Atiende la entrevista en un impasse de los ensayos de lo que será ya su cuarta producción, “Eurolíder feminista”, que “es casi como un First Dates”. En plena campaña de Verkami para financiar la producción, la autora y actriz Alba. G, Alba Gil, Alba Gil Menés, alma mater de la productora asturiana Palomica Lloca, nos habla del salto que ha dado desde su anterior trabajo, “La voz recordada”, hasta este, que verá la luz el 3 de octubre en Mieres.
La PAC, el teatro asturiano y la complacencia
El salto no solo tiene que ver con el paso al gran formato -“gran formato underground”, puntualiza-, sino con una vuelta a la incomodidad. Su tercera producción, “La voz recordada”, “era un homenaje a grandes figuras femeninas en la historia de la música reciente, muy preciosista, con un cuarteto de cuerda, una escenografía diseñada a base de ganchillo, donde todo era precioso y delicado” y, después de su estreno, “me di cuenta de que yo no podía con aquello, porque soy un personaje al que se le da bien destapar lo incómodo y sostenerlo”. Y, en esa pieza no había conflicto, porque “no habíamos incluido nada incómodo que poder destapar y, de alguna manera, me pareció que podía dejar de interesarme a mí y al público”, a pesar de que lo siguen moviendo por salas y “no puedo decir que no funcione”.
“De todas formas”, puntualiza, “ya sabes que yo puedo desvelar lo incómodo como un halo de luz, sin señalar a nadie, sin culpabilizar”, dice, apelando a la relación de décadas con quien firma estas líneas. Y quizá recordando también su primera apuesta escénica, “Mordiendo la verdad” , todavía en gira, en la que juega a conmover al público con un espectáculo de autoficción poético y musical sobre las violencias machistas y en el que dibuja certera pero afectivamente a agresores y supervivientes, en un hilo que la conecta con trabajos como el de la escritora feminista Itziar Ziga en “La feliz y violenta vida de Maribel Ziga”.
Parece que antes de hablar de “Eurolíder feminista”, Alba. G necesita mojarse. O, mejor dicho, para explicar el salto de una producción a otra, la posición creativa desde la que se ubica ahora, no le queda otra. “Estoy muy en el mojarme”, repite, y habla del paso de La voz a Eurolíder con un particular ejemplo, casi a modo de parábola. “Hace tres años comencé a trabajar gestionando las ayudas de la PAC, algo que me tomé como una performance al principio, aunque el segundo año ya me pesaba bastante”, relata Gil, “trabajando con ganaderos y con movidas muy muy técnicas” y finalmente “llegué a la conclusión de que, desde Europa, metieron fondos y ayudas al sector ganadero para destruir a la ganadería”. Se detiene y sigue la exposición: “el tiempo que las paisanas y los paisanos pasan tramitando las PACs, la subvenciones, el cuaderno agrario, etc., es tiempo que dejan de dedicar a su propio oficio de la ganadería”, por lo que “ser ganadera o ganadero hoy en día implica también tener que rellenar formularios y papeleo”
La poeta, cantante y dramaturga Alba G.
Bien, “pues al sector artístico nos está empezando a pasar lo mismo. Meten dinero para distraernos de la creación y la producción artística y que el arte muera”. En realidad, confiesa, cuenta esto para hablar del campo de la cultura asturiana en particular, y la estatal en general, pero también de sí misma. Con La voz recordada, sin quererlo, “estaba proponiendo una pieza complaciente, fuera de polémica”, uniéndose a algo que describe como una suerte de corriente casi anómica del campo cultural que “implica miedo a la pérdida de financiación pública por ser polémicos, controvertidas y arriesgadas” y, se sincera aún más, “yo no quiero crear espectáculos que tengan miedo a activar duda o incomodidad en el público y que, al salir del teatro, este sólo piense «qué bonito»”.
