A Borja Ibáñez (Madrid, 50 años) el corazón le late más fuerte cuando habla del cariño que siente por sus tres hijos, y también sus … pulsaciones se aceleran con dos de las cosas que más ama en la vida: descargar adrenalina entre bosques con su bici de montaña y escuchar a toda pastilla a Iron Maiden y Guns N’ Roses. «Soy un fanático del rock», dice. Para relajar ese frenético bombeo tiene un punto de cocinitas y disfruta «muchísimo» entre fogones. Aficiones al margen, este cardiólogo y director científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) acaba de revolucionar el mundo de la medicina con el ensayo clínico Reboot (ese es su nombre), presentado hace justo una semana y del que es investigador principal. El estudio, que ha implicado a 8.500 enfermos de 109 hospitales de España e Italia, concluye que los betabloqueantes, unos fármacos que desde hace 40 años se recetan a los infartados para relajar la ‘patata’, son totalmente innecesarios si tras el ataque al corazón, éste recupera su función normal. Sólo en España hay un millón de enfermos así.
–Por aclarar… su estudio confirma que los betabloqueantes no son necesarios en pacientes que tras un infarto de miocardio no complicado conservan una función cardíaca normal.
–Así es. Queríamos ver si los betabloqueantes seguían siendo útiles en pacientes que han tenido un infarto, pero la función cardíaca no se ha visto afectada. Hemos excluido todos los pacientes que tienen un infarto muy extenso, que han tenido insuficiencia cardíaca o que tenían arritmias, y por lo tanto toman betabloqueantes por otra indicación, y nos hemos centrado exclusivamente en estos infartos no complicados con la función cardíaca prácticamente normal.
–Calcula que sólo en España son un millón de pacientes…
–Efectivamente. En España hay 70.000 infartos al año y el 70% de estos infartos, unos 50.000, tienen una función cardíaca normal. Y como la supervivencia de estos pacientes es de un mínimo de 20 años de media, nos sale un millón y pico de pacientes que en los últimos 25 años han tenido un infarto no complicado, y desde entonces están tomando betabloqueantes. Son infartados que no necesitarían tomar esta medicación.
–Usted ha insistido en recomendar que antes de que el paciente retire el fármaco por su cuenta, lo consulte con su médico.
–Sí, porque puede que estén tomando betabloqueantes por otros motivos, como arritmias o hipertensión arterial, y en esos casos son muy útiles porque reducen la frecuencia cardíaca. También se recetan en anginas de pecho, aunque es menos frecuente, porque hoy en día las tratamos abriendo las arterias obstruidas.
–El estudio ha sido noticia de alcance mundial. ¿Cómo lo han acogido pacientes y médicos?
–Nos han llamado médicos y pacientes de toda Europa y de Argentina, Estados Unidos, India, Singapur… A los pacientes lo primero que les decimos es que estén tranquilos, que no es tanto que los betabloqueantes sean inútiles sino que no es necesario tomarlos si su función cardíaca es normal. Pero que antes lo consulten con su médico. Y se quedan tranquilos. Y hemos tenido una reacción muy buena de la comunidad cardiológica, que estaba esperando desde hace tiempo este ensayo clínico, ya que había muchas dudas de que los betabloqueantes fueran eficaces en este contexto y Reboot confirma estas sospechas.
–¿Qué reacción le ha sorprendido más?
–Sobre todo el impacto que ha tenido en la población general y en pacientes, lo que quiere decir que el estudio va a cambiar la práctica de la medicina en el mundo porque hay millones de pacientes que han tenido un infarto y viven una vida normal tomando betabloqueantes. Hemos tenido llamadas de pacientes que se sienten muy aliviados porque los betabloqueantes no son peligrosos, pero tienen efectos secundarios, como fatiga, cansancio y también provocan impotencia en los hombres. Hay otros pacientes que llaman preocupados porque no saben muy bien qué hacer por si estaban en riesgo de tener algún problema si dejaban de tomarlos. Les hemos dicho que tranquilamente vayan a su médico para que evalúe su retirada. Insisto, es muy importante que nadie deje de tomarlos por su cuenta; es el médico el que tiene que comprobar que su paciente es uno de estos casos en los que ya no es necesario. Porque puede que los tomen por otro motivo: arritmias, hipertensión, insuficiencia cardíaca…
–Algunas sociedades de médicos de familia y el Ministerio de Sanidad han ido también en esa línea de pedir calma y prudencia…
–Totalmente de acuerdo. En el congreso de la Sociedad Europea de Cardiología, donde se presentó el ensayo clínico, estuve hablando con la ministra Mónica García, que estaba encantada. Y con el secretario de Estado, Javier Padilla. Estamos todos en la misma línea y estamos de acuerdo en que esto es un cambio en la medicina y una evolución del manejo de los pacientes.
