Por qué lloró Noemí Galera en el casting final de OT puede ser un titular morboso. De hecho, sirvió a algunos para conspirar desde las redes sociales con ese tonito de maldad al que nos anima la vida a través de las pantallas, donde terminamos contemplando todo como si fuera un videojuego. Somos unos degustadores de la especulación. Peligroso, si nos hace más insensibles.
Yo también me hice la pregunta de por qué lloró Noemí. Sus lágrimas me revolvieron. Me sentí reflejado. Sentí que pasaba algo. Entendí ese incontrolable suspiro empapado días después: cuando nos sobresaltó la noticia de la muerte de Toni Cruz, cocreador del trío cómico La Trinca, cofundador de la productora Gestmusic y uno de los inventores del propio Operación Triunfo. Ahí cambió todo.
“Hay un vídeo mío, del inicio del casting final donde yo sabía que me desmontaría, porque sabía… (silencio). Lloré amargamente y veo los comentarios y dicen: «qué le pasa», «está vieja», «eso es que es su última edición». A veces, juzgamos cosas que vemos en las redes y no tenemos ni idea de lo que sucede detrás. Me hacían mucha gracia los comentarios de “¿hace falta hacer este número?“. Entonces, piensas: ¿Tú crees que lloro por un programa de televisión, cariño? En fin”, ha explicado la propia Noemí a Arnau Mañé en Via LLiure de la emisora Rac1.
Estaba emocionada recordando a Cruz, que murió el 11 de julio. “Bufff, era el jefe en mayúsculas. Era el que animaba a todo el mundo. Cuando llegaba él a plató, era una energía de trabajo. Estamos donde estamos por él. Y será muy difícil hacer esta edición sin él, para mí era un padre, un amigo, ha formado parte de mi familia durante veinte años. Era todo, era un genio y se le echa mucho de menos”.
Pero hemos naturalizado la conjetura. Las redes sociales incluso nos han invitado a pensar que nuestra opinión importa. Nos han insistido que debemos ser críticos. Bien, aunque no hemos recalcado lo suficiente que la crítica no sirve de nada sin argumentos y la opinión solo es ruido sin los contextos del saber. Nos da igual, cometemos la osadía de pedir a completos desconocidos cómo deben de actuar con sus emociones. Son los atrevimientos de la inconsciencia.
Aquellos mensajes que recibió Noemí solo hablan de cómo podemos terminar deshumanizando a las personas parapetados detrás de un móvil desde el que todo lo juzgamos como si fuera el culebrón de sobremesa. Nos sobran irritaciones y andamos faltos de empatías. Ahí está la llave de la convivencia. También en las redes que son la pura realidad. Porque, que tampoco se nos olvide, las modelamos nosotros mismos con nuestra forma de actuar en ellas.
Y en ellas están los que calientan cabezas y los que intentan entender, comprendiendo que nunca disponemos de toda la información. Menos aún cuando se trata de afectos hondos, que nos enfrentan a las crudezas del crecer y que hasta cuando uno se identifica jamás podrá ponerse en el lugar de una persona que ni siquiera conoces.