Tal y como temían los organizadores de la Vuelta a España, en Bilbao las manifestaciones en favor de Palestina se convirtieron en amenaza para el normal desarrollo de la carrera. La presencia de grupos violentos, que tuvieron que ser repelidos por los empleados de la … carrera y también por las fuerzas del orden, invalidó la etapa 11 de la Vuelta. No hubo ganador en la línea de meta, sino que los tiempos se tomaron en cuenta a falta de tres kilómetros. La Vuelta evitó con esa cancelación un altercado de orden público con los manifestantes pro Palestina, que protestaban por la presencia del equipo Israel en la carrera.
«En el primer paso por la meta la situación ya era incontrolable», dice a ABC Kiko García, el director de la Vuelta, que como todos, asiste con pena a la suspensión de la etapa, sin ganador, sin espectáculo en la meta.
Las manifestaciones pacíficas y las menos sensatas ocurridas durante la Vuelta a España terminan en conflicto de orden público en la Gran Vía de Bilbao y en la explanada del estadio de San Mamés. Vallas caídas, cargas de los alborotadores y réplica por parte de la Ertzaintza, empujones y contenido de violencia mientras el pelotón pasa por la zona antes de afrontar el segundo paso por el alto del Vivero.
Sin las protecciones del último kilómetro, vallas que la organización de la Vuelta coloca en cada etapa, Unipublic detectó la imposibilidad de garantizar la seguridad del pelotón de ciclistas y, en particular, los del equipo Israel. La meta de Bilbao estaba invadida por banderas en favor de Palestina.
«Solo teníamos dos opciones: o dejar que siguiera el espectáculo y anular etapa a tres kilómetros de meta o suspenderla a media mañana. Y optamos por la primera opción como homenaje a los buenos aficionados al ciclismo en el País Vasco», cuenta Kiko García.
Los corredores, con Vingegaard y Pidcock en cabeza, se paran a tres kilómetros de la meta y empiezan a culebrear por los calles de Bilbao en busca del estadio de San Mamés, donde les esperan los autobuses de sus equipos para recogerlos y llevarlos a sus hoteles.
En ese espacio se encuentra el equipo Israel Premier Tech, protegido por un potente dispositivo policial. Al menos veinte ertzainas rodean el campamento del conjunto hebreo. Allí está, junto a los coches, el dueño de la formación, el millonario israelí Sylvan Adams, que llegó el pasado domingo y se marchará el sábado.
Los integrantes del equipo israelí esperan a los últimos corredores que llegan hasta el autobús, donde el director español Óscar Guerrero está desencajado y asegura que ya no habla más, «estoy agotado» dice en la distancia a ABC.
Tampoco habla el millonario Sylvan Adams, camiseta blanca, pantalón vaquero, gafas azules, lo impide su amable jefa de prensa, quien considera que es mejor callar en ese momento que la Vuelta se acaba de paralizar por las protestas por la presencia de su equipo en carrera.
Israel Premier Tech no duerme en Bilbao, donde el alboroto estaba medio garantizado. Según aterrizan todos los corredores después de la etapa, emprende rumbo sin parar hacia Cantabria, donde la Guardia Civil toma el relevo en la protección del conjunto ciclista después del servicio que les prestó la Ertzaintza después de la mediación de Unipublic. Entiende el equipo de Israel que en Cantabria y luego en Asturias no recibirá la hostilidad tan exacerbada que recibió en Bilbao.
La organización de la carrera estuvo reunida hasta altas horas del martes con la dirección del Israel Premier Tech, sin que llegara a una conclusión clara. La Vuelta ha preguntado a la Unión Ciclista Internacional (UCI) las alternativas posibles ante la crisis originada. «Nosotros no podemos expulsar a este equipo de la Vuelta porque ha cumplido con las reglas que regulan el ciclismo. La presencia de Israel es obligatorio como equipo UCI World Tour. Nuestra obligación es proteger a los ciclistas», comentó Kiko García
Sin embargo, sí hay una posibilidad de aliviar la crisis, según entendió ABC por las palabras de Kiko García: la retirada de Israel de la Vuelta por iniciativa propia o por negociación con la UCI. «La única manera de calmar la crisis es una, y todos podemos entender cuál es. Pero no la podemos tomar nosotros como organizador».