperado boom en las letras hispanas, pero una gavilla de autores regionales presenta obras que reciben la aceptación de los lectores, en algún caso publicadas en editoriales potentes y con recepción positiva de la crítica. Más allá de las figuras consagradas de Arturo Pérez-Reverte y María Dueñas, un nutrido elenco de escritores masculinos y femeninos está dejando en las librerías su esfuerzo creativo y su pasión literaria. En esta ocasión presentamos novelas de Miguel Ángel Hernández, ‘El dolor de los demás’ (2018); Trifón Abad con ‘La noche de arena’ (2024), y Santos Martínez con ‘Ropasuelta’ (2024). Las tres añaden el factor común de fijar sus relatos en tierras murcianas, que de alguna manera intervienen como espacios que influyen en el devenir de los acontecimientos o gravitan en la onda psíquica de las decisiones (Mieke Bal). Podríamos seguir con la lista con Ginés Sánchez, Cristina Morano, las heterónimas de Giulia Conte, pero ya habrá lugar y tiempo y pluma para ellos. Dejemos volar al viento.
La aridez rural, el rigor del campo, la influencia climática y el tradicionalismo imperante del viva mi pueblo se reflejan en la angustia de los protagonistas, en la carencia de horizontes luminosos, de un futuro que alumbre felicidad. Están de vuelta, pero no hay un recibimiento triunfal; se convierten en apesadumbrados perdedores que siguen buscando inútilmente su destino. La huerta de Murcia, Archena y Fuente Librilla son los lugares del drama, envueltos en la atmósfera hipnótica de los limoneros, en los parajes desérticos que bordean el Segura o en las faldas protectoras de Sierra Espuña. Veamos.
Huerta de Murcia. Miguel Ángel Hernández en la casa torre Almodóvar de Los Ramos (Murcia).
G. Carrión / AGM
‘El dolor de los demás’ (Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977) relata la vuelta del autor a su patria chica de Los Ramos y los límites de Alquerías para escribir la penosa historia del asesinato de su vecina Rosi según atestado policial a manos de su propio hermano Nicolás, a la sazón su mejor amigo de la infancia. Como Gabriel García Márquez en ‘Crónica de una muerte anunciada’, es esta una novela de autoficción y memoria de la geografía murciana próxima al área metropolitana que empieza por el final. Solo que los hechos sucedieron en 1995, han pasado veinte años. Nuestro protagonista, que convive con el peso de aquella situación –la culpa, siempre la culpa, Castilla del Pino dixit–, se adentra en los vericuetos de lo que ocurrió y paso a paso desvela el atavismo tremendista de la España profunda, donde cabe oculto el rencor, la ira, el odio y la venganza. Una novela confesional, dolorosa, que rememora el pasado finisecular del que pretende huir, como el propio país, sin cerrar las heridas y sin dar descanso eterno a los muertos. El juego de los tiempos, 1995 y 2015, pone en solfa el presente, porque aquellos sucesos lacerantes, sin curar, taponan las emociones y desprenderse de ellos es una tarea agotadora, aunque nuestro protagonista viaje a Nueva York o al balneario de Alhama de Aragón.
La huerta de Murcia, Archena y Fuente Librilla son los lugares de estos dramas de perdedores
Parajes de Archena. El novelista Trifón Abad, autor de ‘La noche de arena’, publicada por Grijalbo, donde acaba de publicar ‘La víctima perfecta’.
J. Carrión / AGM
En ‘La noche de arena’ Trifón Abad (Murcia, 1977) refresca el caso del asesinato de Berta, una chica de instituto que acude a una ‘rave’ semiclandestina en un paraje alejado de la circulación, en Abanilla, el desierto de Mahoya. El destartalado exdetective privado Robles, padre de la chica, lleva una mala vida pues no olvida lo que sucedió hace ya siete años y el alcohol le parece un buen compañero de viaje, ni su obediente perro ‘Wolfe’ le interesa mucho, pero un amigo le pide que investigue la muerte de su hijo en un taller de desguace y su instinto de sabueso despierta en él el deseo de venganza. Entre la violenta frondosidad del Valle del Ricote y los alrededores semidesérticos de Archena o Fortuna, Robles investiga las empresas mafiosas de desguaces, los puticlubs de carretera y los antros nocturnos de droga y alcohol extremo. También en el instituto. En esa maraña de claroscuros, los jóvenes sin expectativas se apuntan a todo el que les dé un poco de atención. Y caen en las redes del desencanto, a expensas de los que están al acecho en cualquier parte. Una intensa y trepidante novela negra que pone al descubierto las pasiones y los instintos primarios en la alucinante geografía de la huerta murciana que es bañada por un río lento y los campos desérticos que la rodean. Noir del bueno.
Lenguaje satírico
De Fuente Librilla (Mula). Santos Martínez firma ‘Ropasuelta’, publicada por la editorial Hoja de Lata.
J. M. Rodríguez / AGM
‘Ropasuelta’, de Santos Martínez, (Fuente Librilla, 1992) cuenta el regreso de Santini a su pueblo por Navidad. Se jubila su padre Matías, alias Ropasuelta, quien está empeñado en participar en la carrera popular que todos los años se celebra en el pueblo. De carácter avinagrado y con asuntos no resueltos entre padre e hijo –un día se fue a probar fortuna y volvió con las manos vacías–, trata de prepararse para el evento del 4 de enero. Y lo hace empleando un lenguaje satírico sobre la vida rural y su propio fracaso, caricaturesco cuando se pone a entrenar a su padre, ataviado este con una cinta amarilla y un chándal que solo usa para ir al bar de la esquina, y pretendidamente humorístico de los bares de copas y el refranero popular. Al fondo, el olor a los cebaderos que dan lustre a la fama de ElPozo, tan lejos tan cerca. La generación de los jóvenes retratados vive con el agua al cuello y expulsa sus avatares con unos vasos de cubalibre y unos buenos acelerones a sus motos tuneadas. Una peculiar radiografía de la Murcia cañí, anclada en la sierra cercana, eso sí, tan vital y enérgica como la geografía urbana en cualquier lugar. Los jóvenes parecen iguales siempre, los de Fuente Librilla se refugian en su mundo mundial agro pop.
Dos crímenes del pasado y una vuelta sin premio componen este trío de novelas que se focalizan en el mapa rural de la Región de Murcia, ocupando de ese modo un vacío intemporal y poniendo sobre el tapete la existencia de una Murcia real más allá de la capital, que conforma con sus tradiciones y su idiosincrasia el carácter y el devenir de las gentes que la habitan.
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