“Yo no quiero crear espectáculos que tengan miedo a activar duda”
Todavía debemos esperar un poco más para conocer detalles sobre Eurolíder feminista, porque a la autora le interesa hablar del contexto de las últimas décadas que lo envuelve. “Te digo que, en general, hay un sometimiento creativo a las subvenciones en Asturias que hace que mucho de lo que se produzca sea aburrido, provocando una disposición en el público por la que se baja el listón y no se espera nada nuevo. ¡Y no me extraña!”. Se detiene en algunos ejemplos concretos, “hay una tendencia a colocar la identidad asturiana como señuelo para conseguir financiación”, así como “hay una mirada en la producción que está atenta a descubrir cuál es la tendencia de lo políticamente correcto para aprovecharlo y seguir en el ruedo: señores que nunca se acercaron a una visión política feminista, haciendo obras asépticas sobre violencia de género”. Ahondando, apunta a que “abordar la militancia y las luchas sociales sociales fuertemente vinculadas al anticapitalismo como un nicho de mercado, buscando primero la rentabilidad, hace que estas dejen de ser interesantes y se desvirtúen”. Califica este escenario como un “rollo” y a la sociedad asturiana como “mucho más vanguardista y moderna de lo que se está atreviendo a ser ahora”, afirmando que “lo sé porque ya lo fue”. Gil hace una llamada a posicionarse, “protegiendo lo más valioso que tenemos y dejando de vendernos. Te digo que estamos adormecidas, que estamos adormecidos”.
Echa mano de la memoria reciente y rememora su paso -nuestro paso- por el Local Creativo Paraíso, un garaje artístico pegado a la muralla de Uviéu, “donde trajimos cosas más conflictivas, potentes y transformadoras” y, años después, “veo que una buena parte del teatro está homogeneizado y perdiendo su valor fundamental: ayudarnos a repensar la realidad e incluso incomodar, por supuesto, como la propia vida, que es en ocasiones acertadamente incómoda”, aunque reconoce “que muchas de las cosas que vinieron de nuestra parte, del underground, también se han domesticado”.
Esquivar el féretro rosa
Ya nos vamos acercando. “Eurolíder feminista es una hija bastarda de la obra anterior, porque, a pesar de que sigue teniendo el feminismo en el centro, esta vez pone el foco en lo que no funciona, el en conflicto, más que en lo bien que lo estamos haciendo”, y añade: “abriendo un poco la herida”. Pero, ¿cuál es el argumento de la obra? “Es un espejo de los feminismos de los últimos diez años, que nos muestra cómo se han deformado, como se desinfló la potencia de hace una década y las personas individuales que allí estábamos nos fuimos a trabajar, se hicieron funcionarias, se casaron, compraron casa y ninguna hicimos el duelo por la pérdida, por lo que quiero contar nuestra vida, para que no nos la roben”.
Rememora tiempos no tan lejanos de feminismo asturiano autogestionado y de okupación quincemera, en los que “hicimos cosas como performances pornoterroristas en la Catedral de Oviedo” sobre fuertes pilares que habíamos construido, como “la colectividad, las redes de apoyo, los espacios de encuentro al margen de la rentabilidad económica, la alegría… la alegría de lo genuino ante el peso de la gestión”. Para ella, en resumen, se trató de la elección de la “precariedad económica como opción en la que poder habitar” ante un mundo de gestión y subvenciones que se ubica como el otro polo de la tensión. “Acuérdate”, interpela, “estábamos cincuenta tías felices bebiendo steinburgs mientras montábamos el bingo feminista del domingo siguiente” y, apunta, sonriendo muy seria, “también nos cansamos de no tener dinero, de pelearnos entre nosotras, y nos fuimos muy rápido a la otra vida, la vida de la estabilidad y de la anulación del conflicto”.
Alba G. en una manifestación contra el desalojo del CSOA La Madreña de Uviéu. Foto: Pablo Lorenzana
Habla apasionada y sin nostalgia, como si Eurolíder feminista llegara para ponderar estas tensiones, para volver a colocarnos allí: la gestión de la PAC o la ganadería viva, el aburrimiento complaciente por la subvención o la creatividad por la incomodidad, la precariedad o la estabilidad. Para hacernos recordar: “entiendo que nos fuéramos, nos fuimos agotadas al otro puesto, «me caso, me compro una casa, me muero y me pongo un féretro rosa», pero yo no quiero eso, quiero estar en el margen como una opción digna donde surgen un montón de redes, apoyos y otras cosas mágicas”.
