Aarón Palacio y El Mene protagonizan este sábado, 6 de septiembre, un mano a mano estelar en Villaseca de la Sagra. Aarón está firmando una gran temporada que rematará el 20 de septiembre en la Feria de la Vendimia de Nimes (Francia) tomando la alternativa de manos de José María Manzanares y Roca Rey. El Mene, por su parte, regresa al coso de La Sagra un año después de alzarse con el XXIV Alfarero de Oro tras una impactante actuación que puso en alerta al toreo. Ambos, maños de nacimiento, se verán las caras frente a una novillada de Montealto y antes de su duelo los hemos juntado para conocerlos un poco más.

-¿Quién es tu referente en el toreo?

El Mene: «El primero, mi padre, porque ha sido profesional -fue novillero con picadores en los 90 y luego banderillero; su temporada más larga con un torero fue con Morenito de Aranda, cinco años- y porque es mi padre. Manolete y Morante son también dos referentes para mí, han marcado una época, de hecho Morante la está marcando».

Aarón Palacio: «Cuando me empezó a interesar el toreo, con 13 o 14 años, el primer torero en el que me fijé fue en Morante de la Puebla y hasta ahora es el torero que más me ha gustado, el que más me inspira. Creo que hoy en día hay una cantidad de toreros buenísimos y se puede fijar uno en una gran cantidad de cosas. Me gusta también ver vídeos de toreros antiguos, de los años 70 y 80».

-¿Tienes algún ritual, manía o costumbre antes de torear?

E.M.: «No tengo manías antes de torear. No monto ni capilla. Creo en Dios pero creo que son cosas a las que te agarras por dentro. Yo cuando me agarro a Dios lo llevo por dentro. Se pierde tiempo con las manías. Yo lo respeto, pero no es algo que haga».

A.P.: «Antes tenía muchísimas manías, tanto el día de antes de torear como ese mismo día, pero me di cuenta de que esas manías lo único que hacían eran limitarme, porque si un día no podía hacer uno de esos rituales que tenía, ya iba a la plaza pensando en que no lo había hecho. Un día decidí quitármelas todas de golpe, tuve la suerte de que me fue bien y desde entonces lo único que hago es rezar, que tampoco lo considero manía porque creo mucho en Dios y no rezo sólo los días que toreo».

-¿Hay alguna faena o momento en el ruedo que haya marcado un antes y un después en tu vida?

E.M.: «Hablando de Villaseca, la tarde del año pasado, y también la de Arganda del Rey; han sido dos tardes que me han llevado a la posición en que estoy ahora».

A.P.: «Recuerdo una que no fue en una plaza, sino en el campo. Fue una becerra que toreé en una ganadería de Aragón, que como están muy enfocadas al festejo popular es difícil que embistan. Recuerdo que la toreé muy a gusto y muy bien, y sentí que ese día había dado un paso muy grande. Solemos pensar en plazas y faenas importantes, pero muchas veces el sitio donde menos lo esperas, un animal que tampoco esperas, te hace avanzar un montón».

-¿Alguna plaza a la que tengas un especial cariño?

E.M.: «A la de Salamanca le tengo mucho cariño. Luego también las plazas que todos soñamos: Madrid, Sevilla, Pamplona… A mí todas las plazas que son cariñosas y saben ver el toreo me gustan».

A.P.: «Si me posiciono ahora con una te estaría engañando, porque la verdad que en la mayoría de plazas de primera he tenido tardes que me han encantado».

-¿Cómo definirías, brevemente, tu concepto del toreo?

E.M.: «Toreo clásico, puro, que busca o intenta buscar la calidad -porque esto es muy difícil, hay veces que los toros no te permiten expresarte-, pero sobre el papel ese es mi concepto: puro y clásico».

A.P.: «Puro, con verdad, clásico, no busco el triunfo rápido. Lo que intento es torear con el alma y lo que me salga del corazón. A lo mejor es un poquito más largo el camino y los triunfos cuestan un poco más, pero creo que es la forma sincera de hacer lo que me gusta».

-Dejando volar la imaginación, ¿cuál es tu cartel soñado?

E.M.: «Con Manolete y Belmonte, pero lo trasladaría a esta época sólo para que entraran las ganaderías de Jandilla o Victoriano del Río, que me gustan mucho porque salen muchos toros importantes y con una cosa primordial: tienen mucha expresión y calidad, lo que permiten torearlos bien».

A.P.: «Antoñete, Morante de la Puebla y yo».