Un ático con terraza y vistas al Vesubio que ha sufrido una transformación mínima pero efectiva: 180 m2 de pura elegancia.
Hay una Nápoles que quizás no has visitado, que no te esperas. Que elude a los tópicos que ya conocemos. Es esa que está suspendida entre el cielo y el mar, más allá del ritmo frenético que tiene el centro histórico. Aquí la ciudad va despacio, la luz se hace e inspira la poesía. Basta subir unos metros la colina de Posillipo, pisar las calles de ese barrio, y cruzar el umbral de una discreta puerta para encontrarse con un ático de 180 m2 que, en silencio, cuenta una historia de raíces profundas y nuevas armonías, en el que vive una conocida familia de empresarios napolitanos.
La terraza se abre al Vesubio, por lo que la vista no puede ser más idílica. Para realzarla todavía más, el consultor visual Marco Sanna creó composiciones florales basadas en el arte japonés del ikebana, específicamente para este proyecto.
© Carlo OrienteEl pasado y el presente están equilibrados
En este ambiente auténtico es donde precisamente el tiempo parece pasar lento, entre superficies texturizadas, muebles hechos a medida y grandes ventanales que se abren a la inmensidad del Vesubio, como cortinas descorridas sobre un paisaje eterno. En este contexto, un proyecto de sastrería (o como él mismo lo llama, un restyling conservador) del arquitecto Janne Ballone que reinterpreta el habitar con gracia, reinventando el espacio sin traicionar nunca su alma original. Es un equilibrio medido entre memoria y contemporaneidad, que transforma la casa en un cuento de luz, materia y proporción. “No se ha borrado nada”, subraya el arquitecto. “Simplemente se ha hecho todo más real”.
El arquitecto Janne Ballone, responsable del restyling de este ático de 180 m2.
© Carlo OrienteAsí fue el “’restyling’ conservador” de este ático
Hace años que se eligió como un hogar familiar, pero tiempo antes estuvo deshabitada, a la espera de nuevos inquilinos. Solo dos de los propietarios han sentido la necesidad de reescribir su lenguaje, de hacerla más auténtica, más vivida. “El espacio ha sufrido transformaciones profundas pero invisibles, según una lógica silenciosa”, afirma el arquitecto. Aquí, donde la luz del Mediterráneo se filtra por los grandes ventanales y acaricia cada superficie, Janne Ballone (vinculado hace años a la familia propietaria) ha llevado a cabo una intervención con mucha sensatez: los espacios, reinterpretados con equilibrio, se han convertido ahora en ambientes que fluyen, llenos de presencia. Cada elemento encuentra su lugar en un conjunto coherente, donde la materia se encuentra con la luz y la función se disuelve en la forma.