La política estadounidense siempre ha tenido un aire de espectáculo, pero esta vez el octágono amenaza con invadir el corazón del poder. Dana White, director ejecutivo de la UFC, llegó a Washington con un portafolio brillante y una propuesta aún más deslumbrante: llevar la jaula más famosa del deporte de combate al Jardín Sur de la Casa Blanca. Lo increíble, según reveló The Wall Street Journal, es que no sólo fue escuchado, sino aplaudido por el propio presidente Donald Trump.
“Lo logramos hoy”, celebró White en redes sociales tras su reunión en la capital, como si acabara de ganar un título mundial. Pero lo que está en juego no es un cinturón dorado, sino un lugar en la historia: una velada de artes marciales mixtas frente a la fachada blanca más reconocida del planeta, acompañada de fuegos artificiales y rayos láser que iluminarán el Monumento a Washington.
No será el 4 de julio
El plan, todavía en fase inicial, contempla un evento de proporciones inéditas. Una cartelera completa, hombres y mujeres incluidos, se montaría en junio de 2026, como preludio a la conmemoración del 250 aniversario de Estados Unidos. La idea inicial era el 4 de julio, pero la agenda del país ese día está demasiado cargada.
El público no sólo será VIP en jardines de traje y corbata: montarán pantallas gigantes en la Elipse y otras zonas permitirán que miles de curiosos sigan la acción en directo, transformando a Washington en un gigantesco fan fest. Habrá días previos de actividades en el National Mall, con sesiones de autógrafos, zonas interactivas y hasta sacos de boxeo para que los turistas midan su fuerza.
Donald Trump ha sido un aficionado recurrente a las funciones de UFC.MANDEL NGAN
Los pesajes y conferencias de prensa, según trascendió, podrían llevarse a cabo nada menos que en las escalinatas del Monumento a Lincoln. Porque si algo tiene la UFC es sentido del espectáculo, y Trump, anfitrión de la idea, no suele conformarse con lo discreto.
Del Despacho Oval al Jardín Sur
Una versión inicial sugería que los peleadores podrían atravesar la columnata de la Casa Blanca tras salir del Despacho Oval para llegar a una jaula en el Jardín de las Rosas. Pero la escala resultaba pequeña. De acuerdo al prestigioso diario estadounidense, Trump y White quieren grandeza, y por ello el escenario será el extenso Jardín Sur. Un equipo de la UFC ya inspeccionó el terreno.
El propio portavoz de Trump, Steven Cheung, lo describió como “uno de los eventos deportivos más grandes e históricos de la historia” y un símbolo de la visión del presidente para conmemorar el 250 aniversario del país.
Política y deporte
Que el deporte se mezcle con la política no es novedad: desde los partidos de tenis organizados en los años 20 por Warren G. Harding hasta el campo de beisbol improvisado por George W. Bush en el mismo jardín que ahora recibirá peleas. Barack Obama jugó partidos de baloncesto con amigos en la Casa Blanca. Pero ninguna de esas experiencias se acerca al calibre de lo que White y Trump buscan montar.
Trump ha hecho del deporte una extensión de su política y viceversa. Fue el primer presidente en funciones en asistir a un Super Bowl en febrero de este año.
Un lazo de vieja data
La relación entre Trump y la UFC se remonta a más de dos décadas. Cuando la organización luchaba por ser aceptada y era atacada como un show brutal por políticos como el senador John McCain, el Trump Taj Mahal de Atlantic City abrió sus puertas y dio oxígeno a la empresa. White no olvida: ha defendido al expresidente en convenciones republicanas y lo ha presentado en escenarios políticos como si fuera un peleador estrella.
La conexión llega incluso a la familia. Ivanka Trump practica jiu-jitsu brasileño y, de acuerdo con la información del Wall Street Journal, participó por teléfono en la reunión donde se afinaron los primeros detalles.
El momento no puede ser más peculiar: la UFC, que acaba de firmar un acuerdo multimillonario de 7.7 mil millones de dólares con Paramount y Skydance, se prepara para proyectarse en televisión abierta a través de CBS. Mientras tanto, Trump navega entre polémicas judiciales y un calendario electoral que podría convertir este evento en un arma simbólica para seducir al electorado joven.
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