El propio ideólogo del proyecto reconoció en público la necesidad de revertir la tendencia bajista si se permiten los términos bursátiles. Josean Querejeta, que se … encamina hacia la cuarta década al frente del Baskonia, habló de «espabilar». El club vitoriano, pionero a la hora de seducir a promesas de presente y espléndido futuro, lleva un tiempo perdiendo peso en los conciertos doméstico y continental. De protagonizar la rebelión contra la FIBA en 2000 y alzarse como alternativa firme frente a los clubes de fútbol a sentirse rebasado por adversarios naturales –Málaga y Valencia– y otros de la clase media que lo observan a través del retrovisor, casos de los dos equipos canarios. Si a ello se unen los aldabonazos de rivales inferiores no hace tanto como Murcia, Joventut y Manresa surge un cierto aire depresivo dentro de la parroquia azulgrana.
Sin edulcorantes que valgan, el conjunto vitoriano ha de reconocer, al menos, dos últimas campañas muy por debajo de su autoexigente radar. No acude a la Copa desde su abrupta salida en primera ronda de 2023, queda rezagado ante oponentes opulentos dentro de la Euroliga y ha cedido buena parte del miedo que infundía dentro de la ACB. Hasta el punto de quedar al margen del primer cruce o participar en él sin apenas boletos esperanzadores, entregado en realidad. De ahí que la planta noble de Zurbano decida tal viraje al volante que pueda hablarse de una revolución expansiva. O de mancha de aceite que empapa a casi todos los sectores de la pirámide. Cambios que afectan al secretario técnico, el primer entrenador, su corte de asistentes y media plantilla larga.
Un auténtico vuelco que recuerda a la maniobra con el calcetín antes de meterlo en la lavadora. Tras el baloncesto indefinido y sin réditos del último grupo a los mandos de Pablo Laso, la entidad de Betoño se inclina a abrazar la modernidad. Se decide por un joven técnico italiano –imposible no rememorar el advenimiento en 1997 de Sergio Scariolo, ojalá salga como aquella apuesta– en el ánimo de facturar un baloncesto de ida y vuelta, carreras fugaces y rotaciones frenéticas que eviten el engrudo en media pista que tanto se atraganta en esta época de protagonistas grandes y espacios menguantes. A partir de este convencimiento ha de interpretarse la configuración de una plantilla a falta de una o dos piezas que la canden. Esa filosofía o la resignación a quedar fuera de las conversaciones trascendentales.
Arriesgar con fichajes
Claro que hace falta talento para competir a alto nivel. Pero el club acepta la moda del juego físico y atlético o abdica de sus ilusiones competitivas. Siempre se ha arriesgado con fichajes aún por contrastar, pero ahora abraza con las dos manos la vertiente ultrafísica del juego. Muy atrás quedaron los compartimentos-estanco del ‘cuatro’ estadounidense anotador y el ‘cinco’ centrado en la captura de los rebotes. Ahora se buscan hombres polivalentes que se muevan en posiciones híbridas. Hasta el punto de que Spagnolo ejerza de ‘uno-dos’, Diallo de ‘dos-tres’, Frisch y Kurucs desempeñen las labores líquidas del ‘tres-cuatro’ y el interior Diakite ataque el aro desde afuera. El baloncesto actual exige que los pívots corran la cancha como a finales del siglo pasado hacían los bases.
A falta al menos de un «manejador» que complemente a Trent Forest, una pieza «sumamente necesaria» para el director deportivo (Félix Fernández) y el secretario técnico (Xevi Pujol), la entidad de Betoño entiende que el plantel está cerrado. Cierto que sólo los grandes transatlánticos pueden permitirse pagar sueldos muy elevados a ogros con aspas de molino, pero el Baskonia interpreta que el dinamismo de su batería interior debe de bastar para competir en ese sentido. Pujol considera que la terna Diakite-Diop-Samanic, unida a la polivalencia de ‘cuatros’ y aleros resulta adecuada si Galbiati logra su propósito de convertir la cancha en el tartán de los velocistas. Mandamientos de precepto obligado según el catecismo actualizado de la canasta.