El pintor sevillano Alberto Rubio ha marcado un hito en la representación artística contemporánea de la monarquía española al concluir el primer retrato conjunto del Rey Felipe VI y la Reina Letizia como soberanos. La obra, presentada este miércoles 3 de septiembre, no es solo un ejercicio de virtuosismo pictórico, sino también un intento consciente de rescatar la solemnidad y el simbolismo que caracterizaban a los grandes retratos cortesanos de los siglos pasados. Hasta ahora, existían pinturas y fotografías oficiales de cada uno de los Reyes por separado, pero ninguna que los mostrara unidos en su papel institucional al frente de la Corona.

Rubio, con apenas treinta años, se ha atrevido a asumir un reto que tradicionalmente estaba reservado a pintores consagrados y vinculados directamente con la Casa Real. Su propuesta nace de la admiración tanto por la institución monárquica como por la tradición pictórica española. Inspirado en sus frecuentes visitas al Museo del Prado y al Palacio Real, el artista buscó recuperar la atmósfera hierática y solemne de los retratos de corte del siglo XVII, donde la pintura no solo reflejaba un físico, sino también el poder, la dignidad y la trascendencia de sus protagonistas.

En el lienzo, Felipe VI aparece vestido de gala, fiel a la iconografía habitual que lo presenta como jefe de Estado, firme y sereno. La novedad recae sobre todo en la figura de doña Letizia, quien viste el diseño azul de la firma The 2nd Skin Co, utilizado durante la visita de Estado a los Países Bajos, acompañado por la emblemática tiara rusa y joyas del conocido lote de las joyas de pasar. Rubio confiesa que, en el caso de la Reina, quiso jugar con la indumentaria y las piezas de orfebrería, consciente de que el simbolismo de la vestimenta femenina en estos retratos suele aportar matices narrativos adicionales.

El proceso creativo fue complejo. Aunque los primeros bocetos se basaban en la conocida imagen oficial de Letizia con un vestido rosa de Carolina Herrera, el pintor decidió finalmente situar a los Reyes de frente, mirando al espectador con una solemnidad intemporal. No trabajó a partir de una fotografía concreta, lo que obligó a un ejercicio de interpretación artística que dotara al retrato de vida propia. El propio Rubio reconoce que hubo momentos especialmente delicados, como la mirada de la Reina, que le llevó a borrar y rehacer varias veces hasta conseguir la expresión exacta: no un mero parecido físico, sino una presencia real y regia.

El resultado es un óleo sobre tabla de 120 x 70 centímetros que transmite autoridad, unidad y elegancia. Los protagonistas se muestran en una pose casi escultórica, enmarcados en un aire solemne que recuerda a los grandes maestros del barroco. Rubio asegura que este proyecto ha supuesto para él un reto personal y profesional, ya que, tras dejar su labor como gestor cultural en la Fundación La Caixa, encontró en este trabajo la oportunidad de poner en práctica una técnica más depurada y un realismo más trabajado que en etapas anteriores.

Más allá del mérito técnico, el pintor no oculta su simpatía por la monarquía. Confiesa que, mientras la figura del Rey siempre le fue cercana desde niño, la Reina lo conquistó a través de su estética y su implicación en el ámbito cultural. Este interés personal se refleja en la obra, que no es un encargo oficial, pero sí aspira a convertirse en una pieza reconocida dentro del patrimonio iconográfico de la Corona. Rubio ya ha enviado a Zarzuela una carta con fotografías y detalles de la creación, con la esperanza de que el cuadro llegue algún día a la Casa Real. Además, el retrato ha generado expectación también en redes sociales, donde el pintor documentó parte del proceso y reunió una comunidad de seguidores que han acompañado cada avance. Con más de nueve mil seguidores en Instagram y una creciente presencia en TikTok, Rubio se ha consolidado como una de las jóvenes promesas del retrato realista en España.