Escaso impacto en la industria
–A la industria farmacéutica su ensayo igual no le ha hecho mucha gracia… al fin y al cabo son pastillas que se dejarán de vender.
–Los betabloqueantes perdieron la patente hace años por lo que su beneficio económico es muy bajo. Una caja mensual de 28 píldoras cuesta unos 4 euros pagándola sin ningún tipo de ayuda. En este caso particular tampoco va a haber ningún impacto importante en ninguna empresa farmacéutica porque no deja mucho margen.
–Las conclusiones del estudio son tan contundentes que la medicina tendrá que actualizar las recomendaciones de las guías clínicas internacionales, ¿lo ve como una revolución mundial?
–Hay pocas investigaciones que vayan a cambiar el tratamiento de tantos millones de personas, de los que han tenido un infarto y los siguen tomando, y de los que desafortunadamente tendrán un infarto y que ya no van a recibir los betabloqueantes si tienen una función cardíaca normal. Esto va cambiar la guía de práctica clínica en todo el mundo. Está mal que lo diga, pero sí, es una gran revolución mundial, un cambio en la práctica clínica.
-Una práctica médica que creo se viene haciendo desde hace más de 40 años,
-Sí, era un tratamiento estándar desde finales de los 70 y principios de los 80. Cuando yo estudié medicina en los años 90, el tratamiento para el infarto era oxígeno, morfina, betabloqueantes y aspirina. Ya se demostró que ni el oxígeno ni la morfina tienen ningún beneficio, salvo en el caso de la morfina para un dolor enorme. Y ahora, a través de este estudio, hemos demostrado que los betabloqueantes no son necesarios en este tipo de infarto. Y también hay ensayos clínicos en marcha testando si efectivamente la aspirina será necesaria ya de por vida o no. Y esto es un cambio, una evolución del manejo de los pacientes.
–Igual, doctor, esta investigación le reporta un Nobel… ¡al menos le subirán el sueldo!
–Jajaja. Yo estoy muy contento en poder hacer esto, que es más una satisfacción personal. Lo importante es contribuir al bienestar de los pacientes y de la sociedad; que la gente vea que los investigadores trabajamos con el único interés de mejorar su vida, y que España está en un primerísimo nivel. Los cardiólogos más importantes del planeta están encantados del pelotazo médico que se ha dado.
El cardiólogo madrileño, en su despacho.
CNIC
Los betabloqueantes, más perjudiciales en mujeres
-Doctor, una rama del estudio señala que en el caso de las mujeres infartadas, los betabloqueantes son incluso perjudiciales, que podrían incluso empeorar la frecuencia del corazón
-Esto es uno de los temas en los que estamos muy comprometidos, no solamente ver la diferencia de enfermedad de cardiovascular en hombres y mujeres, sino también ver la eficacia de los medicamentos o los tratamientos en función del sexo. Y en nuestro ensayo hemos visto que las mujeres, en un pequeño porcentaje que no es alarmante, sí que tenían una peor evolución cuando tomaban betabloqueantes que cuando no. Esto no lo hemos visto en los hombres, donde no había beneficio ni riesgo. Las conclusiones globales del estudio son totalmente robustas e irrefutables, pero cuando haces un análisis de un subgrupo, por ejemplo hombres y mujeres, es algo que suele ser más generador de hipótesis que definitivo. Para este tema concreto de las mujeres sí que necesitaremos juntar nuestra base de datos con otras para confirmar si es correcto o no. En cualquier caso, las implicaciones prácticas van a ser mínimas, porque realmente, como ya ninguna persona, ni hombre ni mujer, van a recibir betabloqueantes cuando tienen la función cardíaca totalmente normal, pues este impacto ya va a estar totalmente mitigado. Además en el caso de las mujeres, la señal de posible aumento de efectos adversos que vimos nosotros, se producía en los primeros dos años. A los dos años ya no había ningún aumento del riesgo. Y en el subgrupo de mujeres que estudiamos, el riesgo absoluto de tener una mortalidad incrementada era muy pequeño, de un 0,7% adicional de riesgo, muy poco.