Un equipo de investigadores de la Universidad de Durham, en Gran Bretaña, descubrió un fósil de larva de artrópodo que conservó su anatomía interior con una claridad sorprendente. Utilizando tomografía de rayos X de sincrotrón, el equipo identificó un cerebro, glándulas digestivas, un sistema circulatorio primitivo y rastros de nervios que irrigan las simples patas y ojos de la larva.

El hallazgo es significativo porque revela que estos primeros artrópodos eran mucho más complejos de lo que se suponía anteriormente. El cerebro preservado contenía una estructura conocida como protocerebro, que los investigadores rastrearon a través de la historia evolutiva hasta llegar a las distintivas formaciones de la cabeza que han ayudado a los artrópodos a prosperar en casi todos los entornos de la Tierra, según publicó el sitio especializado Eurekalert.org.

Según Martin Smith, el investigador principal del estudio, «Cuando fantaseaba con el fósil que más me gustaría descubrir, siempre pensaba en una larva de artrópodo, porque los datos de desarrollo son fundamentales para comprender su evolución». El descubrimiento fue descrito como «una conservación casi perfecta» y dejó a los científicos asombrados por la complejidad y detalle de las estructuras preservadas.

El fósil proporcionó según los expertos, una visión única de la vida animal temprana y abrió nuevas puertas para la investigación en el campo de la paleontología. La conservación del fósil es tan excepcional que permitió a los científicos estudiar la anatomía interior de la larva con un nivel de detalle que no se había visto antes.