Feministas hermosas y ridículas en un reality-show
Y ya sí. Eurolíder feminista, en un sentido estricto y sinóptico, habla de cómo “el avance imparable de los feminismos ha culminado con la creación de un cargo político global que es la primera Eurolíder Feminista: la señora que estará encargada de defender los derechos de las mujeres en el mundo”. Como público, podremos atender a “la final en la que se elegirá a nuestra representante, un evento político-reality, donde están las tres candidatas finales que se disputan el cargo a través de pruebas feministas”, se ríe, “para saber quién es la más feminista de todas… Y, claro, España es el país piloto elegido para ello y la sede del concurso es el Congreso de los diputados”.
Alba G. Foto: Nai Semeya
Siguiendo el contexto que ha desarrollado hasta ahora, el interés de Alba. G con la obra es “ampliar la visión de si el feminismo, si la política, solo puede ser si está integrada en la política en mayúsculas, en el poder”, porque, desde luego, “la mejor estrategia para disolver lo que tiene potencia, como ha sido el feminismo, es integrarlo en la gestión política”. Eurolíder parte de la idea de que “el feminismo ha conseguido plantear alternativas reales al margen del sistema, porque date cuenta de que hasta puede plantear un sistema económico propio desde la economía feminista; cómo deben ser las ciudades y pueblos vía el urbanismo feminista, formas de contemplar el mundo desde las teorías filosóficas feministas, etc.” por lo que ha sido muy poderoso, “y ahora parece que siempre ha pertenecido al mundo de la gestión política, como si no hubiera estado integrado más en la vida, en nuestras vidas”. Esta crítica de la autora al feminismo de las últimas décadas implica asumir una idea de fondo, que “el feminismo y nosotras, sus personas, nunca vamos a poder pertenecer al sistema, que es tan perverso que nos hace creer que podemos ser alcaldesas de nuestro pueblo o una Eurolíder que viene del punk, para destruirnos por el camino”.
Supone una gran producción underground, con un equipo prácticamente compuesto por mujeres y que se ha consolidado a lo largo de la andadura de Palomica Lloca. Con “Eurolíder feminista” han pasado “al gran formato, llevamos pantallas gigantes con creaciones audiovisuales, una escenografía muy potente, pero”, apostilla Alba. G, “hemos querido en todo momento mantener una esencia que no sea plasticosa, con una apuesta decidida por lo alternativo, pero en formato grande, que no sea un escaparate, sino que elementos como la escenografía estén al servicio del proceso creativo”.
Una gran producción desde lo feminista y lo rural, como se autodenomina su productora, y eso les permite estar “en la mejor posición para hacer una crítica feminista al feminismo, que no genere una otredad”, porque, frunce el ceño de manera inconsciente, “¿qué escena se nos está quedando si no tenemos posibilidad de hacer autocrítica dentro del feminismo? Lo otro sería estar en Forocoches”. Más allá de lo manido de la palabra, para Alba. G, “la autocrítica esconde un profundo deseo de seguir habitando ese lugar, a pesar de que en las últimas décadas nos hayamos acabado frustrando dentro del movimiento feminista”, porque queda claro que “queremos seguir habitándolo, reconocernos como hermosas, frustradas y ridículas a la vez, seguir peleando por algo que lo merece”.
Una pregunta que antecede al cierre es convertida por la artista en una nueva reflexión. “Sobre los próximos pasos te diré que esta obra nace del corazón y de la entraña y estamos cuidando muchísimo los pasos, porque no queremos tener «la presión de»”, así que tras el estreno en Mieres y de la representación para público de la campaña de apoyo en Corvera, verán qué sucede. Cómo trató de explicar con la parábola de la PAC, en esta ocasión “no queremos hacer una obra para que entre en una subvención o en la red de salas, así que no te puedo decir si los siguientes pasos serán ir a una gran sala o actuar en una okupa”. Lo que tiene claro es que “vamos a ir donde nos quieran, porque en esta vida hay que aprender a identificar donde te quieren de verdad, y no quienes te quieren programar el 25N o el 8M y chao”.
Alegato final. Apela a la “valentía de la gente para que incluya obras como Eurolíder todo el año” y apuesta por “desenfocar el calendario oficial, hay que habitar el feminismo todos los días otra vez, porque, además, nos hace felices”. Nota al pie de conversación: “también nos hace felices apoyar la campaña de financiación de la obra”, se ríe.