María Pombo debería hacerse amiga de Georgina –si no lo es ya–. La prometida del futbolista dejó caer en su documental que no le gustaban los libros para decorar. Muy de acuerdo con ella. Estoy en contra de los libros en el salón. Creo … que Georgina se quejaba de que cogen polvo. Mira, tengo amigos que empezaron a leer precisamente por eso. Lo mío es más por pudor: si tus lecturas te definen en lo más íntimo, una biblioteca a la vista es un levantamiento de falda involuntario.

Si pudiera permitírmelo, no pondría ni una estantería en el salón. Pero con el precio de los alquileres en Madrid es lo que hay: no me salen las cuentas para biblioteca independiente.

Creo que a María Pombo sí le dan las suyas, pero no le interesa. Oiga, pues ningún problema. Fotón de biblioteca que se pierde. Pero la influencer –que es Pombo en conexión histórica con Álvaro Pombo y presume de ser tataranieta de Concha Espina–, por alguna razón, no parece al 100 por ciento convencida de su estatus de no lectora. En las redes le han dicho que veían mucho trasto y poco libro en una de sus estanterías y ella ha espetado que leer no te hace mejor y que a ver si lo van superando los que leen. ¿Y ese ataque? Queda claro que el apellido no te garantiza nada. Ni el don, el gen, el bicho, o lo que sea, de la lectura ni el de la elegancia en las respuestas. Hubiera quedado menos forocoches haberse marcado un Georgina: los libros no son para decorar. Sobre todo no en las casas donde hay que exhibir dinero. No, no sirven para el postureo de ricos porque con libros decora cualquiera. (Leerlos ya es otra cosa). Por eso entiendo a esos millonarios que no los quieren en las estanterías. ¿Libros? Cualquiera puede pagarlos. Nuevos o de segunda mano. Y hasta tomarlos prestados de la biblioteca. Gratis. Demasiado democrático, ¿no les parece?

Yo creo que hay gente que tiene trauma por no leer. Lo digo, sobre todo, por mí: es mi termómetro. Cuando caigo en el hoyo no soy capaz de concentrarme ni dos párrafos. Como un adicto a las redes cualquiera. Al contrario, sé que he salido del bache cuando por fin afirmo que «he vuelto a leer». Leer, supongo, es un estado mental.

La lectura es la única actividad humana que no puede subcontratarse. Requiere de un esfuerzo personal real: concentración y foco. Puedes pagarle a un decorador. Puedes pagarle a un entrenador personal. Puedes pagar por sexo. Pero no puedes pagarle a nadie para que se concentre y lea libros por ti.

La razón de esto yo no la sé. Porque leer, en el fondo, tiene algo de raro: es lo que más te aísla del mundo y a la vez lo que más te conecta con él. Y seguro que no hace a nadie mejor, pero es de las pocas cosas que nos igualan de verdad. A lo mejor hasta por arriba. Y no hablo de riqueza económica.