Que el pañuelo palestino fuera una prenda habitual en sectores muy determinados de la población vasca en un contexto muy concreto y en un período … de tiempo también delimitado no es casual. En los ochenta, milicianos palestinos y miembros de ETA compartieron campos de entrenamiento en Yemen, donde miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina aleccionaban a los etarras en el manejo de los AK-47 rusos o en las teorías contra el «imperialismo capitalista». Por su parte, la izquierda abertzale ha mantenido históricamente una intensa relación con la OLP hasta la actualidad: al último congreso de EH Bildu en febrero acudieron representantes de las principales organizaciones políticas para la liberación de Palestina: Fatah, el Frente Popular y el Frente Democrático.
A nadie puede extrañar, por lo tanto, el énfasis con que la coalición soberanista denuncia el «genocidio» perpetrado por Israel en Gaza, se enorgullece del boicot al equipo israelí que participa en la Vuelta o clama contra los contratos con el Gobierno de Benjamin Netanyahu, sea el de compra de balas que le costó un serio disgusto al ministro Marlaska o el de la empresa guipuzcoana CAF para construir el tren ligero que uniría Jerusalén con los asentamientos judíos en Cisjordania.
Arnaldo Otegi, en tono paternalista, aseguró esta semana conocer «las cuentas» de la empresa con sede en Beasain y se mostró convencido de que «se puede permitir» renunciar a la transacción. Sobre todo porque, avisó, es posible que, de lo contrario, pierda el jugoso contrato que acaba de firmar en Bélgica, teniendo en cuenta que Bruselas acaba de frenar la crisis política que amenazaba con romper el Gobierno anunciando que reconocerá al Estado palestino e impondrá sanciones a Israel. El viento sopla a favor del discurso histórico de EH Bildu y la coalición abertzale lo está aprovechando: la cuestión palestina es ya argumento prioritario de la conversación pública en Euskadi y alimenta también el pulso implacable de EH Bildu para arrebatar al PNV la hegemonía.
El impacto emocional que en las sociedades occidentales han tenido -y Euskadi no es en absoluto una excepción- las terribles imágenes de niños gazatíes al borde de la muerte por inanición han convertido el conflicto de Oriente Medio en un asunto caliente de la política doméstica en medio mundo. Y Euskadi, en esto, tampoco es una isla. El tradicional activismo vasco encaja a la perfección con el clamor de la sociedad civil para detener la aniquilación de la Franja. Cuatro vascos se han enrolado en la flotilla que pretende acabar con el bloqueo israelí. Las manifestaciones propalestinas son ya parte del paisaje diario. No digamos en los recintos festivos.
Según el Deustobarómetro
Un 54,6% de los vascos ve a Israel como país «enemigo», solo por detrás de Rusia
En ese clima, y en una Euskadi de neta tradición antimilitarista, el antisionismo, expresado exactamente así, se ha convertido en norma. Cualquier otra posición es, más que políticamente incorrecta, casi disruptiva. Si quedaba algo de simpatía por Israel, por la huella indeleble del Holocausto, se ha ido esfumando a marchas forzadas. El Deustobarómetro de junio pasado preguntaba por la percepción que los vascos tienen de diferentes países: a Israel le ven como «enemigo» un 54,6% de los residentes en Euskadi, si se les pide elegir entre tres respuestas (aliado, enemigo o ni lo uno ni lo otro). Solo le supera Rusia con un 56%.
EH Bildu lo tiene fácil. Sus posiciones cotizan al alza en la opinión pública, poco proclive en estos momentos a los matices o al análisis sosegado. Así que el conflicto árabe-israelí gana enteros en su discurso, cuando no se genera desde su propio seno: ahí está el ejemplo de Ibon Meñika, histórico dirigente de la izquierda abertzale -con dos condenas por su relación con ETA-, hoy rostro visible de Gernika Palestina, una de las plataformas que alientan las protestas vascas contra Netanyahu. Todas ellas permeadas por organizaciones del espectro de la izquierda en toda su amplitud, de Podemos a GKS.
