En Venecia ha irrumpido una voz que ha conmovido a la Mostra: la de una niña de seis años que pide auxilio desde un coche tiroteado por el ejército israelí. ‘La voz de Hind‘, de la directora tunecina Kaouther Ben Hania y producida por … Joaquin Phoenix, compite por el León de Oro. El corazón de la película es la escucha. Se reconstruye, con los audios originales, la comunicación entre el centro de emergencias de la Media Luna Roja y una niña atrapada en Gaza. No hay imágenes del ataque ni subrayados: hay respiraciones, preguntas, instrucciones, silencios que se hacen largos y tensos. La cámara permanece casi siempre en el espacio de los operadores, donde la urgencia convive con la impotencia y el tiempo se vuelve un enemigo más. «La voz de Hind es la voz de Gaza que pide ayuda; el silencio es complicidad», dijo la directora en la rueda de prensa. En el Lido, la emoción fue inmediata. Y las lágrimas. Es seria candidata al León de Oro.

Antes del terremoto Hind, en el Lido, entre el brillo de la alfombra y el rumor de los corrillos, la Sección Oficial va dibujando un mapa nítido de este 2025. La Mostra no solo enseña películas: toma el pulso a las obsesiones del año. Y el electrocardiograma, en la recta final del festival, marca cuatro picos claros: miedo nuclear; poder y propaganda; automatización/IA y precariedad; y herida social. No es un eslogan: es lo que está sucediendo entre algunas de las películas aspirantes al León de Oro. El telón se alzó con Paolo Sorrentino y ‘La grazia’, una apertura italiana elegante y medida que fijó el tono alto de una edición consciente de su papel en el arranque de la temporada de premios. Desde ahí, el relato se tensó con títulos que hablan del mundo con urgencia y ambición formal.

Pánico nuclear

El golpe de la semana lo da Kathryn Bigelow con ‘A House of Dynamite’, un thriller político que la devuelve a su terreno: decisiones límite, salas de crisis y protocolos en marcha. La película se juega en una ventana de menos de veinte minutos para responder a una amenaza atómica: un misil con posible impacto en Estados Unidos. Bigelow ordena el pánico con una puesta en escena seca, de precisión quirúrgica. Con matices y objeciones, se ha convertido en el referente con el que se comparan otros títulos del concurso.

Tecnología y precariedad

En paralelo, Park Chan-wook (‘Old Boy’, ‘Decision to Leave’) compite con ‘No Other Choice’, una sátira negrísima que hurga en la obsesión contemporánea por la productividad y en el relevo frío de la automatización. Inspirada en ‘The Ax’ de Donald E. Westlake, encadena decisiones «racionales» que, en nombre de la eficiencia, deshumanizan al individuo hasta el crimen. La película lee el trabajo contemporáneo desde un humor incómodo y certero, y encaja con una inquietud más amplia: el impulso de crear y dominar aquello que luego se vuelve contra nosotros. En ese mismo eje entra ‘Frankenstein’, de Guillermo del Toro, que vuelve al gran mito moderno para preguntar por la responsabilidad del creador ante su criatura. No habla de algoritmos, pero sí de la tentación de someter la vida y de las consecuencias éticas de ese impulso.

Poder y propaganda

Con Olivier Assayas y ‘El mago del Kremlin’, basada en el libro homónimo, el festival se asoma a la trastienda del relato: cómo se fabrica el poder, cómo se reescriben los hechos, cómo se administra la ambigüedad como herramienta política. El reparto internacional avala el alcance de la propuesta, y el metraje largo permite a Assayas desplegar una mirada analítica que no renuncia a la tensión dramática. Menos adrenalina que Bigelow, más radiografía del presente: otra forma de hablar del mismo tablero geoestratégico.

La herida social

El cuarto nervio tiene el nombre propio antes mencionado: Hind Rajab. En ‘La voz de Hind Rajab’, Kaouther Ben Hania compite con un dispositivo sobrio y devastador: reconstruir, desde el centro de emergencias de la Media Luna Roja, la llamada real de una niña atrapada en un coche tiroteado por las tropas israelíes en Gaza. Sin mostrar la violencia, la película la hace oír, recuperando los audios reales: trámites, impotencia, el tiempo que se agota. Es cine que actúa como acta notarial y convierte en memoria lo que correría el riesgo de disolverse en el ruido.

El mapa de la Mostra se ensancha, además, con otros dos títulos en concurso que suman nuevas perspectivas al panorama. Benny Safdie pone el foco en Dwayne Johnson, conocido como ‘La Roca’, protagonista de ‘The Smashing Machine’, el biopic sobre el luchador Mark Kerr, recibido con una ovación prolongada. Y ‘Bugonia’, de Yorgos Lanthimos, con Emma Stone al frente, afila el sarcasmo contemporáneo al retratar rituales modernos -del éxito a la autoayuda- como liturgias del control, seductoras y crueles a la vez. Es una parábola sobre la credulidad organizada que dialoga con el miedo nuclear, la propaganda y la automatización como reflejos de una misma inquietud: perder el mando de nuestra vida.

Espejo propio

El cine italiano, por su parte, ofrece un espejo propio. Sorrentino y Gianfranco Rosi marcan un doble compás. ‘La grazia’ reafirma el clasicismo ‘sorrentiniano’ y su apuesta por la durabilidad del estilo. ‘Sotto le nuvole’ trabaja el presente a través de la memoria y de una Nápoles escrita como palimpsesto urbano. Dos caminos para una misma pregunta: cómo filmar lo real sin renunciar a la forma.

Fuera de concurso, pero decisivos para entender el clima del Lido, merecen mención dos protagonistas. Luca Guadagnino presentó ‘Caza de Brujas’, calificado por algunos como un ‘triller’ sobre la era del movimiento ‘Me Too’. Con Julia Roberts por primera vez en el festival de Venecia, Guadagnino entra en las dinámicas de poder y las causas que incendian campus universitarios y biografías. Y la Mostra rindió homenaje con ocho minutos de aplausos a Kim Novak, protagonista de ‘Vértigo’, de Hitchcock, con un León de Oro a toda una carrera, seguido del pase del documental ‘Kim Novak’s Vertigo’. En definitiva, tradición y presente: Venecia mirándose al espejo sin nostalgia.