Entre Lourdes y Los Rolling, a la caída del último sol del verano se fueron apareciendo en el auditorio de Rivas-Vaciamadrid la mezcla social más extraña e improbable que uno se pueda encontrar en un concierto. Como en una canción de Sabina, iban … un cura mazado, unas cincuentonas en vaqueros, veinteañeros con ganas de fiesta y Rayban, que se llaman todos Bosco y Carlota, chavales vestidos de negro con degradado en el pelo, sillas de ruedas motorizadas montadas por enfermos desencajados, familias con niños pequeños, embarazadas con tripón y una docena de monjas de las Carmelitas Samaritanas de Valladolid y Toledo que vivían el primer concierto de su vida en comunidad.
Hasta se hacía selfies con la gente el modelo e influencer de Granada Pablo Garna, que ha decidido meterse a cura. Así de extraño y de natural al mismo tiempo resulta el público de Hakuna Music Group, el grupo de pop espiritual católico que puso el ‘no hay billetes’ con 25.000 espectadores en el auditorio Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid, el feudo de Izquierda Unida en el cinturón rojo de la capital que llaman ‘La Ciudad sin Dios’. No es poca gente: el concierto más grande de Hakuna llenó el Wizink Center con 15.000 personas y Vetusta Morla y Rozalén juntos metieron aquí a 7.000. Les telonea Siempre así y antes del evento se ha celebrado una hora santa de rezo y adoración al Santísimo en tres parroquias cercanas a la que han acudido 3.000 personas. El concierto queda entre la misa y la fiesta en una celebración grupal de la Fe católica que ha convertido a Hakuna, el movimiento que fundó en 2013 el padre José Pedro Manglano ‘Josepe’, en uno de los movimientos más significativos entre la juventud española.
Si a uno le hubieran contado hace quince años que en España iban a llenar estadios e iglesias unos chicos que cantan por amor a Cristo, que celebran una suerte de misas cantadas y que lo iban a petar en conciertos y plataformas de streaming, se hubiera reído. En aquellos días, la fe estaba encajonada simbólica y despectivamente en sacristías oscuras y eucaristías que aparecían representadas en el ideario como lugares vacíos, aburridos, apulgarados, pobladas por cuatro ancianas y condenados a desaparecer aplastados por una secularización de la sociedad que no había manera humana o divina de revertir. Y mira.
Hace una década que a Rivas -el Ikea del sureste de Madrid, los comunistas, la batalla del Jarama, el pisito de Iglesias y Montero, 500 habitantes en los 80 y ahora, 100.000 vecinos-, se le conocía como ‘La ciudad sin Dios’. Jalonan la ciudad, tomada ahora por tipos con crucifijos al cuello, como Pablo Iglesias, Manuel Azaña, La Pasionaria, las Trece Rosas, Marcelino Camacho, las Madres de la Plaza de Mayo, etc. Hace unos años, el anterior alcalde montó un centro de apoyo a la aconfesionalidad en el que funcionarios asesoraban a vecinos y ciudadanos de toda España a apostatar de la Fe Católica. Hace no mucho que aprobaron un reglamento municipal de laicidad para prohibir símbolos religiosos en cualquier dependencia que tuviera que ver con el Ayuntamiento y que ningún representante pudiera participar en ninguna ceremonia religiosa.
La hermana Arcila del Señor, «que significa esclava del señor y se nombra en el Ángelus» desconoce toda esta simbología. «A mí todo eso no me importa. A mí lo que me importa es el amor». No sabía hasta esta mañana que iba a vivir su primer concierto con sus hermanas, pero les llamaron diciéndoles que tenían entradas para ellas, se montaron en esas furgonetas tan divertidas que llevan monjas dentro, y se vinieron «muy contentas y esperanzadas». A la entrada del recinto, hacen bromas y ríen en carcajadas sonorísimas bajo la mirada atenta de la madre Superiora de su convento, ayer medio vacío.
Asistentes al concierto de Hakuna en Rivas
Tania Sieira
Tanto anticlericalismo y, ahora, esto. Todo parece signo de un cambio de tiempos, de una salida de la sacristía, quizás de un momento en el que los chicos provocan más en misa del domingo y un concierto de pop católico que en aquella procesión que paseaba una vulva en parihuela, o en el histórico enseñar los pechos de Rita Maestre en la capilla de la Complutense. Aquí se abrazan, bailan en corro, dan vivas a Cristo, lloran, se divierten y ligan entre ellos. Portan cartulinas en las que han dibujado lemas que ensalzan al Señor y por todo el recinto han colgado lemas que te hablan de ser tú mismo, de reconocer Su belleza y de no olvidar a los olvidados, alusión a los 100.000 abortos que hay en España al año. El auditorio en media luna tiene algo de teatro romano y esos son sus mártires que siguen cantando como aquellos, pero en otro rollo, claro. No hay latigazos, ni malas caras, ni cristos yacentes. Esta fiesta no es como de Martínez Montañés y se parece más a un Woodstock cristiano que hace no mucho hubiera parecido cosa de ciencia ficción.