Cuando al padre del cineasta Guillermo del Toro le tocó la lotería, se mudó a una casa más grande. Cuando a María Pombo le tocó … la otra lotería, la de convertirse en una ‘influencer’ con más de tres millones de seguidores, también se compró una casa. La diferencia es que el primero se hizo con una biblioteca fabulosa que el pequeño Guillermo devoró con ansia viva, mientras que la Pombo ha colocado en las estanterías cuatro cachivaches.
Como estamos a la que salta, una seguidora le hizo notar que la librería era preciosísima, pero que si estuviera llena de libros lo sería mucho más. «No sois mejores porque os guste leer», se defendió la Pombo. Y continuó su defensa, que parecía la de un abogado loco de ‘The Good Wife’, enseñando que tenía ‘El Principito’. «Lo he comprado en Zara Home», dijo. Se ve que Amancio Ortega no solo amuebla nuestras casas, sino también nuestras cabezas.
Los Pombo, que son una jartá, se definen «como una familia normal y corriente». En eso aciertan, porque las familias normales y corrientes no leen: más de un tercio de los españoles no lo hacen nunca. Y ahí siguen, tan pichis y sin que este país se desmorone. También acierta la Pombo: los que leemos no somos mejores que los que no leen, sólo tenemos la suerte de disfrutar leyendo, y ya, de paso, desasnarnos un poco. Y tan pavos son los que presumen de no hacerlo como los que presumimos de lo contrario, que a veces se me va la pinza y subo libros a Instagram. Será porque no puedo subir fotos en bikini, para qué nos vamos a engañar. Pero entre ser el repelente niño Vicente y mostrar con orgullo pombil que no abres un libro hay un trecho. Antes, de nuestra tontuna solo se enteraban los más cercanos. Ahora se entera todo el mundo.