lazos con la OLP
El viento sopla a favor del discurso histórico de Bildu, que invitó a su congreso a Fatah
El estado de ebullición de ese microcosmos arrastra al resto. El principal partido del país, el PNV, se ve obligado a modular su posición, por mucho que en privado acuse a Bildu de «utilizar el sufrimiento» palestino para obtener réditos políticos. Los pronunciamientos y declaraciones institucionales empiezan a ser casi diarias. Haciendo equilibrios, eso sí, como se vio con la respuesta de los máximos responsables institucionales a los incidentes en la Vuelta: condena a Israel pero también a los «intolerantes» que empañan la imagen de Euskadi como sede de grandes eventos. Este martes, el Gobierno vasco hizo pública una declaración oficial en la que insiste en la solución de los dos Estados y pide «un alto el fuego incondicional y permanente» en Gaza, además de la liberación inmediata de los rehenes secuestrados por Hamás el 7 de octubre de 2023.
«El complejo alemán»
El lehendakari Pradales ya habló de «genocidio» en el escrito con el que saludó en redes sociales el arranque del curso político. Su propio equipo se encargó de subrayar el matiz. También lo hizo el jueves el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. Este lunes, Aitor Esteban no utilizaba esa palabra pero sí criticaba con extrema dureza la «barbarie» de Netanyahu en Gaza. Pero añadía explicaciones: Europa, aseguró en Radio Euskadi, ha arrastrado desde la Segunda Guerra Mundial «el complejo alemán», que hacía muy difícil colocarse «en contra» de Israel. «Pero el Israel del Partido Socialista» ya no existe, abundó. También censuró la «crueldad de Hamás hacia su propio pueblo». Ninguna de estas dos últimas apreciaciones aparecía después en la nota de prensa enviada por Sabin Etxea. De los contratos con Israel, Esteban pedía cancelar los de compraventa de armamento. Es decir, no el de CAF, aunque no lo explicitara.
En la ponencia aprobada en la última Asamblea General de marzo, el PNV aún hablaba del derecho de Israel a la «legítima defensa» siempre desde «la proporcionalidad y el respeto a los tratados internacionales». Los planes de Netanyahu para la invasión terrestre de Gaza la dejaron vieja enseguida y precipitaron una declaración institucional mucho más dura del EBB el 13 de agosto. La necesidad de modular el mensaje al calor de los hechos es lógica en un partido de orden y de gobierno durante décadas, que ha recibido embajadores israelíes en Ajuria Enea. El historiador Pedro Chacón apuntaba en 2023, tras los brutales atentados de Hamás, otras razones por las que, a su juicio, el PNV ha mantenido lazos de amistad con el pueblo judío: por ejemplo, el bombardeo de Gernika por la aviación nazi, la colaboración en materia lingüística o incluso el Guggenheim.
Matices
Esteban ha criticado la «barbarie» de Netanyahu pero también la «crueldad de Hamás con su pueblo»
La batalla política se ha librado hasta ahora con sordina. Ha habido encontronazos en municipios como Eibar o Getxo, donde el Gobierno municipal multó a EH Bildu con 1.854 euros por pintar la bandera palestina en unas escaleras. La coalición abertzale contraatacó denunciando la contratación de una empresa de seguridad israelí en Metro Bilbao. Los dardos no habían llegado a la primera línea hasta esta semana, en la que ya se han escuchado gritos de ‘PNV sionista’ en las concentraciones. El vaso se ha desbordado y amenaza con anegarlo todo y seguir complicándole la vida a los jeltzales. Sus máximos responsables institucionales, como la diputada general guipuzcoana Eider Mendoza, afean a Otegi su «frivolidad» por enmendar la plana a CAF, obviando el desconcierto que provocó en el empresariado vasco la apelación del lehendakari a la «ética» en el mismo contexto. En Ajuria Enea han tomado nota del mensaje de Pello Otxandiano, en el que acusaba a Pradales de mantener una «posición pasiva ante un genocidio», y se preparan para un chaparrón de «populismo». «Parece que si no tiras piedras ya eres cómplice», lamentan en el PNV.