A ocho kilómetros de meta, cuando toda la tensión debía estar en la carrera, la agitación estaba en la línea de meta. La Gran Vía … estaba tomada por la Ertzaintza. De poco servía lo que ocurría en Pike Bidea, donde se vio la primera debilidad de Jonas Vingegaard. Las cámaras enfocaban los que debían ser los últimos metros de la gran fiesta de Bilbao. La esperada gran jornada de ciclismo quedó empañada. A tres de meta, en el descenso hacia el barrio de San Ignacio, la organización quitó la música. Todos a los autobuses. Sin podio ni ganador. Sin ciclismo.

Los ciclistas fueron los primeros en sentir la gresca. De salida, verbalizaron su preocupación por su seguridad. En la jornada anterior, Simone Petilli sufrió una caída por una protesta en Navarra. En Bilbao y en toda Bizkaia también se esperaban movilizaciones. Algunos ciclistas optaban por invitar al equipo Israel a abandonar su carrera. Por el bien de todos. La organización no tiene la competencia para hacerlo. No son un equipo invitado, como Caja Rural, Burgos o Q36.5. Son un bloque World Tour, y el reglamento de la UCI refleja que por ello pueden correr en las mejores carreras. Los siete ciclistas del conjunto hebreo tomaron la salida, con lo que se entiende que sus directores optaron por seguir. Patadón para delante en San Mamés.

A los primeros minutos llegó el primer parón. Un grupo de manifestantes que protestaban por la presencia del equipo Israel Premier Tech ha detenido la undécima de la etapa de La Vuelta nada más arrancar desde la explanada de San Mamés. El parón ha sido solo de unos cinco minutos pero ha obligado a varios altos cargos de La Vuelta a bajarse de los coches y charlar con los manifestantes.

En la salida del campo de fútbol de San Mamés todos ponían al Visma en el centro de la diana. «A ver que quieren hacer». Los de amarillo se quitaron rápido los dardos y tomaron el mando de la carrera una vez se despejó la protesta de Enekuri. No iban a consentir una fuga. Ni grande ni cómoda. Pedersen salió como un cohete por Laukiz, decidido a formar la escapada a las bravas. Quería testarse en los toboganes vizcaínos. Le divierte el ciclismo de ataque y tiene muy claro lo que quiere. «El segundo es el primero de los perdedores», dijo en Italia. En Sollube, el puerto de Loroño (y de Bahamontes), hubo muchos saltos, pero solo cuajaron dos, el de Aular y Marc Soler, que se unieron a Pedersen.

Al catalán le traía buenos recuerdos Bilbao. Le dedicó el triunfo a su hijo en 2022. «Y ganamos también con Adam Yates en el Tour», apuntaba de salida. En el UAE cuenta cada victoria como suya. «Lo primero es la general y siempre que se pueda aprovechar». Y a eso fue. A las dos cosas. Al Visma se le encendió una alerta. La clasificación refleja que solo está a tres minutos y medio de Vingegaard. Un minuto y gracias le dejaron. No iba a ser inconveniente para Soler, fiel gregario y activista de causas perdidas. En el inicio de la subida a Morga soltó a sus amigos de escapada, pero no fue muy lejos. Tampoco la etapa. No ganó nadie. Perdió el ciclismo.