El Granada confirmó en su tercera cita del curso su pobreza. El conjunto rojiblanco empieza a repetirse de forma peligrosa. El guion de las derrotas … ante el Deportivo de La Coruña y el Eibar lo volvió a calcar en su estadio, donde el Mirandés supo aprovechar los errores para imponerse a un rival de casi nula capacidad de reacción cuando recibe un golpe. Eso sí, de fútbol mejor no hablar demasiado.
La calidad tiene un precio no solo para destacar y ganarse el aplauso, sino también para saber estar, y el Granada no tiene tablas de Segunda división. La permanencia se ha convertido en un objetivo poco menos que milagroso. Los optimistas, que se vayan olvidando de metas mayores. Da para poco este nuevo y conocido conjunto rojiblanco. La vergüenza asoma con cualquier comparativa de tiempos pasados.
El viento tampoco le pega de cara al técnico burgalés, que no sabe si poner una lancha motora en el campo o plegar velas. El entrenador es ahora mismo un púgil a punto de caer noqueado contra la esquina del cuadrilátero, incapaz de entender qué hace ahí, por qué está ahí, arrinconado y a punto de vencerse sobre el suelo. Sus futbolistas le esperan sobre la lona, con la toalla en la mano. Cualquiera, cualquier equipo de Segunda, les pinta la cara en cada combate.
El Mirandés hizo su trabajo de desgaste con brillantez, blindado y agradecido por recibir el balón sin solicitarlo de un rival impreciso en cada salida. Esa falta de toque convierte al Granada en el colmo de la vulgaridad en todos los espacios, emergiendo un equipo destruido antes de comenzar el campeonato. No tiene nada de nada y evitar el descenso no debe tomárselo como un deshonor, sino como una obligación. Perdida la dignidad gracias a sus dirigentes, que no pierda la categoría. Lo de la categoría se refiere a su plaza en Segunda.
Queda tiempo, es cierto, va a dar para bailes y entierros, pero hay un pequeño detalle que no se puede pasar por alto: la gente está harta y percibe las mentiras a la legua. Así que, en cuanto se huela que llegan las excusas comunes, los eufemismos, se va a tirar al cuello. ¿Volver a sonreír? Va para largo. Desfondado y ofuscado, el Granada, despedido con pitos, ni soñó con empatar al final. Ni puede soñar con mantener la categoría de plata a este pobre nivel. Hoy llega el Granada a Málaga más justo que lo que debería y mucho más de lo que Pacheta pensaba. Al equipo, tras once fichajes, le falta rodaje, acoplamiento, pero eso es lo malo de tener que hacer una revolución cada verano. Mientras los nuevos fichajes se acoplan a su nuevo equipo, el fuego es real. Es verdad que los malagueños han empezado mucho mejor la Liga, pero en todo caso el Granada no puede permitirse un nuevo bochorno.