A Mona Fastvold, coguionista de todas las películas de Brady Corbet y pareja del director de The Brutalist, se la podrá acusar de muchas cosas. No, desde luego, de no tener arrestos. 

Su cine, de The Childhood of a Leader aVox Lux, abunda en personajes en el límite de la insania, cuando no directamente esquizofrénicos, con los que es imposible empatizar. The Testament of a Ann Lee, su nuevo filme, no iba a ser una excepción.

Crítica de ‘The testament of Ann Lee’

La película es una biografía de Ann Lee, líder de la Sociedad Unida de Creyentes en la segunda Aparición de Cristo, una secta surgida a finales del siglo XVIII en Manchester. Como el título era muy largo y para rezar a dios practicaban bailes y se pegaban pechadas, los llamaron los «Shakers»(los Sacudidos). Por lo visto, en Inglaterra empezaron a tocar mucho las narices, así que se fueron con la música (y los bailes) a otra parte. A EE UU, concretamente. Semejante biografía justifica que el filme tenga partitura y coreografías.

Si miráis su retrato en Wikipedia, os vais a asustar, porque Ann Lee era más fea que Picio, con una frente ancha en la que se podía jugar al pádel. Como esto es cine, aquí la interpreta la angelical Amanda Seyfried. Cosa extraña, Seyfried es la protagonista del musical más exitoso de la historia, Mamma Mia! (Phyllida Lloyd, 2008).

Dos películas que no se parecen en nada salvo en que hay cancioncitas y que, ejem, tratan de la búsqueda del padre (sea biológico o celestial). La intención de Seyfried en esta película no es hacer dinero, sino conseguir un Óscar. Y está dispuesta a todo por lograrlo. Baila y canta, pero, sobre todo, sufre todo tipo de perrerías: la detienen, la golpean, se arrastra, se rasga las vestiduras, la desnudan, le ponen los cuernos en su presencia y la azotan.

Todo en Ann Lee es excesivo e histérico, convirtiendo el filme en una experiencia sensorial desconcertante. Los bailes son o bien hipnóticos a la manera de una coreografía norcoreana, o bien parecen sacados de aquel vídeo de cachondeo para Fatboy Slim que dirigieron Spike Jonze y Roman Coppola y que se tituló Praise You. Como obliga el estilo de Fastvold y Corbet (aquí coguionista), resulta muy difícil empatizar con su personaje. En especial cuando deciden que la forma más adecuada de estar cerca de dios es el celibato (por ahí sí que no paso, Mona). 

Pero lo más alucinante es la transformación del personaje en su camino y establecimiento en el Nuevo Mundo. Después de un mal viaje, debemos creernos que Ann Lee, esa pirada analfabeta con ínfulas mesiánicas se convierte en una auténtica santa súbita. En parte porque para Fastvold, la razón del desprecio de la sociedad está en su condición femenina, pues el patriarcado impide (todavía hoy) predicar a las mujeres. Pero lo que vemos en la pantalla no es una vuelta de tuerca, sino un ejercicio de contorsionismo

La ambigüedad moral de la que siempre ha hecho gala Mona Fastvold nos deja ojipláticos. Los shakers ya no son un atajo de fundamentalistas con la libido por los suelos, sino una comunidad casi comunista de lo más apañada y aseada. Podrá decirse, claro está, que EE UU es un manicomio a cielo abierto donde campan a sus anchas en el fundamentalismo, pero también habrá quien defenderá que es el único lugar en la tierra en la que se puede ser libre. Ann Lee está destinada a convertirse en carne de meme y en elemento polarizador entre el hype cinematográfico de la temporada 2025/2026. Eso es más de lo que puede decirse de muchas películas.